Pablo Salazar y Josean, de regreso a la arena política
Pablo Salazar Mendiguchía y José Antonio Aguilar Bodegas, dos políticos enfrentados y con proyectos distintos, están de regreso. Y no es raro, porque ambos salen bastante bien evaluados en las encuestas electorales.
Sin hacer campaña, Josean está siempre ahí. La gente lo menciona, se acuerda de él, y dice que lo hubiese preferido antes que a Juan Sabines Guerrero, el nefasto exgobernador de Chiapas.
En el otro lado, Pablo Salazar figura como el primero de la lista de los exgobernadores. Mantuvo la gobernabilidad y no endeudó el estado. Su problema es la intolerancia, ese ego enormísimo que no admite concesiones y que lo llevó a perseguir a editores y periodistas de Cuarto Poder y El Orbe.
No obstante, heredó finanzas sanas y orden, que su hijo político putativo se encargó de destruir en poco tiempo.
Reacio a admitir sus errores, Pablo Salazar no acepta que fue determinante en la elección de Sabines. Es cierto, que el nombramiento como candidato del PRD correspondió a Andrés Manuel López Obrador, pero la talacha, la organización de la campaña, los amarres y hasta la estructura gubernamental de movilización de voto a favor de Sabines tiene su huella.
Eso lo sabe muy bien José Antonio Aguilar Bodegas, de ahí que no tienda puentes con Salazar. Cuando era candidato lo intentó, pero al ver cerradas las puertas de Palacio, supo que su verdadero rival era el entonces gobernador.
Aun con toda la maquinaria del Estado y la campaña incesante de AMLO en contra, Josean perdió por pocos sufragios, unos seis mil votos, en un resultado controversial del Tribunal Federal Electoral.
Juan Sabines fue producto del fraude, de la compra y de la inducción del voto. Pablo Salazar, el artífice del nuevo mandatario, pronto quedó relegado, sus consejos no eran solicitados mucho menos tomados en cuenta. Al contrario, la radio estatal inició una arremetida en su contra.
La relación estaba rota y cada vez se volvió más tormentosa. A Sabines no le importó. Su carrera la había hecho con base en la zalamería y la traición. José Antonio Aguilar Bodegas lo había rescatado tiempo atrás de una oscura oficina de la delegación Cuauhtémoc. Lo trajo a Tuxtla, le proporcionó casa y lo lanzó como candidato a diputado por Tuxtla, lado Poniente, en donde un desconocido candidato del PAN, con líos con Hacienda, fue su contendiente. Ganó, por pocos votos.
Josean sintió que era el creador del fenómeno Sabines, ya entonces en la presidencia municipal, y que le debía lealtad. No fue correspondido. AMLO, quien veía que no levantaba la candidatura de Rubén Velázquez, decidió que la persona que le sumaría más votos sería Sabines, y a él le propuso encabezar su movimiento en Chiapas. Aguilar Bodegas comprendió que había sido traicionado, y así se lo gritó a Sabines en un encuentro ocasional en el Hotel Camino Real.
Hoy, tanto Pablo Salazar como José Antonio Aguilar Bodegas tienen a su favor que la clase política actual se ha caracterizado por su rapacidad con el erario, la falta de proyecto y de experiencia. Eso puede colocarlos nuevamente en la lista de los electores, el primero como candidato a diputado o senador, y el segundo, como candidato a gobernador o algún escaño legislativo.
Ambos están de vuelta. Es posible que en esta ocasión hasta luchen bajo la misma bandera, la que ondea Andrés Manuel López Obrador con Morena. Cosas veredes, que farán fablar las piedras, Cid.
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