La inmoralidad
En estos tiempos se nos pide “unidad nacional” ante los embates del nuevo presidente de los Estados Unidos. No está mal la idea, toda vez que la solidaridad de la sociedad mexicana ha aparecido puntual y precisa cada tiempo requerido, rebasando aún la propia convocatoria de los gobernantes. Unidad si, pero se debe partir de una base moral para poder construir los puentes, ahora quebrados, entre pueblo y gobierno.
La cada vez más grande e insondable brecha entre ambos hace que este país esté en una virtual guerra. Ni la sociedad cree una pizca de lo que dicen la clase política, y el gobierno utiliza a la población como le da la gana. Si esto se entiende como la disolución del pacto democrático que antes tenía México, también forma parte de las propias concepciones morales que tanto el gobierno como el pueblo tienen para sí.
La moral es todo aquello que concierne a las buenas costumbres y buenos comportamientos de los individuos en la sociedad. Por tanto, el conflicto de intereses que tiene actualmente el gobierno y sociedad puede leerse como una absoluta desconfianza por parte de los gobernados hacia los poderes institucionales, o lo que es lo mismo, la pérdida del sentido del hacer política, donde la incertidumbre es la única certeza y la probabilidad de un futuro mejor se desdibuja al sabernos conducidos por inexpertos y malos gobernantes.
Hoy día, toda forma se ha perdido a la hora de pensar en los profesionales de lo político, ello se traduce en la ausencia de la más mínima crediblidad para construir un nuevo pacto social. Es lo que sucede actualmente en México. No hay moral social que sustente la grave tensión entre la sociedad y la clase política. Al no tener confianza no puede haber moral posible, y si no la hay, no existe diálogo alguno entre pueblo y gobierno.
Y eso no es tan solo el observar y percibir los “malos gobiernos” sino en todo el comportamiento de éste. Por ejemplo, no es posible pensar estar bien administrados cuando solo dos personas de cada diez aprueban al presidente; cuando en Chiapas, el gobernador ocupa el último lugar de popularidad del país (con nueve de cada diez chiapanecos que reprueba rotundamente su gestión). Esto es un proceso político inmoral.
De esta forma, todo argumento gubernamental, al enunciarlo con las mismas frases hechas a modo, totalmente rebasadas, queda hecho trizas al no tener el mínimo de sustento. En muchos de los países realmente democráticos del mundo, la figura del plebiscito y el referéndum, son mecanismos para subsanar tales defectos. Pero en este país, parece una norma que un gobernante diga frases vacías y frívolas y que no se dé cuenta de que nunca es escuchado.
Es inmoral que Peña Nieto diga que “se acabó la gallina de los huevos de oro”, refiriéndose a la implícita quiebra de PEMEX, cuando el líder sindical y senador de la República por el PRI, Carlos Romero Deschamps, es un político millonario y profundamente corrupto. Es inmoral que Manuel Velasco Coello construya un lienzo charro que no tiene utilidad alguna, a no ser para engrandecer la frivolidad de su gobierno, mientras que en los hospitales públicos de Chiapas, literalmente, carecen de los medicamentos elementales para proporcionar los servicios de salud. Es realmente inmoral que el ex gobernador Juan Sabines siga impune y premiado después de haber saqueado a Chiapas. El propio Sabines es el vivo reflejo de toda carencia de virtud ética.
Es inmoral que en Chiapas haya miles de despedidos sin que los funcionarios se bajen sus multimillonarios sueldos. Es realmente detestable que nunca nadie, ex gobernantes y activos en el poder priista, haya tenido que pisar una cárcel por corrupción.
Así que si se trata de pedir “unidad” mejor construyamos un nuevo pacto donde la justicia sea condición para confiar en nuestro futuro. Metamos a la cárcel a los Duarte, los Borge, a toda la generación de ladrones y mafiosos sueltos por ahí que siguen riéndose a nuestras costillas de la impunidad con la que se burlan de las leyes. Entonces si, que viva México.
La inmoralidad como norma es lo que se cierne sobre México desde lo político.
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