Inicia la calentura electoral del 2017
Calenturas hay muchas, no cabe duda, pero en México hablar en público o escribir de ella parece haberse ceñido al tema político, o más bien a la forma que adquiere la postulación de candidatos a los distintos cargos de elección popular, aunque la calentura mayor se presente relacionada con los personajes deseosos de optar a la máxima magistratura del país, la Presidencia de la República.
El final del año 2016 ya mostró síntomas de esta enfermedad que eleva los grados corporales de personajes, medios de comunicación y, últimamente, redes sociales. Sin embargo ello no será nada ante la carga de mensajes y discursos a los que seremos sometidos en estos próximos meses.
Debates en los partidos políticos con la finalidad de tener una figura carismática se han hecho presentes, por no decir jaloneos de repercusiones disímiles, y aspirantes independientes, con miembros de peculiar origen y trayectoria, han anticipado el futuro circo electoral, ya ilustrado hoy en día con la aparición de declaraciones de intenciones y críticas a posibles contrincantes.
Al eterno Andrés Manuel López Obrador, ahora desde MORENA, se une el lógico silencio, todavía, del PRI. Además están las dudas del PRD, con Miguel Ángel Mancera a la cabeza, y los estiras y aflojas del PAN, donde todos quieren salir en la foto pero donde con claridad solo la ex primera dama, Margarita Ester Zavala Gómez del Campo, y el poblano Rafael Moreno Valle parecen no cejar en su empeño.
A los anteriores políticos profesionales, y los venideros que llegarán sin duda alguna, se les debe agregar una lista no despreciable de independientes donde aparecen Jaime Rodríguez Calderón, conocido como El Bronco y actual gobernador de Nuevo León, Jorge Castañeda, el ex canciller mexicano con Vicente Fox, o los comunicólogos Pedro Ferriz de Con y Denise Dresser.
Tiempo habrá en el año para reseñar o comentar propuestas o cuestiones vinculadas con estos incipientes, y calientes, miembros de la política nacional, pero tanto calor tal vez impide, o nos impide, pensar que la anticipación de los tiempos electorales no deja de ser un síntoma de alguna enfermedad. Padecimiento conectado, y no deja de ser una opinión, con la extensión del tiempo en que permanece un Presidente de la República ejerciendo su cargo, aunque en México no exista la reelección.
Nuestro país no es el único caso de mandatos de seis años, y también en las Repúblicas del mundo otros oscilan de los cuatro a los cinco, variando la posibilidad de reelección inmediata o postergada, esto último en especial en América Latina. A pesar de todo ello, y que no es momento de analizar por país, lo que no parece discutible es que los desgastes de los últimos Presidentes mexicanos y de sus gabinetes han propiciado esta especie de temblor político a partir del cuarto año, sino antes.
El mundo cambia; la inmediatez y la celeridad en todos los ámbitos del vivir individual y social son tan perceptibles hoy en día que pensar que los tiempos políticos son inamovibles resulta, como mínimo, absurdo. Las leyes, por muy sacrosantas que se consideren, se adecúan a la realidad porque casi siempre van detrás de ella. Tal vez modificar los tiempos de permanencia del Presidente de la República evitaría tanta calentura, al menos política, y dejaría al calentamiento global cualquier otra explicación surrealista para combustiones tan intensas como las que se viven en nuestro suelo.
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