¿LA DISOLUCIÓN DE LA COMUNIDAD?
En el año de 2003, el científico político norteamericano Robert D. Putnam, publicó un libro titulado El declive del capital social: un estudio internacional sobre sociedades y el sentido comunitario (Galaxia Gutemberg, Barcelona), que sigue suscitando discusión en la academia de ciencias sociales. La tesis de Putnam es que a consecuencia de la pérdida de capital social se ha producido el declive de la comunidad, en términos de las relaciones cara a cara. Este punto de vista se remonta a Alexis de Tocqueville, quien lo expuso en 1831 en su conocido libro La Democracia en América. En efecto, la democracia, dice Putnam, depende del capital social, es decir, de la cercanía de las relaciones sociales, de la operatividad de la comunidad. Putnam observó que a mediados de los años 1960-esa década tan importante en el mundo—se produjo un punto de inflexión, mostrándose un declive en la participación cívica en los Estados Unidos: disminuyó la asistencia de votantes durante las elecciones, la asistencia a los mítines, la participación en partidos políticos, menor contacto con los vecinos y con las actividades del barrio y en general, la dispersión de un desinterés por los problemas comunes y la acentuación del individualismo. Es un proceso que Putnam observa justo después de las grandes movilizaciones de la década de los 1960, no sólo los movimientos estudiantiles sino la organización de grandes concentraciones festivas como ocurrió en Woodstock, Nueva York y en Avándaro, México. Un factor que se le pasa a Putnam es el papel que juega la demografía en los cambios sociales actuales y lo que Émile Durkheim nombró la anomia como resultado de ello: entre más población, mayor soledad. La comunidad tradicional, con sus fuertes lazos cara a cara, su énfasis en “vivir juntos” y encarar la vida en común, su acentuado control de la conducta individual, se diluye conforme la situación demográfica cambia. Esto último llama la atención en el caso de ciudades como las de Chiapas: Comitán, San Cristóbal de las Casas, Tapachula o Tuxtla Gutiérrez, que a mediados de la década de los 1950 aún eran “comunidades cara a cara” es decir, que poseían un capital social denso. También, el caso ilustra la falta de trabajos sociológicos en un estado como el de Chiapas, acaparado por una antropología que sigue enfatizando el análisis de los pueblos indios como si estos estuvieses aislados de la sociedad mayor. La sociología en Chiapas prácticamente es inexistente y lo que pasa por ser sociología es en realidad, antropología. Sugiero revisar el trabajo de Marina Acevedo García, Académicos e Indígenas (UNACH, 2016) para ilustrar la anterior afirmación. Lo mismo sucede con la ciencia política, difícil de aplicar en un contexto como el de los círculos políticos de Chiapas, al borde del analfabetismo más sorprendente. En el caso de una ciudad como Tuxtla Gutiérrez, estamos ante un ejemplo de “pérdida de capital social” desde la perspectiva de Putnam, al diluirse las relaciones cara a cara e incluso desaparecer los espacios públicos comunitarios como el parque central y ser remplazados por las plazas comerciales, que poco permiten la operación de aquellas relaciones sociales cercanas que caracterizaban escenarios como el parque central mencionado. Sin duda, en esta transformación juega un papel importante la demografía, el crecimiento de la población en la ciudad y la destrucción de sitios de reunión y la desaparición de la familiaridad en el trato entre sus habitantes. Pero justo es un proceso que no tenemos documentado y que es, precisamente, un tema de análisis para el sociólogo. Al lado de ello, observamos el planteamiento de Barry Wellman en un libro reciente titulado The new social operating system (2014), que sugiere que asistimos al desplazamiento de la comunidad cara a cara para ver surgir al “individualismo en red” (“network individualism”). Esto es: las comunidades actuales son “redes de lazos interpersonales que proporcionan sociabilidad, apoyo, información, sentido de pertenencia e identidad social”. La anterior opinión le va bien al “face book” y lo que hoy se nombran “redes sociales” que exhiben la necesidad gregaria del ser humano al tiempo que entierran la vida privada. Todos estamos expuestos a una foto de celular, en cualquier circunstancia, y a que la conozca el mundo entero. Lo paradójico es que es eso, precisamente, lo que sustituye a la comunidad, a las relaciones personales, y pone en duda la consistencia de las sociedades actuales. Las protestas y movilizaciones contra el llamado “gasolinazo” son un ejemplo muy actual del poder que tienen las redes sociales y en general, la comunicación por internet, como ya se había demostrado con las llamadas “revoluciones del mundo árabe”. Estos factores tienen consecuencias profundas para las sociedades actuales y en el caso de Chiapas, su falta de documentación académica, señala una falla de las ciencias sociales que tendría que solventarse con investigaciones acerca de los procesos de urbanización en el estado, el creciente uso del internet y sus consecuencias. Va en ello incluso, la pertinencia de las reclamaciones de grupos como el EZLN, y su valoración en un médium social como el que conforman las “redes impersonales” de las que habla Wellman.
Otro aspecto fundamental que apunta Putnam es lo que él llama “el estilo ideológico”, es decir, las formas de razonamiento en el ámbito de la lucha por el poder. El “estilo ideológico” se basa en principios generales, es deductivo y enfatiza la importancia de las ideas configurando visiones utópicas del futuro. Observó Putnam en Italia y en Gran Bretaña, que el “estilo ideológico” está presente en países como Italia (latinos) en mayor medida que en Gran Bretaña (mundo sajón). Ello quiere decir, aunque no lo observe Putnam, que existe un componente cultural que incide en el “estilo ideológico”. Pertinente en el caso de Chiapas es la pregunta, ¿cuál es el estilo ideológico de los círculos de poder? Es decir, cuál es el ámbito de la “cultura política”, la visión construida culturalmente de las luchas por el poder y la participación comunitaria en los asuntos públicos. Con ello denoto que existe una dimensión doble en el ámbito de las creencias políticas, la cognitiva y la emotiva, y ello incide en la conflictividad de una sociedad pluricultural como la de Chiapas. Sin duda, los acontecimientos actuales configuran un momento de inflexión en la sociedad de Chiapas que debe ser advertido por las ciencias sociales.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala, 5 de enero de 2017.
Excelente artículo y muy interesante la propuesta sobre esta falla de las ciencias sociales para analizar la realidad en Chiapas, y prácticamente en otros estados del país. Felicito a «Chiapas paralelo» por su excelente colaborador Andrés Fabregas Puig, sinceramente es extraordinario leer artículos tan bien realizados, con propuesta y originalidad. Gracias.