Caer y subirse otra vez al caballo

Más allá de los memes, más allá del festín de las redes sociales, más allá de la risotada y de la venganza anónima, la caída del gobernador de una yegua, en el cierre del Campeonato Nacional Charro, es preocupante.

Podría alabarse, por un lado, su valentía y su apego a un deporte muy mexicano, pero por el otro, es criticable su atrevimiento y deseo de exponerse en vano al peligro.

Manuel Velasco Coello es un gobernador sumamente protegido y resguardado, y no está mal que se tomen estas medidas de seguridad por los riesgos que conlleva ejercer su encargo. Por eso mismo, que juegue a la ruleta rusa con un caballo es, si no incomprensible, por lo menos extraño.

Manuel Velasco Coello, gobernador de Chiapas. Foto: Icoso

Manuel Velasco Coello, gobernador de Chiapas. Foto: Icoso

Entiendo que sienta una pasión por la charrería, y que desee ejecutar suertes, pero cuando tiene como responsabilidad gobernar Chiapas, su esfuerzo, su empeño y su seguridad personal deberían estar enfocados a cumplir plenamente ese propósito.

No me parece graciosa la caída, ni mucho menos comparto las burlas homofóbicas, pero me preocupa que el gobernador se tome a la ligera su seguridad, y que se atreva a jugarse la piel en un deporte que evidentemente no domina.

En los tiempos de las redes sociales digitales se exacerba la carroñería ante las desgracias de los famosos, y el gobernador lo es, por eso desde anoche y hasta que surja otro incidente, será el desayuno, la botana y la merienda en los grupos de Whatsapp, en los posteos desaforados de Facebook y en los mensajes telegráficos de Twitter.

No importa que después de la caída se haya levantado, no importa que se haya quitado el sombrero, no importa que no se haya hecho daño alguno, si ya proveyó la materia prima para el cuchicheo y el elemento de referencia de este campeonato nacional charro.

Un gobernador no debe exponerse tan gratuitamente al suministro de espectáculos bochornosos. Su cala de caballo, por muy bien ejecutada que hubiese estado, de todas formas habría provocado descalificaciones y críticas desmesuradas.

El ánimo del respetable, por el mal humor social que se vive, es previsible, y ante estos casos lo mejor es moverse con sensatez, sencillez y discreción.

Para él debe quedar atrás y pronto la caída del caballo; lo que debe plantearse ya es un plan integral para controlar los reparos que se darán en los dos últimos años de su gobierno, con unas finanzas a nivel nacional debilitadas y una crisis económica de buen galope.

El reto está ahí. Aún quedan dos años de ejercicio, que con buenos asesores, mejores funcionarios y visión, pueden ser sumamente productivos, y ante eso el gobernador no tiene más opción que subirse otra vez al caballo.

 

 

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