Mis trece libros de 2016
Casa de citas/ 304
Mis trece libros de 2016
Héctor Cortés Mandujano
Mi querido amigo Nelson me envió una lista de recomendaciones de varios escritores que, salvo algunas coincidencias, leyeron en este año distintos libros. Lo hizo, además, para hacerme un halago que no repetiré aquí y también para saber si mis gustos coincidían con los de ellos. Y sí, pero sólo con los que, como yo, no leen, en términos generales, las novedades, el libro del momento.
Aunque mi columna semana a semana habla, entre otras cosas, de libros, nunca me había puesto a hacer una lista de los que me parecieron mejores. La hago por primera vez. Llevo una agenda, desde hace mucho, donde anoto los libros leídos y las películas vistas, de modo que fue revisar la lista mensual y de allí escoger los (no diez) 13 siguientes, porque 13 libros fue mi promedio de lecturas por mes. Enero aportó dos:
- El mago de Viena, de Sergio Pitol. Es un libro al que ha llegado este gran narrador mexicano luego de hacer traducciones imperdibles, cuentos ejemplares y novelas potentes. Junto con El arte de la fuga y El viaje hacen un tríptico (Trilogía de la memoria lo llamaron en su publicación conjunta) donde se conjugan el diario de viajes, las notas autobiográficas, la crítica literaria, el ensayo… En El mago…, dice Pitol, se encuentra la totalidad de su «inteligencia y habilidad literaria», según lo declaró a Armando G. Tejada, en La Jornada.
- Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski. Es una novela que, si se le ve por el lado de la historia, no tiene peros: un ejército de niños sólo armados de la seguridad de su líder niño, Santiago, que van caminando sin ver hasta Jerusalén para liberar el sepulcro solitario de Jesús de manos de los turcos infieles; y si le ve por la estructura es una apuesta ganada: está escrita en dos oraciones; una larguísima, separada sólo por comas, que dura más de cien páginas y concluye con punto y aparte, y la otra muy breve, que es el final de la historia.
- El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. Es una novela breve, inteligente, lúdica, donde se aprende de tolerancia, capacidad de sobrevivencia, humanidad, y se nos recuerda lo maravillosos que podemos llegar a ser. Ha tenido una fortuna internacional en su conversión al teatro y es un libro popular, lo que pone ceñudos a los puristas. Es un gozo leerla.
- Lady Barberina, de Henry James. Esta es una recomendación sobre seguro. Cualquier libro de Henry James vale la pena. Ésta me llegó como milagro en una librería de Mérida, Yucatán, en una edición lujosa y perfecta.
- Los Lusíadas, de Luis Camoens, fue un regalo de mi amigo Sarelly Martínez. Mi ejemplar es una joya editada en Madrid, en 1887. Los Lusíadas es uno de los grandes poemas universales y el mayor de la literatura portuguesa, lo que hace débil cualquier otro dato.
- Acerca de los pájaros, de António Lobo Antunes. Es la tercera de sus novelas y es la primera, dice él, que no le da vergüenza. Hay una historia no tan críptica y su desarrollo no se aparta tanto, como en las demás de Lobo, de las instancias narrativas más o menos conocidas. Tal vez ésta es la que recomendaría a quien deseara hincarle el diente a este genial y complejo
autor.
- Instrucciones para un descenso al infierno, de Doris Lessing. Esta autora es una de mis favoritas. En esta novela prescinde de un narrador convencional y cede la voz a documentos, cartas, trascripción de charlas médicas. Un poco más allá de las cien páginas, es casi de 300, la historia comienza a ser inteligible, porque está basada en los recuerdos, tal vez falsos, de un hombre que no recuerda quién es.
- Zen y el arte de la mantención de la motocicleta, de Robert M. Pirsig. Publicado en Estados Unidos en 1974, este ha sido considerado el libro de filosofía más leído de todos los tiempos. En más de 400 páginas cuenta el viaje del narrador, y otros, por varias ciudades norteamericanas. Pero lo central es lo que piensa este hombre, Pirsig, que estuvo en un hospital siquiátrico y cuyas disertaciones son a veces contradichas o interrumpidas por un alter ego que lleva puesto dentro de la cabeza: Fedro.
- Fantasmas de la China y del Japón, de Lafcadio Hearn. Mi ejemplar es una bella edición de 1950. Fue el primer libro de Lafcadio, en 1887, un maestro total, quien, como si este libro lo hubiera predicho, se casó con una japonesa, se nacionalizó japonés y se cambió hasta el nombre. Murió, antes de escribir libros en ese idioma, como Yakumo Koizumi. En los dos mundos siguió siendo un gran escritor.
- Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell. Es el hermano menor de Lawrence Durrell, autor del clásico Cuarteto de Alejandría (cuatro novelas soberbias). Gerald es divertidísimo. Me reí a carcajadas leyéndolo, pero no es superficial, y su pasión de niño por los animales y la naturaleza lo llevó de adulto a ser un gran defensor de los animales, del ambiente, de la tierra.
- El don de la vida, de Fernando Vallejo. Este autor colombiano y avecindado en México desde hace mucho no decepciona en ninguno de sus libros. Son una delicia por su sabiduría lingüística, por su conocimiento literario, por su originalidad. Son, también, crueles, hirientes, divertidos.
- Samuel Beckett, de Georg Hensel. Este es un libro serio, sobrio, que mezcla lo biográfico con lo bibliográfico. Análisis puntual y conocimiento expuesto sin rimbombancias, que omite su producción prosística y se concentra en su teatro, sus textos para radio, video y cine.
- Virginia Woolf, de Quentin Bell. La Woolf es, por encima de cualquiera, mi escritora favorita y esta biografía hecha por su sobrino, hijo de su hermana Vanessa, es una lección de cómo debe hacerse las historias de vida, especialmente si hablamos de alguien tan cercano a nosotros.
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