Crisis en los periódicos chiapanecos

Los periódicos tradicionales chiapanecos están en crisis. Día a día registran descenso en lectores, circulación y anunciantes. Si sobreviven y abundan es por la publicidad oficial.

La crisis, iniciada hace unos años, se debe a que pertenecen al sector de la industria pesada de la información, esa que requiere mucho personal administrativo y de talleres, mucho gasto y mucha maquinaria. Lo que era un valioso activo en el periodismo tradicional, marcado por ediciones periódicas matutinas y difusión vertical, es hoy un obstáculo, por su lentitud, en el mundo veloz de la comunicación horizontal.

Primer diario en Chiapas. 1912.

El diarismo se inició en Chiapas en 1912, con este periódico, Diario de Chiapas.

La principal competencia ha llegado de los sitios informativos en internet, de las redes sociales digitales y de pequeñas publicaciones impresas dirigidas a nichos especiales del mercado.

Hasta antes de internet, los periódicos tradicionales en Chiapas tuvieron como fin controlar y matar la información incómoda para los gobernantes. Desde las páginas periodísticas y cabinas radiofónicas se armó, con mucho éxito, espirales de silencio, de ocultamiento y campañas propagandísticas que permitían a los gobiernos mantener el poder, la popularidad y la legitimidad.

Los sitios de internet, primero, y las redes sociales digitales, después, han convertido a los periódicos tradicionales en medios obsoletos. Una industria informativa pesada no puede mantenerse en Chiapas sin apoyos gubernamentales. Y ahora resultan demasiados caros para tan magros resultados. Las llamadas reiterativas, con inserciones en Proceso, del dueño de Oye Chiapas, para que le paguen sus facturas por publicidad, es muestra de esa crisis imparable.

La crítica circula por otros cauces, por Facebook, Twitter, sitios informativos y Whattsapp. Ahí está el verdadero problema para los gobernantes porque es imposible controlar la emergencia de voces discordantes. El boquete está abierto y no hay forma de cerrarlo.  La información procede de personas que, al sentirse ofendidas, exhiben documentos, muestran videos o audios comprometedores, con apenas abrir una cuenta y compartirla a través de diferentes redes digitales.

No es raro que los gobiernos armen ejército de vengadores para denigrar a los osados críticos de sus administraciones.

El caso de Juan Sabines Guerrero fue patético y, a la larga, contraproducente. Contrató los servicios de una agencia israelí para detectar el origen de videos, textos, fotografías y memes que “dañaban” la “buena marcha” de su gobierno.

Las consecuencias de aquella campaña ya la conocemos: Sabines, aunque persiguió y difamó a periodistas y activistas sociales no pudo contener la mala imagen de su pésimo gobierno.

Los gobernantes olvidan que la crítica en las redes sociales, epidérmica la mayoría de las veces, solo puede tener éxito si lo señalado se respalda con acciones oficiales y tiene sustento en los acontecimientos.

La crítica o el elogio en Facebook o en Twitter se pierde si no tiene como base la realidad y emisores confiables. Por eso, los (ro)bots tan de moda, tampoco tienen éxito porque proceden de la fantasía digital, del mero embuste y del ego de los políticos.

Un teórico norteamericano, Antony Smith, ha pronosticado que los periódicos impresos desaparecerán en el 2043 y que las últimas ediciones las veremos en algún lugar de África o de América Latina. Es posible que sea en Chiapas, porque si bien los periódicos están en crisis, a los políticos le gusta mirarse en el espejito de los elogios patológicos.

 

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