¿Revolución?

Desfile del 20 de noviembre. Foto: Icoso

Desfile del 20 de noviembre. Foto: Icoso

Celebramos con día de asueto, desfile y pachanga los actos rebeldes de quienes hartos de su condición, optaron por luchar contra quienes les oprimían o coartaban su libertad en 1910. Al menos ese es el mensaje recibido por la herencia educativa en nuestro país, no dudo que la versión oficial de la historia esté matizada por los gobiernos, sin embargo pueden reconocerse dos hechos simples e incuestionables, que si tuviéramos tantita de congruencia, los futuros mexicanos tendrían qué haber aprendido que el 2016 fue el año decisivo para un nuevo México.

Los dos hechos innegables de la revolución mexicana son:

  1. Un gobierno que se sostiene por la manipulación de las instituciones encargadas de garantizar la justicia y la equidad, siempre será repudiado y eventualmente causará la respuesta antagónica del pueblo.
  2. La única manera de sacudirse de ese tipo gobierno es a través de acciones organizadas del pueblo contra las instituciones que legalizaban el abuso del poder.

 

¿Notan alguna coincidencia con la situación actual de México?

Es posible que la comparación no sea justa si contrastamos ambas realidades, pero sí estoy seguro que estamos ante una crisis de credibilidad institucional sin precedentes.

Podríamos encuestar a los mexicanos y con seguridad encontraríamos que el 100% tendría dudas de la impartición de justicia ante una denuncia, sin considerar la mediación de influencias. O cuantos podríamos asegurar que el ejercicio del dinero público es transparente; quién metería la mano al fuego por un legislador que no haya involucrado intereses particulares en sus participaciones y así podemos recorrer el largo y sinuoso camino de las instituciones públicas en México y encontraremos la forma específica de corrupción e impunidad en cada una de ellas.

La pregunta del millón es: ¿y qué esperan los mexicanos para iniciar una revolución?

El hartazgo no ha colmado la casi infinita tolerancia de nuestros compatriotas; el egoísmo de beneficiarnos, aunque sea un poco, de las instancias corruptas se hizo costumbre; ver la constante violencia, el abuso de autoridad y la impunidad nos ha hecho insensibles.

Nos hemos convertido en una masa tan maleable que nos adecuamos al molde que nos impongan, sin oponer resistencia, estamos a merced de quienes han decidido beneficiarse de todo lo que el país tenga como recurso viable para beneficios propios.

Con esa actitud tan cómoda y pasiva, somos la población perfecta para que prevalezcan los malos gobiernos; mientras logren darle a los ciudadanos la dosis de entretenimiento y confort, seguiremos en esta degradación acelerada y continua.

No sé cuál sea el tope, otros le llaman fondo, pero a México se lo lleva la tristeza y no surge el o los que encabecen la revolución que le devuelva la vida y dignidad a nuestra patria querida.

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