Definición de habla
Rodrigo dice que los discípulos de Jesús se equivocaron en la traducción de sus palabras. Donde dicen que dijo: “Levántate y anda”, en realidad debió decir: “Levántate y habla”. Porque, en el principio, fue El verbo. Y no sólo en el principio. El verbo lo es a la mitad y lo será al final de los siglos. De hecho, la trascendencia de Jesús radica en su palabra y no en su caminar.
Hablar es más importante que andar. El problema de la actualidad es que muchos hablan como andan. Rodrigo dice que muchos “andan en la pendeja”, por lo tanto: “Hablan ¡a lo pendejo!”.
Las sociedades se destacan por su capacidad de habla. Ya la ciencia nos ha explicado (y nosotros lo comprobamos a cada instante) que la principal distinción con los animales irracionales es nuestra capacidad de hablar. Lo único que no pueden hacer los irracionales es, precisamente, hablar. ¿Y los loros? Muchos políticos son loros, sólo repiten conceptos. ¡No hablan! Porque hablar implica pensar, razonar, dar claridad a los pensamientos.
Maruca dice que las mujeres son tan listas que “hablan” no sólo por los codos, sino también a través de la mirada.
Rodrigo asiente y dice que todas las mujeres hablan más con los ojos que con la boca. Ramón (quien, los lectores de estas Arenillas lo saben, es un perverso juguetón) dice que las chicas expresan lo sublime cuando no ven; es decir, hablan mejor cuando tienen la boca ocupada haciendo una fellatio, porque, en ese instante, mantienen los ojos cerrados.
Rodrigo sostiene que uno de los personajes más intrascendentes de la Biblia es Lázaro, porque Jesús lo devolvió a la vida, pero sin la gracia del bienaventurado. De acuerdo con los evangelistas, Jesús lo mandó a levantarse; es decir, a volver a la vida, pero sin mayor objetivo en la vida que caminar. ¿Cuántos seres existen en el mundo que son como Lázaro?
Si Lázaro hubiese escuchado lo que Rodrigo argumenta y se hubiera dedicado a hablar, su vida, ahora, estaría signada por la gracia infinita.
¿Qué nos hubiera quedado de Jesús sin la bendición de su palabra? ¡Nada! Su vida sería una vida de lo más común. La gente lo recordaría como un mero mago que, en ocasiones, lograba hacer prodigios como el de devolverles la vida a los muertos o el de convertir el agua en vino; es decir, un mero mago prodigioso. Pero, la imagen de Jesús es trascendente por el misterio de su palabra, a través de las parábolas.
¿Cuántas veces el género humano se ha topado con la parábola de El hijo pródigo? ¡Millones de veces! En dicha parábola está resumido el valor del habla, su rotunda capacidad de transformar. ¿Cómo, se pregunta medio mundo, Jesús se atreve a sugerir que un padre debe halagar al hijo cabroncillo, dejando en último término al bien portado? ¿Qué justifica tal comportamiento? ¿No hay aquí, acaso, una injusticia mayor al no reconocer la buena conducta? ¿Por qué Jesús advirtió que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, antes que un rico entre al reino de los cielos?
Ramón dice que si fuera tan rico como Carlos Slim no se preocuparía por el significado de la parábola cristiana, dice que mandaría a hacer una aguja gigantesca para que no sólo pasara un camello sino veinte camellos, uno encima del otro; y, de igual manera, compraría el reino de los cielos.
El habla es la capacidad de coincidir o de disentir; la capacidad de transformar el mundo mediante la imaginación que es, quién lo duda, la ociosa madre del habla.
Si los políticos hablan pura basura es porque no leyeron bien la Biblia y porque carecen de imaginación. Ellos sólo andan. Rodrigo dice que el pueblo bien pudiera hacer uso del don de Jesús y, en lugar de tratarlos como el hijo pródigo, debería revivir a los ingratos políticos y mandarlos a “andar”.
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