El sueño es una segunda vida
Casa de citas/ 305
El sueño es una segunda vida
Héctor Cortés Mandujano
Antonio Mestre dedicó un libro de notas y ensayos a la persona y la obra del poeta tabasqueño Ramón Bolívar al que tituló Meridiano Butterfly (Gatsby Ediciones, 2015). Mi querido amigo Ramón, Moncho pa’ los cuates, me lo regaló cuando hace poco nos vimos. En él, Mestre cita estos versos de Bolívar (p. 25): “Conozco el mar/ en las noches lo he visto/ masturbándose/ gemir/ convulsionarse/ -escurriendo tibias gotas de espuma/ a lo largo de sus piernas/ luego/ agotado y sudoroso desaparece/ entre la arena”.
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Steve McQueen cuenta una historia lo mismo profunda y cruel que divertida en Los siete magníficos (1960), derivación al western del clásico de Akira Kurosawa. Dice algo así: Un hombre se tira desde un edificio de diez pisos y hasta antes de su estrellamiento inminente lo oyen decir mientras pasa volando en cada piso: “Hasta el momento, todo va bien”.
En otra peli (Bajo el mismo cielo, Aloha, 2015, dirigida por Cameron Crowe) un personaje dice a otro algo que se le podría decir a varios que en cuanto el gobierno los deja de contratar se vuelven “críticos”: “Has vendido tantas veces tu alma, que ya nadie quiere comprártela”.
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Me divierte, a veces, leer sutilezas técnicas que intentan ser divertidas. Dice, por ejemplo, François Rastier, en Semántica interpretativa (Siglo XXI, 2005:14-15): “Ricoeur proponía hace treinta años ‘abrir un frente contra la univocidad eléatica’. Estaríamos dispuestos a seguirlo en esta campaña, pero con la condición expresa de abrir un segundo frente contra el alegorismo paulino”. (¡!)
Aprendí varias cosas leyendo a Rastier, y comparto algunas. En la página 47 tiene un epígrafe de Goethe, que es un bocado exquisito: “Si quieres complacerte en la percepción del todo,/ entonces deberás ver el todo en lo más pequeño”, en la 154 cita una gran línea de Nerval: “El Sueño es una segunda vida”, y una cita más, ésta de Ronsard (p. 217): “La poesía no era, en su comienzo, más que una teología alegórica para hacer entrar en el cerebro de hombres toscos, mediante fábulas gratas y coloridas, los secretos que no podían comprender cuando se descubría la verdad demasiado abiertamente”.
El libro, por supuesto, aborda lo que sugiere el título y en este análisis de palabras y frases toca profundidades (p. 296): “Si digo Mi hijo ello presupone (i) que yo existo, (ii) que mi hijo existe o ha existido. Pero mi existencia, como la de mi hijo, presupone a su vez la de nuestros ascendientes y henos aquí reconducidos repentinamente al big bang o al Paraíso terrenal. […] En suma, la noción de presuposición existencial puede llevar a concluir que toda frase, incluso toda palabra, presupone la existencia de todo el universo”.
Aunque evidentemente el libro propone interpretaciones, Rastier deja en claro que (p. 343) “no existen claves que permitan acceder a la significación de un texto. Un abanico de tales claves no constituye una estrategia. Si se le reduce a un método, el ‘estructuralismo’, incluso aureolado de cientificidad, permite hacer decir a un texto lo que se quiera”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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