De lenguajes y retóricas políticas
Estamos acostumbrados al lenguaje utilizado por servidores públicos o ciudadanos que hacen política en otras trincheras, no cabe duda, y es tal esa condición rutinaria que si existieran otras formas de comunicación, en su envoltura y contenido, la sorpresa sería extraordinaria. De ahí que cuasi, para no ser rotundo, estoy cierto que un cambio propiciaría un rechazo absoluto o una adhesión novedosa.
Leer el libro La esfera pública y la sociedad civil, autoría de Víctor Pérez-Díaz, y publicado a finales del siglo pasado, ayuda a reflexionar sobre esta circunstancia sobre todo cuando recuerda que el lenguaje estructurado con estereotipos repetidos por los representantes de partidos políticos, en la sociedad contemporánea, resulta similar al que aparece en decretos gubernamentales que se reproducen en boletines o diarios oficiales; un lenguaje muerto pero que refleja las inercias de las instituciones de gobierno y las representaciones rituales de sus representantes.
Lo curioso de su consideración, y aunque suene políticamente incorrecto, es que esta misma manera de construir la comunicación entre emisores y receptores puede reproducirse en los movimientos sociales considerados la contraparte del poder al que desean replicar y contradecir. Es decir, que desde esta perspectiva, y siguiendo a Víctor Pérez-Díaz, estarían vacunados con el mismo modelo.
Lo anterior, lógicamente, es capaz de causar disgusto entre quienes consideran que los enfrentamientos con los representantes de las instituciones del Estado, en el gobierno en turno, resultan novedosos simplemente con contradecir lo expresado por los políticos que ostentan el poder dentro del modelo de democracia representativa. Sin embargo, y si se sigue el razonamiento expresado, el diseño del lenguaje sería similar, con las diferencias establecidas por las expresiones utilizadas.
Especialistas en estas temáticas tendrán más capacidad que su servidor para hablar e interpretar estas afirmaciones, aunque creo imposible descartar el proceder ritual de esos lenguajes, de ahí que cualquier soplo de aire fresco provoque rechazo o devoción. En los exámenes del discurso político, tanto nacionales como internacionales, se debe tomar en cuenta esa condición que ayudaría a entender la aparición de personajes que muchos llaman arribistas o populistas. Lo nuevo incomoda o deslumbra, pero en los análisis políticos habrá que dejar las repeticiones para dar un paso más allá; lo contrario significa crear interpretaciones a imagen y semejanza de lo indagado.
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