“Los políticos son cada vez peores”
Antes de que finalizara el año 2016, y en un programa de radio lejano de las tierras chiapanecas, la periodista Sílvia Cóppulo entrevistó a Manuel Castells en su “Diván” de Catalunya Ràdio, desde los estudios de esa emisora en Barcelona. Este sociólogo nacido en Albacete y formado en la capital catalana, antes de exiliarse a Francia donde seguiría sus estudios con Alain Touraine, es uno de los referentes intelectuales para la interpretación del mundo actual a través de las transformaciones vividas con la revolución comunicativa, impensable hace unas décadas.
Su extensa obra merece algo más que un breve artículo, sin embargo no es esa la intención de este texto, sino incitar a la reflexión a partir de una de las lapidarias frases por él vertidas durante la entrevista en cuestión. La situación política del Estado español, los anhelos independentistas de Catalunya, la elección de Donald Trump o los vaivenes electorales europeos motivaron sus análisis y respuestas, pero todas ellas estuvieron ligadas por una de esas máximas: “los políticos son cada vez peores”.
En ciertos contextos una afirmación tan rotunda se pensaría como una reacción pasional de sobremesa, sobre todo con los aumentos calóricos que las fiestas decembrinas aportan, pero en boca de uno de los estudiosos más referidos y citados en los últimos años, en todas las latitudes del orbe, resulta preocupante por no decir que un reto para la interpretación.
A nadie sorprende que los discursos de los gobernantes, convertidos en peroratas, se hayan transfigurado en letanías que, por repetidas y huecas, parecen necesarias aunque no sean creíbles, como las liturgias religiosas para los ateos y agnósticos. Incluso, por no decir que con seguridad, el engaño es parte de la política si se entiende como una confrontación, aunque simbólica, entre posiciones divergentes y con adversarios ideológicos –posicionamientos doctrinales cada vez más ausentes-; algo muy claro para Sun Tzu en su El arte de la guerra. El enfrentamiento llevado a su máximo extremo. Pero la falsedad, la mentira si se quiere ser más claro, no debe ocultar las necesidades e intereses de los ciudadanos y, en consecuencia, la solución de sus múltiples y crecientes problemas.
Si a lo anterior se le añade lo expresado por Manuel Castells sobre el empeoramiento de los profesionales de la política, sin precisar país o países donde ello sucede, sino como una lectura del mundo en el que vivimos, habrá que detenerse a razonar qué sucede en nuestras sociedades o qué estamos haciendo mal como ciudadanos para que ello ocurra? Muchos opinarán que esto no es cierto y que es una opinión individual, subjetiva o tendenciosa, respetable posición. A pesar de ello los referentes políticos existentes o que surgen en los distintos continentes no remiten a una imagen prometedora del discurso y el accionar de los gobernantes o líderes.
Todos quisiéramos una bola de cristal para predecir el futuro, individual o colectivo, pero no suele ocurrir salvo en películas o relatos fantásticos. La única certeza es que el cumplimiento de los derechos humanos se aleja en demasiados países; que la brecha entre pobres y ricos aumenta y, entre otras muchas cosas más, que el recorte de derechos sociales es evidente donde se conquistaron, puesto que en muchos lugares del mundo nunca han llegado. Esas tres cosas son tan contundentes para pensar que el profesional de la política y, por ende, el ejercicio del gobierno cada vez está más alejado del sentir cotidiano de sus representados o votantes.
Los tiempos históricos donde el futuro se vio esperanzador y halagüeño han sido pocos, casi siempre fueron pesimistas y temerosos, y la actualidad coincide con uno de estos últimos momentos. La designación de los políticos como “peores” por parte de Castells lo ratifica.
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