Valdemar Rojas
Casa de citas/ 307
Valdemar Rojas
Héctor Cortés Mandujano
Creo que la única vez que he convivido con el Dr. Valdemar Rojas fue cuando a ambos nos dieron un reconocimiento los miembros del Club Rotario en Tuxtla. Nos sentaron (a mí, a él y al biólogo Miguel Ángel Palacios, los tres homenajeados) en la misma mesa y, cuando leyeron parte de mi currículum, Valdemar me dijo con mucha simpatía:
—Qué bueno estar con un escritor completo. Yo también escribo, pero soy media cuchara.
Este hombre, nacido en 1928, cuya participación en los ámbitos de la medicina, la política y el periodismo ha sido notoria y notable es retratado en sus varias aristas, en los distintos momentos definitorios de su vida, por mi querido amigo Sarelly Martínez en Valdemar Antonio Rojas López, apuntes para una biografía (Unach, 2015), libro que, como dice el propio Sarelly (p. 12) “es producto de muchos encuentros […] a lo largo de muchos años”.
En el libro, ágil, entretenido, ameno, Rojas opina con soltura sobre temas diversos. En torno a la enorme capacidad que tienen los chiapanecos para vender su voto “a cambio de unas tortas y refresco o una amenaza velada o directa” dice (p. 70): “José Murat, exgobernador de Oaxaca, dijo en una ocasión que para qué se preocupaban por el candidato del PRI al gobierno de Chiapas, que si aquí se mandaba a una vaca, los chiapanecos votaríamos por ella”.
Sobre el gobierno del general Absalón Castellanos cuenta (p. 81): “Al final, escribí que el gabinete del general había sido muy íntegro, porque se había llevado íntegro el presupuesto”.
No elude opiniones ni las matiza (p. 84): “No acabo de entender si fue anexión, federalización o arrimazón de Chiapas a México, porque nuestros abuelos no pusieron ninguna condición; nos arrimamos a México como chuchos, y, desde entonces, los chiapanecos hemos sido ciudadanos de segunda clase, tercer mundistas del tercer mundo y proveedores de materias primas al Imperio mexicano”.
Hace un repaso crítico de muchos gobernadores (de Rafael Pascasio Gamboa a Sabines Guerrero) y trata de mostrar, de cada cual, luces y sombras.
Juan Sabines Gutérrez lo lleva a conocer el nuevo equipo de los Talleres Gráficos de Gobierno y dice Valdemar (p. 103): “Entonces yo le pregunté si no pensaba editar un diario oficial, a lo que él me contestó: ‘¿Para qué? ¡Si todos son oficiales!
“Por eso, cuando veo las páginas de los diarios locales, tan vacías de forma y de contenido, digo: ‘¡cuánto desperdicio de papel!’ ”
Casi al final del volumen hay una colección de anécdotas verdaderamente desternillantes. Tomo la más breve, cuyo título es “Bolito generoso” (p. 131):
“A un presidente municipal le decían el Zope (chombo o zopilote) y al llevar a cabo una ronda en el parque central, encontraron a un hombre acurrucado defecando tras unas matas. Entonces el policía le dijo: ‘Desgraciado, ¿por qué te estás zurrando aquí en el parque? ¡Le voy a dar parte al presidente municipal!
“Muy serio, el bolito le contestó: ‘¿Por qué le vas a dar parte? ¡Dáselo todo!’ ”
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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