Mitos y leyendas lacandonas I
Seguramente es sabido por todos, que en Chiapas las áreas geográficas y las realidades económicas, sociales, culturales y políticas más estudiadas, desde la investigación científica y la academia, son las de los pueblos y comunidades indias. Zoques, tzotziles, tzeltales, choles, lacandonas, tojolabales, mochós, chujes, mames y jakaltecas. Las últimas tres, estudiadas especialmente desde la perspectiva de Guatemala, pues ahí se conservan la mayor parte de sus asentamientos. Los mochós de Motozintla, debido a su desconocimiento y escasas investigaciones sobre ellos, ahora mismo desaparecen junto con su lengua, su cosmovisión, sus conocimientos y cultura, mientras los lacandones —900 aproximadamente, en 2015— se debaten entre la desaparición y la confusión (aculturación e inculturación de por medio) con los diversos pueblos mestizos, tzotziles, tzeltales, choles y tojolabales que pueblan su antigua selva.
Los lacandones fueron estudiados por gran cantidad de viajeros y especialistas, aunque substancialmente por Alfred Tozer, antropólogo harvardiano, Jacques y Georgette Soustelle, etnólogos franceses, los humanistas Franz y Gertrude Blom, los religiosos Philip y Mary Baer, el antropólogo mexicano Alfonso Villa Rojas, el etnólogo belga Didier Boremanse, el historiador Jan de Vos de la misma nacionalidad, y el etnólogo y lingüista norteamericano Robert D. Bruce. Todos ellos interesados en sus creencias, mitos y en general, su religión, dadas sus conexiones con el mundo maya.
Debido al trabajo de compilación de los mitos y leyendas contemporáneas de los pueblos de Chiapas, que realizamos desde hace algún tiempo, sé de la existencia del texto El libro de Chan K’in, escrito por Robert D. Bruce (1974. México: INAH y SEP, Colección científica Núm. 12. Lingüística. 385 pp.), en donde se describen a detalle las leyendas lacandonas, mismo que hasta la fecha me ha sido inaccesible. Sin embargo, ¡Oh divinidades benignas! Recién me he topado en algún puesto de libros usados de alguna feria bibliográfica, con el segundo texto valioso del autor, sobre el tema, que, naturalmente he comprado, al precio de quedarme sin lo suficiente para volver a casa. Se trata de Los últimos señores de Palenque, firmado por Víctor Perera y Robert D. Bruce (1982. México: Argos Vergara, Barcelona. 424 pp.).
El libro constituye una extensa crónica que va de 1977 a 1978. Sobre las últimas temporadas de convivencia de los autores con la comunidad de Najá y en particular con Chan K’in y su familia, él, probablemente último verdadero chamán instruido entre los lacandones. Todo ello soportado en la vasta experiencia de Robert D. Bruce, quien durante más de diez años (1957-1970) vive casi ininterrumpidamente en y con la comunidad. Reviso el libro aludido, línea a línea, e intento formalizar la narración de las leyendas que ahí se encuentran, aunque de modo inconexo. Identifico los segmentos dispersos, los separo cuidadosamente, distingo el o los temas centrales de las historias y vuelvo a estructurarlos, buscando en todo caso su coherencia. He aquí el trabajo de recomposición realizado, de frente a la compilación en proceso.
Yum Äh Say. Señor de las Hormigas. Hace mucho tiempo hubo un hombre, un Antiguo Lacandón, que fue a su milpa y la encontró sin maíz, ni frijoles ni calabazas. Vio cómo las hormigas-cortadoras-de-hojas se llevaban lo que quedaba de su cosecha, y se puso a recoger las vainas de maíz desperdigadas por el suelo. Con ellas hizo un fuego para matar a las hormigas. Entonces se le apareció algo semejante a un hombre que en realidad era Yum Äh Say, el Señor-de-las-Hormigas-Cortadoras-de-Hojas, y le preguntó:
— ¿Por qué estás quemando a los míos? —El hombre respondió: —Porque han devastado mi milpa y ahora no tendré nada para comer. Mira. Ahí va una que se lleva el último de mis granos de maíz y… ¿Ahora qué voy a comer? ¿Acaso no merezco respeto?
El Señor de las Hormigas le contestó: Desde luego. Eres digno de respeto. Ahora vete y vuelve dentro de tres días. Cuando el hombre regresó al cabo de los tres días, encontró su milpa, [aunque] mejor que nunca. Con mucho maíz, frijoles, calabazas, chile. Estaba muy contento ya que ahora él y su familia tendrían mucho para comer. Pero al año siguiente, el hombre recordó todo el trabajo necesario para cultivar su milpa y decidió preparar una muy pequeña. Poco tiempo después, cuando ya casi estaba crecida, puso maíz, tortillas y caldo de maíz a un lado del sendero de las hormigas-cortadoras-de-hojas.
Cuando éstas empezaron a apoderarse de la comida, les prendió fuego hasta que Yum Äh Say se le apareció nuevamente. Entonces el hombre le dijo: Mira. Se están llevando mi comida, ¿y ahora qué voy a comer? ¿Acaso no merezco respeto? [La divinidad] le contestó igual: Sí. Eres digno de respeto. Vete y vuelve dentro de tres días. El hombre estaba feliz, pensando que le harían todo su trabajo, y cuando volvió al cabo de los tres días, encontró una gran milpa con unas gigantescas mazorcas de maíz. Sólo que… cuando quiso agarrarlas descubrió que no eran mazorcas sino nidos de avispas.
Por todas partes, [desde] cada planta de maíz ¡Hwuum! las avispas se arrojaron sobre él y lo picaron de la cabeza a los pies. Escapó corriendo y después tuvo mucha hambre porque se había quedado sin milpa y no tenía nada para comer.
Cuando el mundo sea destruido. Cuando venga el día del juicio y el mundo sea destruido… Hachäkyum cortará las cabezas de sus criaturas, para determinar sus valores personales. Las mujeres encinta o en período de menstruación serán inmediatamente eliminadas debido a su sangre contaminada. [Por esta razón] durante la ceremonia de renovación de los incensarios, los maridos de [las mujeres que menstrúan] no están autorizados a participar, pues se cree que también están contaminados.
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