El mundo después del triunfo de Donald Trump; entre el ludismo y el fascismo
Definitivamente Trump; más que empresario exitoso o político, al embarcase en la empresa de su vida -la presidencia de Estados Unidos- ha hecho aflorar su verdadera personalidad; la de un agitador social.
Un agitador social que probablemente cambie el escenario americano y también el global.
Preocupante, porque las lecciones de la historia con los agitadores sociales son dos: o desaparecen como llegaron o traen la comida hoy, pero el hambre mañana.
A los americanos -y al mundo entero- de repente les sucedió lo que a Rip Van Winkle; el personaje del famoso cuento de Washington Irving que se interna en el bosque, se duerme y veinte años después despierta para descubrir un mundo completamente diferente.
Usando la parábola de Rip Van Winkle; los americanos al igual que el mundo entero; de pronto se dieron cuenta que también vivían en un mundo desigual y que tenían que adaptarse a él. Pero la realidad demuestra que desde hace quince años; la democracia en el mundo ha tenido un serio retroceso y hoy los americanos se suben a una ola que ya es mundial.
La revista Foreign Affairs reporta que en ese periodo, 27 países han sufrido un retroceso democrático y el autoritarismo ha estado latente. Además de que el saldo en materia económica de las democracias mundiales ha sido decepcionante.
En ese sentido, si se pudieran medir esos retrocesos; esos serían en materia de derechos políticos, de libertades individuales y en la transparencia del ejercicio gubernamental.
Pero de pronto, los americanos se dieron cuenta que en ese retroceso mundial, también llevaban su parte y el mundo se dio cuenta de que en el país más moderno del mundo, también esos males se sufrían.
Si en México y en otras partes del mundo con niveles de desarrollo igual al nuestro sabíamos que la raza, la religión, las clases sociales y algunas otras cosas; son los ingredientes principales para la polarización de la sociedad porque nuestras instituciones son cualquier cosa, menos democráticas; de pronto nos dimos cuenta que esa polarización también es posible en el mundo desarrollado, aún con instituciones modernas.
Y es que la democracia, convive con el modelo económico del neoliberalismo; que se supone promueve las libertades individuales por sobre las colectivas del socialismo. El problema es que el neoliberalismo es un modelo económico excluyente.
Desde su época de oro -la que llegó luego de su independencia- Estados Unidos no ha parado en su influencia y -dominio- económico y político mundial hasta llegar a ser una de las democracias actuales más antiguas del mundo, la economía planetaria más rica y tierra de oportunidades para los migrantes de cualquier parte.
Esa dominación no es nueva. Trump intenta poner una nueva agenda mundial. El problema es que esa nueva agenda ha generado descontentos en Estados Unidos desde el día mismo de las elecciones y hoy el mundo ve a un país poderoso, pero dividido. Y probablemente arrastrado hacia un precipicio social y económico si Trump no cambia en algunas de sus posiciones políticas más radicales.
México también ve a un país poderoso, pero dividido. El problema es que con más alarma que otros países del mundo, por la vecindad, por las relaciones comerciales y porque para Trump, todos los mexicanos somos el enemigo público número uno de los Estados Unidos y parte central de la plataforma política que le permitió ganar la presidencia americana.
Según Trump, renegociará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte TLC; ello impactará sobre la economía mexicana, porque el 80 por ciento de nuestro comercio es con Estados Unidos, cancelará el apoyo federal a las ciudades cuyas leyes toleran a los inmigrantes ilegales, deportará dos millones de inmigrantes: impondrá impuestos a las empresas para que no produzcan fuera de Estados Unidos, cuando muchas tienen asiento en suelo mexicano; y la estocada final; hará un muro entre las fronteras de las dos naciones.
Las alarmas mexicanas se han prendido ante semejante plataforma política; nuestra moneda es lo que ha resentido esa presión. Pero habría que decir que no solo es por Trump; es también por el mediocre manejo económico mexicano cuyos responsables de la conducción económica no han sabido sortear un escenario externo que ciertamente ha sido adverso. Pero tampoco se han entregado buenas cuentas económicas con un entorno internacional idóneo.
Hoy la tormenta es perfecta porque los precios del petróleo están muy bajos, porque el mundo luego de la crisis del 2007 sigue con crecimiento económico lento y el desempeño gubernamental federal no les otorga a los inversionistas internacionales la confianza suficiente para invertir en México.
Trump, solo llegó a agravar aún más la crisis mexicana. No es el causante ni el origen de nuestras crisis. Pero es el detonante para que la crisis nacional persista y siga persistiendo con mayor gravedad si no hay nada que la detenga durante los años que Donald Trump ocupe la Casa Blanca.
En el mundo también hay incertidumbre, Trump ha dicho que cancelará el Acuerdo de Asociación Transpacífico ((TPP). El TPP, con influencia en más de una docena de países y aproximadamente un tercio del comercio mundial, sería un acuerdo clave para disminuir tarifas y aranceles comerciales, pero en realidad era un contrapeso a la influencia comercial mundial China.
Las amenazas de Trump de aumentar los aranceles a los productos que lleguen a suelo americano desde México y China encontrará la oposición de los enormes corporativos americanos que tienen diseminadas por el mundo sus líneas de producción para pagar salarios bajos y vender productos baratos en Estados Unidos.
Es decir, su promesa de campaña afectará la cadena de suministros globales cuyos pagos de salarios bajos en otros países beneficia el consumo americano porque ofrecen precios más bajos, así de simple. Definitivamente eso desatará una guerra comercial global, porque habrá que ver que piensa por ejemplo la Organización Mundial del Comercio de las medidas que quiere implementar Trump. Esa guerra comercial global tarde o temprano será resentida por los bolsillos del consumidor americano.
Trump llega al poder para intentar imponer otra vez la voluntad americana sobre el mundo; el problema es que el mundo ya no es como lo imaginaron muchos americanos. Ahora es plural, con conectividad y aspiraciones democráticas. Además de con otros actores globales.
La “Pax Americana” ya no existe, porque hay más actores con alcance global, como China y Rusia. Pero Trump hizo resurgir un país xenófobo, racista y egoísta. Y con otra cosa que también es igual de peor: quiere ocultar la parte que le ha dado brillo internacional y que tiene a ese país como líder mundial; la capacidad de innovación.
Trump quiere destruirla. A la usanza de Ned Ludd, el líder de aquellos obreros ingleses llamados “luditas” que en el siglo XIX intentaron detener del avance tecnológico destruyendo las máquinas de hilar, Trump busca acabar con lo más preciado del pueblo americano; su capacidad de innovación.
Ned Ludd y sus seguidores solo buscaban tener mejor posición para negociar mejores salarios y condiciones laborales ante el avance de lo que hoy sabemos era la Revolución Industrial.
Lo que Trump busca no lo sabemos porque es impredecible.
Es cierto que el cambio tecnológico repercute sobre los niveles de empleo en el corto plazo, pero ese cambio tecnológico es lo que le está quitando el empleo a los americanos, no los mexicanos. Y es un asunto probado que el progreso ayuda a aumentar la riqueza general de la sociedad.
Si Trump no entiende que Estados Unidos ha recogido los frutos del progreso tecnológico como ninguna otra nación en la historia humana; probablemente vaya hacia una espiral de la que no podrá salir. Probablemente aumente su populismo, su ira, su xenofobia y probablemente también el de una sociedad americana que sigue un espejismo que la aleja de su historial innovador.
La ira lleva al populismo, el populismo al culto de la personalidad, eso al fascismo y esto último a la intolerancia y la violencia. Las perspectivas no son halagadoras y México las resentirá, más temprano que otras naciones del mundo.
El mundo pende de un hilo. Porque desde la caída del Muro de Berlín, Estados Unidos no tenía competidores; ahora los tiene y buscan también el protagonismo internacional, China y Rusia juegan ya su propio juego, y como danzante tenebroso, el terrorismo internacional también crece. Con ellos convive Trump.
Correo: geracouti@hotmail.com
Twitter: GerardoCoutiño
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