Violencia y feminicidios
He leído con profunda indignación la noticia aparecida en Chiapas Paralelo sobre el incremento de delitos en Tuxtla Gutiérrez, así como la referida a la reciente violación de una muchacha en nuestra ciudad capital. Por supuesto lo anterior forma parte del deterioro social que sufre Chiapas en su vivir cotidiano; algo que las páginas de este periódico en línea se han cansado de repetir sin que se tomen medidas reales y certeras para, al menos, observar alguna mejoría en el clima de desazón que se vive en el estado.
Hoy, y aprovechando las noticias a las que me referí en el anterior párrafo, hablaré de los asesinatos de mujeres, para después abordar el concepto de feminicidio. En México, puesto que este no es un tema que se reduzca a Chiapas, se lleva tiempo batallando contra la lacra que significa la desaparición, vejación o asesinato de mujeres. La violencia contra ellas no es nueva, por supuesto, y por desgracia es un mal padecido por muchas debido a la forma en que se comprenden los roles de hombres y mujeres en la sociedad en la que vivimos. Algo que, por desgracia, tampoco es ajeno en otras latitudes del continente y del planeta. Recientemente mujeres vestidas de negro protestaron en Argentina por la ola de asesinatos de sus congéneres. Crímenes, algunos de ellos muy sangrientos, como el de la adolescente Lucía Pérez y que nos recuerda demasiado lo que ocurre en nuestro país. Similar circunstancia se vive en Colombia, país que ha buscado la paz con las guerrillas vigentes en su territorio pero que no logra frenar la ola de violencia y asesinatos contra las mujeres. Estas circunstancias están haciendo que se modifiquen leyes en América Latina para que las condenas aumenten contra los asesinos, de ahí que la propia Organización de Naciones Unidas esté desplegando campañas como la de “Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres”, incluso con publicaciones que reflejan la forma en la que los países de nuestro continente están legislando sobre el tema: (http://www.un.org/es/women/endviolence/pdf/reg_del_femicicidio.pdf)
No cabe duda que la lógica remite al aumento de penas y a la condena, por parte de la justicia, de estos hechos, aunque en México conocemos la impunidad en la que se encuentran la mayoría de estos crímenes. También es necesario contar con personal cualificado y especializado en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, así como con medidas restrictivas y eficaces para aquellas que se atreven a denunciar a sus agresores. Ello y la concientización de la sociedad hacia este tema son fundamentales como prevención eficaz, sin embargo considerar a todos los casos ocurridos como feminicidio, es decir asesinato de una mujer por razón de género, puede aumentar la pena de cárcel para los que cometen el delito, pero no necesariamente esa tipificación corresponde a todos esos sucesos y, al mismo tiempo, la divulgación pública del “feminicidio” tampoco puede ayudar a disminuir los crímenes o la misma violencia. Vamos por partes, creer que todos los asesinatos de mujeres son feminicidios puede impedir conocer con mayor profundidad los detalles del hecho, evitando realizar una tipología o clasificación más fidedigna de los motivos del asesinato. Creo que poner en el mismo saco la violación y asesinato de una migrante centroamericana junto al crimen de un marido tal vez ayude con el castigo reflejado en pena de prisión, pero no lo hace para tener un conocimiento más detallado y con ello poder atacar el problema con mayor rigor.
Por otra parte, la opinión pública se ha dedicado a explicar con pelos y señales los crímenes, cómo si la recreación de la violencia fuera un acicate para subsanarla. Más bien lo que ha ocurrido, al menos en cifras, es el aumento de los casos y una escuela para los futuros perpetradores de crímenes. Pierre-André Taguieff, estudioso del racismo, se ha referido a los antirracistas que publicitan o ponen ejemplos de racismo como ayudantes de las prácticas racistas que desean, en buena lid, eliminar de la sociedad. No sé si en el caso de los feminicidios se pueda equiparar con este ejemplo, pero lo que parece claro es que el gusto por los detalles macabros no ha significado menguar esa práctica deplorable. Creo que todos deseamos que dejen de producirse asesinatos de mujeres, en las condiciones que ocurran, y también quisiéramos tener la solución para que ello suceda, aunque por desgracia no parece que la tengamos en breve. Pese a ello considero que reflexionar sobre el tema, con toda la pasión y la indignación que crea, es prioritario para no caer en círculos viciosos que de momento no han logrado evitar los asesinatos.
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