Murciélagos enloquecidos

Casa de citas/ 309

Murciélagos enloquecidos

Héctor Cortés Mandujano

 

En un episodio de la divertidísima serie española Aída conversan el Luisma (maravilloso Paco León) y el torpe y tímido Barajas acerca del lance amoroso que éste tendría con una muchacha casi desconocida. El Barajas dice que nada pudo decirle porque tenía en el estómago “eso que se tiene cuando hay amor”.

—¿Mariposas revoloteando?, dice el Luisma.

—No, murciélagos enloquecidos.

Ilustración: Juventino Sánchez

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He visto y oído muchas de las conversaciones que Silvia Lemus nos regala cada semana en el Canal 22. Ahora, el programa se volvió libro. Tratos y retratos (Fondo de Cultura Económica, 2013) son 24 entrevistas, realizadas en distintas ciudades del mundo, con artistas, científicos, gente pensante.

El historiador Eric Hobsbawm dice algo terrible, si consideramos que las bombas en Hiroshima y Nagasaki fueron devastadoras (p. 43): “No quiero subestimar el horror de una guerra nuclear, pero es cierto que las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki no mataron más gente que los bombardeos que los aliados lanzaron en sitios como Hamburgo o Dresden”.

Susan Sontag dice (p. 59): “Yo amo lo típico de los escritores, soy una típica escritora y llegué a escribir porque amo leer. Empecé a leer desde muy niña. Realmente no me acuerdo, pero ya sabía leer antes de ir a la escuela; tendría cuatro o cinco años de edad. Me gusta leer y por lo tanto veo natural el intento de emular lo que amo. Por eso escribo”.

La misma Susan, más adelante (p. 62): “Los escritores son tan diferentes. Todos somos magos, aunque no todos somos magos exitosos o nuestra magia sólo funciona parte del tiempo. Pero es un proceso mágico, es un proceso lleno de pensamiento mágico” y (p. 64): “¿Cuáles son esos pocos libros que van a durar, que la gente va a querer leer dentro de cincuenta o cien años? Deben tener alguna cualidad que los haga necesarios; deben ser ambiciosos”.

Otra vez la Sontag (p. 68): “Es probable que la diferencia entre un escritor que tiene una obra vasta y uno que casi no la tiene sea mucho más una cuestión de carácter y tenacidad que de talento. Apostarle tu vida a la literatura es realmente un autosacrificio: exige un cierto tipo de heroísmo, exige tener la capacidad de estar sola durante mucho tiempo, cuando lo que realmente te gustaría es salir a jugar con los demás”.

Carlos Fuentes, esposo de Silvia, es el último en el libro y habla de que escribió Aura, teniendo muy presente, entre otros, Las papeles de Aspern de Henry James, y luego se suelta hablando pestes acerca de la originalidad, que le parece no existente: nada sale de la nada (p. 311): “La idea de la originalidad es un mal occidental moderno. […] Estamos en deuda con el mundo, y el mundo con nosotros, del cual somos parte”.

 

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En Los escritores salvajes (Conaculta, 2011), Fabienne Bradu reúne cinco ensayos sobre sendos autores latinoamericanos: Roberto Bolaño, Mario Bellatin, Alan Pauls, Juan Villoro y José Manuel Prieto.

En su reflexión sobre la temática de Bellatin, sobre si la imaginación literaria está o no (p. 50) “marcada por el cuerpo” (a Mario le falta un brazo), Bradu se mueve a los asuntos de género (p. 51): “Sería triste que la imaginación estuviera limitada por el sexo, fatalmente inducida por unos órganos o unas hormonas”.

Cita más adelante una declaración de Alan Pauls (p. 86): “Siempre quise ser médico, pero como no me daba el cuero –sólo la palabra sangre me da vértigo– me volví hipocondríaco”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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