Tuxtla, hacia la brutalidad: violaciones, robos, asaltos…

Tuxtla Gutiérrez, la ciudad caótica en la que vivimos, se está convirtiendo en una urbe cada vez más violenta e insegura.

Desde hace 40 años en que he radicado aquí casi permanentemente, no había visto los incontables casos de asaltos, secuestros, violaciones y robos.

Ladrones se llevaron hasta Toreto.

Algo está sucediendo para que la temperatura de la violencia y la inseguridad se incremente, la cual se reflejará en las cifras oficiales, aunque no como se debiera, porque lamentablemente no siempre denunciamos los hechos, por el temor de caer en las trampas de órganos de justicia altamente corruptos.
El tema de conversación cuando nos tomamos el café con los amigos es el robo o los asaltos padecidos. Es pan cotidiano el robo en las casas o los jaloneos de las bolsas a las señoras en cualquier calle de la ciudad.
El viernes por la tarde, y solo para ilustrar lo que sucede a diario, unos ladrones entraron a la casa de una vecina y se llevaron una pantalla plana, un celular, aretes, cadenas, dinero en efectivo, ropa, zapatos, hasta un perrito de cinco meses, de nombre Toreto, cruza de cocker y shih tzu, por el cual la dueña ofrece recompensa.

Recompensa por Toreto.

Hay tal ineficacia de las autoridades que no me asombraría que surgieran justicieros sociales que vengaran las afrentas de propia mano.
La inseguridad es, por supuesto, multifactorial, con un peso insoslayable en la crisis económica, la corrupción de los cuerpos policiacos, pero también la imagen que proyectan las autoridades en todos sus niveles, con una presencia indiscutible del presidente municipal.
Esta zozobra ciudadana no la había palpado en Tuxtla, ni siquiera en momentos de gran tensión como el asesinato de miembros de la comunidad lésbico-gay a principios de los noventa, y eso que el tema se convirtió en parte de la agenda nacional.
Tuxtla no ha sido nunca la ciudad más segura de México como algunos han querido presumir, empezando por Juan Sabines Guerrero, el gobernador del estercolero. Para nada. Tuxtla ha sido una ciudad promedio, pero con un incremento cada vez más notable de actos violentos.
De acuerdo al Gabinete de Comunicación Estratégica, Fernando Castellanos Cal y Mayor es el peor presidente del país que gobierna una ciudad. Su calificación fue de 30.1, muy distante de Carlos Canturosas Villarreal, de Nuevo Laredo, el presidente municipal mejor evaluado con 83.2. Fernando Castellanos se lleva el primer lugar en falta de generación de empleo, inseguridad y falta de rumbo de gobierno.
Nuestra capital ocupa el lugar 16 de 52 como ciudad con peor calidad del país, pero en seguridad está en el número seis con 1.9, solo detrás de Ecatepec (1.3), Naucalpan (1.4), Chilpancingo (1.5), Nezahualcóyotl (1.6), Lázaro Cárdenas (1.7) y Oaxaca (1.8), pero muy alejado de Mérida (2.9) y Colima (3.0), según el Gabinete de Comunicación Estratégica.
En satisfacción de servicios municipales, como pavimentación, vialidades, alumbrado, mantenimiento de parques y recolección de basura, Tuxtla está en el penúltimo lugar (con 48.9), solo después de Ecatepec (48.8) y seguida por Tapachula (49.5). En los primeros lugares están Nuevo Laredo (83.4), Saltillo (79.0), Colima (77.8) y Mérida (76.4).

Tuxtla, desgraciadamente, es la ciudad con el mayor número de actos violentos sexuales en Chiapas, y poco a poco ha ido escalando posiciones hasta superar la media nacional.
Hoy urge poner un alto a la ola violenta que podría convertir a Tuxtla en rehén de grupos delincuenciales. Urge, nos urge que el presidente asuma el mando, que construya su imagen a partir de un buen gobierno y no de la mercadotecnia. Los dos años que le faltan serían suficientes para rescatar a esta ciudad que camina de su mano hacia el desbarrancadero. .