El Ayuntamiento tuxtleco vendiendo espejitos a los ciudadanos
Cualquiera que haya visitado Medellín, la ciudad colombiana centro cultural y sociopolítico de la región conocida como de los “paisas”, sabrá que hoy tiene un rostro completamente diferente al de las décadas de los 80´s y principios de los 90´s del siglo pasado, cuando era asolada por las bandas de narcotraficantes lideradas por el legendario capo Pablo Escobar Gaviria.
La transformación fue posible por el hartazgo ciudadano ante tanta violencia, por la continuidad de los proyectos de las sucesivas alcaldías, por la vigilancia constante y participación de los empresarios locales y también por la participación activa de los ciudadanos en proyectos innovadores.
Sorprende la transformación si se toma en cuenta las tragedias sociales y humanas que los “paisas” tuvieron que sufrir con la violencia del narcotráfico, donde hubo más de seis mil homicidios por año en una ciudad de solo 2.4 millones de habitantes. Sorprende también si además uno se entera que esa transformación surgió precisamente en esos años de violencia y que la innovación puesta en marcha no ha parado.
Inevitable pensar en Tuxtla. Inevitable pensar que sin necesidad de guerra y violencia por el crimen organizado, Tuxtla está destruida y sin rumbo.
Ineludible también pensar en que Tuxtla no ofrece las condiciones de gobernabilidad para que los empresarios inviertan en proyectos innovadores que contribuyan a la creación de empleos locales. Prácticamente se ha caído en un círculo vicioso en donde los empresarios no quieren invertir porque no hay condiciones para ello, y no hay condiciones para ello porque los empresarios no quieren invertir.
Tuxtla tiene continuidad, pero, en contraste con Medellín, esta continuidad es la de gobiernos fallidos, en ocurrencias, en obras de relumbrón y en una opacidad presupuestal que no ayuda a los ciudadanos a conocer qué hacen con el dinero de sus contribuciones.
A diferencia de Medellín, donde parte de su bonanza se debe a la inversión de la iniciativa privada, en Tuxtla muchos empresarios tienen cargos públicos y utilizan estas posiciones para favorecer sus negocios personales. Y muchos servidores públicos se hacen empresarios para participar de estos negocios, utilizando sin pudor a prestanombres.
Si se quiere un Tuxtla próspero, no se pude permitir -porque de entrada implica conflictos de interés-, que los empresarios tuxtlecos, a pesar del derecho que tienen de participar en política, utilicen su cargo para realizar negocios personales como se le ha acusado a algunos regidores de la comuna.
¿Simulación o viajes de placer?
La actual administración pública municipal tiene poco más de un año en funciones, pero previo a las elecciones del 2015, un grupo de actuales funcionarios municipales tuxtlecos, fueron a Medellín a conocer la experiencia “paisa” en materia de innovación, desarrollo urbano, y todo lo que ha hecho de Medellín una ciudad modelo Latinoamérica.
El propio presidente municipal y entonces candidato a la alcaldía, financió el viaje. El problema es que a más de un año de distancia, la realidad tuxtleca sigue igual o peor.
¿A que fueron entonces?
¿De paseo y turismo académico-administrativo?
Más que un viaje de aprendizaje, este grupo de amigos fueron de turistas. Pues en el Plan Municipal de Desarrollo no hay nada plasmado que se asemeje a las políticas públicas que se han desarrollado en esa ciudad colombiana.
Pero para los miembros de la comuna tuxtleca todas son cuentas alegres. Ayer mismo; en el marco de la 95 Sesión Ordinaria del Consejo Consultivo Ciudadano -de las que los ciudadanos de a pie no estamos enterados- el presidente Castellanos Cal y Mayor revisó los indicadores del observatorio ciudadano denominado “Alcalde ¿Cómo vamos?” impulsado por 19 organizaciones empresariales y civiles.
El boletín oficial señala que Castellanos Cal y Mayor revisó los avances obtenidos en indicadores como seguridad, transparencia, comunidad y gobierno eficiente, que integran la «iniciativa ciudadana» con el objetivo de evaluar los indicadores bajo el sistema de semaforización de la administración pública actual.
Buscando desesperadamente la legitimación -que en la percepción ciudadana no existe- hoy mismo otra «organización ciudadana» afín a Fernando Castellanos presentará los resultados de una evaluación. Quieren a toda costa darle un tinte «ciudadano» e independiente a algo que no lo es, porque hay una vinculación que ni la organización ni el alcalde capitalino la pueden ocultar.
Evaluaciones independientes
Viajes de «consulta» al extranjero y organizaciones que se prestan a la simulación no son suficientes para ocultar dos indicadores contundentes.
Primero, que el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), uno de los “tanques de pensamiento” más influyentes de México, prácticamente tiene reprobado al Ayuntamiento Tuxtleco -y de otras ciudades chiapanecas, en sus indicadores en materia de transparencia e información a la ciudadanía del gasto público.
Según el IMCO, con datos al 2015, Tuxtla ocupa el lugar 331 de 443 ciudades mexicanas evaluadas, y en todos los rubros palidece si se le compara con los primeros lugares del ejercicio que realizó.
Si hubiera sido honesta, al revisar los indicadores presentados ante el observatorio ciudadano denominado “Alcalde ¿Cómo vamos? la Alcaldía tuxtleca debió de reconocer que existen un panorama desolador de la administración capitalina.
La realidad tuxtleca
Conociendo la realidad que se palpa todos los días en una ciudad que parece haber sufrido un intenso bombardeo por los baches, conociendo también que no hay inversión privada porque la ciudad no es atractiva para la gran industria, la Alcaldía tuxtleca debió reconocer las fallas.
Pero conociendo también la frivolidad del alcalde, seguramente su equipo de trabajo le presentó cuentas alegres.
Lo segundo que olvidan en la comuna tuxtleca es que pueden ser muchas y muy variadas las organizaciones empresariales y civiles que validen una propuesta de indicadores de medición del desempeño gubernamental. Pero esta evaluación debe de estar en manos de ciudadanos que no tengan conflictos de interés ni compromisos económicos y políticos.
El peligro de que solamente las cámaras empresariales y organismos civiles evalúen el trabajo de una alcaldía, es que con ello se caiga en conflictos de interés.
No se puede evaluar a un ayuntamiento y a la vez ser proveedor de servicios de ese ayuntamiento.
¿Por qué el ICIPLAM le cierra la puerta a los ciudadanos?
¿Por qué en su convocatoria se plantea solo admitir a los miembros de un gremio o colegio?
¿Y los ciudadanos?
Sin ciudadanos auténticos, todo esfuerzo de evaluación de políticas públicas es vano, por no decir que es simulación.
Sin ciudadanos auténticos, cualquier consejo consultivo es como vender espejitos a la ciudadanía.
No se cansan de hacerlo y lo seguirán haciendo aunque la realidad les amenace con estallar.
Fernando Castellanos Cal y Mayor, el peor alcalde del país
Incluso la consultoría “Gabinete de Comunicación Estratégica” rankea al alcalde Castellanos Cal y Mayor como el Alcalde con el peor desempeño del país y a Tuxtla Gutiérrez como una de las peores ciudades para vivir.
Si de veras fueron a Medellín a recoger las experiencias colombianas en administración urbana a fin de aplicarlas en la capital de Chiapas, sabrían que los “paisas” abrieron y cuidaron espacios públicos ¿dónde están los espacios públicos dignos en Tuxtla?. Medellín privilegió el transporte público al privado. ¿No está en crisis la empresa del transporte público del Conejo Bus?
La periferia de esa ciudad colombiana de Antioquia fue integrada al desarrollo de las demás zonas. Aquí en Tuxtla a la población de las periferias se les busca solo en épocas electorales.
Hoy Medellín tiene un metro cable para transporte masivo de pasajeros; escaleras eléctricas que transportan a la gente de las laderas y las zonas más pobres de la ciudad, es una Smart City, es decir una ciudad inteligente de a de veras. .
Tiene lo que a Tuxtla le falta; movilidad urbana, eficiencia energética gestión de las infraestructuras y una ciudadanía a la que el gobierno municipal le ha abierto mecanismos para la participación social.
No venden espejitos, venden continuidad. Por eso hoy es una ciudad que ofrece una vida digna a sus habitantes; mientras que Tuxtla está catalogada como una de las peores ciudades de México para vivir.
Esa es la realidad, que no nos quieran venir a vender espejitos.
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