El fenómeno Javier Duarte ¿ya vimos lo peor?
Crece el fenómeno de la corrupción de Javier Duarte y el brazo justiciero del país no lo alcanza. El boquete que le deja a las finanzas públicas jarochas es impresionante y poco a poco se descubre, como también fue impresionante la impunidad de la que gozó en sus casi seis años de gobierno.
Increíble su impunidad, increíble por supuesto también la poca capacidad de las instituciones judiciales nacionales para no ubicarlo y dejarlo desaparecer.
Para decepcionar también la actuación del Presidente Peña Nieto quien ante las acusaciones de corrupción que han indignado al país dijo hace pocos días -refiriéndose a Javier Duarte- que “cada uno es responsable de sus actos”.
Evidentemente que en una primera instancia, esto es así. Pero al Presidente se le olvida que Javier Duarte era el gobernador de un estado y que sus decisiones y omisiones afectan a millones de personas. Por ello debió decir públicamente que Duarte sería castigado por las leyes mexicanas.
Pero menudo lío en que se encuentra la administración pública de Veracruz porque la gubernatura pronto cambia de manos y de partido político. Ante el desastre, el todavía gobernador electo condiciona el inicio de la entrega-recepción -que tiene que hacerse por ley- al pago de los adeudos contraídos por la administración de Javier Duarte de Ochoa.
Con seguridad, la federación no diseñará un programa especial para el rescate financiero de Veracruz; no lo hará porque sin recursos financieros, la belicosidad del hoy gobernador electo Yunes Linares se irá apagando.
A cambio probablemente lo dejen perseguir con todo a Duarte de Ochoa. Es el “turno al bat” de Yunes Linares y probablemente irá con todo.
Peña Nieto, acostumbrado a ver todo desde arriba, es obvio que está impregnado de insensibilidad y conocimiento de la vida cotidiana de los mexicanos. Es un político de reacción y no de acción. Actúa solo cuando los hechos están consumados y no para prevenirlos.
Debería de saber que la salud macroeconómica del país -que también está en entredicho- poco nos importa a los ciudadanos comunes y corrientes.
Lo que queremos es que entienda que la corrupción en México es un problema serio. Que tal como lo describen numerosos estudios de organismos sociales e incluso gubernamentales; la corrupción tiene sus causas, genera certezas y percepciones negativas para el crecimiento económico, se genera frecuentemente y tiene sus costos sociales y económicos.
Su combate debe de ser política de Estado y en México nunca ha sido así.
Desde nuestra vida democrática, los organismos y las leyes anticorrupción siempre han estado supeditados a los deseos, las fobias y las persecuciones políticas del presidente y los gobernadores en turno. Nunca han sido mecanismos ciudadanos.
Por eso lo inevitable; en materia de corrupción, el gobierno es juez y parte.
En ello el gobierno de Peña Nieto ha sido maestro. No castiga la impunidad de gobernadores, lleno de conflictos de intereses, solo reacciona cuando la efervescencia social en las redes sociales se acumula. Confunde percepción con realidad, cuando en la peculiar política mexicana, percepción y realidad es casi lo mismo.
Incluso, cuando realiza una declaración sobre cualquier tema, a Peña Nieto lo tunden las redes sociales.
Sus dichos y acciones no son lo que el país necesita.
“Ya sé que no aplauden”, memorable también fue cuando defendió a la hoy Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles con un “Rosario; no te preocupes”. Y muchas más ya para el anecdotario político mexicano.
Pero sus dichos son igualmente graves como lo son sus acciones.
En este sentido hace unos días; a propuesta de Peña Nieto, México tiene un nuevo Procurador que será “fiscal” por nueve años.
A todas luces ese nombramiento fue realizado beneficiando a una persona que tiene un pasado partidista; pero además su largo periodo a al frente de la fiscalía nacional hará que sea el garante de la protección judicial de Peña Nieto y por lo menos de quien lo suceda en los Pinos.
¿Por qué la aprobación fue por fast track?
¿Por qué no se opusieron los partidos políticos?
Hubo fast track y no se opusieron los partidos políticos, porque la política mexicana es de cuotas para aparentar que nuestras instituciones tienen autonomía. Pero en realidad la clase política se termina protegiendo unos con otros.
Javier Duarte es el que ya nadie quiere proteger o a quien ya no conviene proteger. Es el político que más excesos se le han demostrado; no el único que los tiene.
¿Ahora bien; porqué Duarte llegó hacia esos niveles de corrupción?
Aventuro una certeza y una hipótesis:
Aquí la certeza:
Falta lo peor; porque los esquemas corruptos de la clase política mexicana están firmes e intactos a pesar de la suerte de Javier Duarte.
Aquí la hipótesis:
En ese escenario, valdría la pena pensar sobre el cómo inician los excesos, la impunidad y la corrupción de los gobernadores mexicanos; porque habrá que recordar que hay muchos gobernadores que quedaron impunes; en el caso de Chiapas es Juan Sabines Guerrero.
Con la alternancia mexicana, los gobernadores priistas perdieron a su líder nacional -el presidente de la república- y por eso, al saber que era probable que no entregarían cuentas al primer priista de la nación; muchos enarbolando el federalismo y la descentralización, apoyaron a Vicente Fox.
Cuando el PRI se lanza en campaña con Peña Nieto a recuperar Los Pinos, era obvio que no habría acceso ilimitado a los recursos gubernamentales federales para recuperar la presidencia; esos los tenía el PAN. Los demás partidos políticos solo tenían acceso a las prerrogativas electorales.
Lo que no tenía el PAN era a un político carismático que enfrentara a Peña Nieto. Los dos sucesivos gobiernos panistas se fueron desdibujando, el de Fox en ocurrencias y el de Calderón en el desgaste de la guerra contra el narcotráfico y la inseguridad, de paso arrollaron pocos beneficios a la alternancia democrática.
Peña Nieto entonces lo que tenía que hacer era apoyarse en los gobernadores para tener acceso a los recursos ilimitados. Habrá que recordar que Duarte de Ochoa fue quien destapó a Peña Nieto en un evento.
¿Qué ofreció Peña Nieto a cambio del apoyo financiero? Seguramente impunidad. Esa de que ya goza por ejemplo Juan Sabines Guerrero.
¿Por qué tengo la certeza de que lo peor de la corrupción mexicana no termina con Duarte?
Porque el esquema de alternancia política no ha cambiado. De ello dan cuenta los “adelantados” en busca de la Presidencia nacional.
¿Qué pasa si los gobernadores no le ven prospectiva de ganador al candidato de su partido político?
¿Qué pasa si no “prende” el candidato priista a la presidencia nacional?
Al revés; ¿qué pasa si no “prende” el candidato panista?
¿Qué harán los gobernadores de uno y otro partido?
Seguramente apoyarán al del partido contrario que le vean más posibilidades para tener impunidad. Y obvio; los recursos no saldrán de su bolsa; saldrán del erario público.
¿Qué hacer con los “adelantados”, por ejemplo Rafael Moreno Valle de Puebla?
Por lo pronto arroparlos, apoyarlos, ya después se verá su suerte. Pero cualquier evento, cualquier mitin y cualquier publicidad requieren recursos financieros en su organización y logística y esos recursos evidentemente no saldrán del bolsillo de Moreno Valle.
El esquema que permitió la impunidad a Duarte de Ochoa está intacto y se repetirá en vísperas de las elecciones del 2018. Pronto aparecerán excesos de los gobernadores actuales.
Lo trágico es que la federación seguramente le negará al pueblo jarocho los recursos que su ex gobernador se llevó. Trágico es también que la justicia no lo alcance.
Viene lo peor para todos los estados del país y sus habitantes. La clase política no lo entiende.
Por lo pronto, los priistas se han convertido en lo que el ex presidente Adolfo López Mateos sentenciaba:
“La Revolución Mexicana fue la Revolución perfecta, pues al rico lo hizo pobre, al pobre lo hizo pendejo, al pendejo lo hizo político y al político lo hizo rico.”
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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