Absalón Castellanos, el gobernador banal
Cuando Absalón Castellanos Domínguez fue nombrado gobernador de Chiapas, porque en los ochentas el presidente plenipotenciario decidía quiénes cuidarían su territorio, se pensó que llegaba a Chiapas un general que impondría orden al caos dejado por Juan Sabines Gutiérrez, el Ciclón del Sureste.
Pero el general fue la continuación del desastre y de la banalidad de los gobernadores chiapanecos. Orgulloso de su nepotismo, dejó su administración en manos de su hijo Ernesto y del nayarita Manuel Salinas Solís, el Tigre de Álica, quien acostumbraba escribir mensajes políticos a sus enemigos en una columna que publicaba en La República en Chiapas.
Absalón Castellanos confundió su tarea de gobernante con la de coronar reinas en las ferias de pueblos. Asistía a cuanta exposición ganadera, festividad o bailable se organizara, y sonreía y abrazaba y besaba a las reinas. Era feliz entre la música y los aplausos. Lo que debiera ser importante en el gobierno, como planes, proyectos y políticas públicas, le aburrían.
Lo suyo era divertirse y obedecer las órdenes presidenciales, en especial si era para reprimir a campesinos. Su gobierno dejó una herencia de más de 300 desaparecidos, más de cien asesinatos y más de 400 secuestros por motivos políticos, según las cuentas hechas por la revista Proceso en ese entonces.
Esas cifras no las borran ni su muerte. Al contrario, debiera ser motivo de recordatorio de un gobierno despótico, corrupto y banal.
Absalón tenía falta de tacto político y de capacidad, me dice Valdemar Rojas Lopez: “Fue, por ejemplo, reprobado para ingresar al Colegio Militar, por lo que su papá, don Matías, pidió audiencia con el presidente de la república, a quien le dijo: ‘¿Cómo es posible, señor presidente, que al nieto de don Belisario Domínguez, el prócer de la Revolución, se le niegue el ingreso al Colegio Militar?’. Conmovido, el presidente ordenó que se aceptara de inmediato a Absalón en ese instituto. Fue así como se inició su carrera y la prosiguió medrando siempre a la sombra de su ilustre abuelo.
“Sobre ese gobernador, tan simpático y ramplón, circulaban diferentes chistes. Se decía, por ejemplo: ‘¿Sabías que llevaron al general Castellanos de emergencia al ISSSTE?’. ‘¿Qué sucedió?’, preguntaba el otro. ‘Pues que le dieron tres años de incapacidad’.
“Le decían el clutch, porque primero metía la pata y después hacía los cambios. También le apodaban el cerote porque se paseaba por el Sabinal».
Sobre Absalón, Valdemar Rojas escribió varios titulares memorables en La Estrellita: “Tío Chalón resultó muy macaneador”, “Tío Chalón resultó ser el gran dedón”, “Tío Chalón resultó muy pisalón”, “Tío Chalón resultó muy hipocritón” y “Tío Chalón resultó muy aguado”. Escribía una columna titulada “General-idades”, en la que ironizaba algunos de sus actos, como eso que había contratado a unos peritos en balística para que definieran el calibre del Cañón del Sumidero o que cuando estaba plagiado por los zapatistas, le había hablado a su mujer para que le enviara su traje baño. Ella, extrañada, le preguntó: “¿para qué querés traje de baño Chalón?”. “Es que me van a llevar a Paredón”, respondió. Ella, enojada, le aclaró: “¡Zonzo, lo que quieren es llevarte al paredón!”.
El general se convirtió en chiste, en mofa, en risa constante entres los ciudadanos. Era la única forma de vengarse de un hombre que no supo comprender la importancia del cargo que le había tocado desempeñar, y que lo demostró al final de su gobierno, al correr al lado del coche del presidente Miguel de la Madrid Hurtado, como un guarura más, orgulloso de mostrar su lealtad y su banalidad a todo México y en directo con motivo del último informe de gobierno.
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