Por un presidente de izquierda sin peligro del caudillismo
Los mexicanos ya no tienen miedo. O al menos lo están perdiendo.
Es muy probable que esto sea así porque la incertidumbre sobre el futuro económico del país y de cada uno de los mexicanos que no gozan de prebendas políticas o tengan un alto nivel económico, es lo que está permitiendo que la indignación nacional crezca y el miedo colectivo al cambio político disminuya.
Los mexicanos están indignados, encabronados, decepcionados de su clase política y del sistema político que sostiene a esa clase de gobernantes.
Y es que la corrupción no se detiene.
Javier Duarte; el último emblema de la corrupción e impunidad mexicana sigue desafiando nuestra capacidad de asombro. El “Si Merezco la Abundancia”; habla de una cloaca corruptiva nacional impresionante y sin fondo.
Llama también la atención el caso; porque la esposa del ex gobernador de Veracruz -presuntamente, por la evidencia encontrada- pasó desempeñar el papel tradicional de la esposa de un poderoso que generalmente es una espectadora, de no hacer preguntas, de confiar en su esposo; a también ser partícipe de la corrupción.
¿Los poderosos y corruptos ya se hacen lavados de cerebro para seguir robando y justificar la impunidad de la que gozan?.
Por eso, la corrupción nacional es ya como un cadáver bajo la alfombra. La destapas y la fetidez salpica todo.
Pero la corrupción y la impunidad nacional están a punto de hacer posible el sueño de muchos mexicanos: el acceso de la izquierda política a la presidencia nacional.
Una nueva campaña del miedo, como la del 2006; se antoja que no podrá detener el ascenso electoral de la izquierda electoral mexicana. Porque seguramente veremos más y más casos de corrupción de proporciones nacionales.
Y también porque los partidos políticos tradicionales -grandes y chicos- están en crisis de credibilidad.
Sobre todo; porque la figura fundamental del sistema político mexicano; es decir el presidente de la República; no tiene credibilidad, precisamente por la corrupción y no se le ven opciones para combatirla; incluso aunque lo hiciera; la percepción nacional es que serán insuficientes sus esfuerzos.
Seguramente Veracruz nos depara otra sorpresa. O incluso aparecerá otro caso documentado de corrupción en algún otro estado o en la administración federal.
No podrá detener una campaña del miedo a la indignación social también porque en los últimos años han pesado más los escándalos de corrupción nacional que otro tipo de coyuntura política.
Pero el dedo en la llaga nacional fue el gasolinazo de enero de este año. Corrupción-Impunidad-Gasolinazo. El trinomio alertó sobre el peligro de revueltas sociales. Brotes de violencia por toda la nación.
Todo ello está haciendo posible que la ciudadanía volteé por fin a ver a la izquierda mexicana. Una izquierda que siempre ha estado presente en México y que como el país lo ha hecho; también se ha transformado.
Primero proscrita y en la clandestinidad, a veces armada -incluso en estos días con el EZLN- luego legalizada pero sin presencia institucional fuerte; hay anécdotas de diputados y senadores de izquierda que llegaban a tribuna y decían “querido Diario de Debates, vengo a dejar constancia de que me opongo” a tal o cual asunto. Poniendo los muertos también a pesar del famoso “Ni los veo ni los oigo” de Salinas de Gortari.
Uno a uno los viejos tabúes políticos mexicanos se han ido derrumbado; la paz social, el PRI hegemónico, la mayoría aplastante y el presidencialismo; pilar del sistema político nacional.
Cada vez los mexicanos cuestionamos la figura presidencial y en un país plenamente democrático así tiene que ser. Porque se supone que donde reina la democracia, las plenas libertades existen.
Cómo muchos otros mexicanos; pienso que Andrés Manuel López Obrador tiene buena parte del perfil político que hoy México necesita; un presidente al que la ciudadanía tenga confianza -por lo menos en percepción- de que será honesto con los recursos públicos.
Si es consecuente entre lo que dice como candidato y lo que haga como presidente, AMLO tendrá un lugar asegurado en la historia patria.
Pero hay peligros.
El principal es que siendo el hipotético presidente del periodo 2018-2024, López Obrador actué como caudillo.
Un caudillo que ahonde aún más las debilidades del Estado-Nación, porque toda acción política y de gobierno dependería de su voluntad política y personal y no de un accionar institucional.
Si Andrés Manuel López Obrador quiere además de ser presidente nacional; convertirse en uno de los mejores mandatarios nacionales; deberá dejar atrás la tentación caudillista.
México pasó de ser un país de caudillos a uno donde reina -todavía- el presidencialismo.
Por ello el país debe de dar el siguiente paso a ser un país donde impere el Estado de Derecho.
Como el probable nuevo presidente, su deber principal tiene que ser proteger y fortalecer el funcionamiento de nuestras instituciones.
Aquellas instituciones que protegen a la democracia, las que procuran justicia, aquellas que garantizan la educación laica y gratuita, las que ofrecen atención a la salud, las que protegen a los grupos vulnerables y un largo etcétera.
Que de ahora en adelante estas sean el fiel de la balanza política nacional y no el presidente en turno.
Ello las hará agentes y garantes del cambio nacional que México necesita.
Hoy nuestras instituciones son débiles, porque quienes la manejan quieren que así sea para torcer la ley y para garantizar impunidad a la clase política.
Es necesario terminar con ello.
López Obrador lo ofrece y es altamente probable que lo cumpla siendo presidente nacional.
Pero también se requiere que el país -a través de sus instituciones- promueva la tolerancia, el respeto mutuo, la convivencia y fomente la diversidad.
En materia económica, que no existan ocurrencias ni obras de relumbrón. Se requiere inversión pública detonadora del desarrollo económico interno.
La perdurabilidad en el tiempo de estas condiciones depende de la lozanía de nuestras instituciones, no de la capacidad y la visión de un solo político.
Hay que sacar de ellas a la clase política actual, quienes no las dejan funcionar correctamente porque no les conviene.
Eso lo promete López Obrador.
Por lo demás -a mi humilde entender- es hasta cierto punto estéril el debate de criticar quienes lo apoyan; que si no debe sumar a los empresarios, de que si este sí, pero este no.
Necesita unidad y sumar lo más posible para llegar a Los Pinos.
A mí me preocupa el futuro de nuestras instituciones.
Pero lo primero es lo primero; déjenlo que llegue a la presidencia.
Lo demás es labor ciudadana.
Si hay tentación caudillista o no; los mexicanos debemos seguir en lo mismo; construyendo día a día ciudadanía.
Correo: geracouti@hotmail.com
Twitter: @GerardoCoutiño
SOLO VEO EN ANDRES MANUEL UN REPLICA DE TRUMP, POPULISTA E INCHERENTE; ME SORPRENDE QUE EN ESTOS MONETO QUE ESTA SU POPULARIDAD A LA ALZA, SE META EN UN DILEMA DE DIMES Y DIRETES, PARA LA GENTE INTELIGENTE SOLO DESGASTA UNA IMAGEN, PARA LA POPULISTA ES SOLO UNA MONEDA EN EL AIRE; SUS ACUSACIONES CONTRA EL EJERCITO, CONTRA LOS PERIODISTAS VERACRUZANOS QUE LABORAN EN UN ZONA DE RISGO (POR LO MENOS EN LA ETAPA DE DUARTE); LO CONSIDERO UN PELIGRO PARA EL PAIS APOSTAR POR UN INEPTO COMO AMLO. EL ASUNTO DE LA CORRUPCIÓN CUBRE A PSEUDO POLITICOS COMO ÉL Y A LOS QUE ESTÁN EN EL GOBIERNO, TIENE UN DISCURSO MUY GASTADO QUE SOLO APROVECHA LOS ERRORES DE OTROS NO HAY ACIERTO EN SUS OPINIONES.
LO UNICO QUE PRETENDE CON SUS SEGUIDORES, ES DEOLOGICAMENTE DOMESTICARLOS, HACE ALTERACIONES DE LA REALIDAD HISTORICA Y POLITICA DE ACUERDO A SU CONVENIENCIA ES UN MANIPULADOR.
ESCENARIO INCIERTO POR LOS QUE PRETENDE RODEARSE, SERÍA LO MISMO QUE TODOS.