La anamorfosis y la escopofilia

Casa de citas/ 293

La anamorfosis y la escopofilia

Héctor Cortés Mandujano

 

Emmanuel Carballo (1929-2014), él mismo lo dice, ha sido tan sincero que se hizo de todos los enemigos posibles ejerciendo la crítica literaria. También fue sincero al hablar de sí mismo, como puede notarse en las páginas de Ya nada es igual. Memorias (1929-1953), libro publicado por editorial Diana y la Secretaría de Cultura de Jalisco, en 1994, y que refiere los hechos de su vida a partir de su nacimiento y hasta que dejó su natal Guadalajara para irse al DF, ahora CDMX.

Cuenta, en la página 13, un hecho llamativo: “También se dio un periodista que, fenómeno extraño en el diarismo de los años finales del siglo XIX, escribía sus comentarios en verso y no en prosa: en las catorce líneas de un soneto condensaba las turbulencias de cada día”.

Carballo fue inicialmente poeta y dudaba del valor literario de lo que escribía. Normal (p. 56): “Todos en algún momento, tarde o temprano, dudamos de la eficacia de la literatura, del sentido de nuestro propio trabajo creador”; también opina de la lectura (p. 140): “Desde siempre he creído que uno no lee lo que tiene delante; lee, más bien, lo que trae dentro”.

Desde joven no se cuidó de decir lo que pensaba. En el libro no sólo cuenta su vida, sin tapujos; también recupera escritos de sus años tapatíos (p. 156): “Abomino de las poetisas. Son infinitas, como el infierno. Dispersas sexuales, al no encontrar quién les haga el amor, se hacen el amor a sí mismas en verso. La poesía no debe ser en ningún caso masturbación sino cópula”; sobre el oficio poético dice (p. 223): “Todo poema ha de ser, en principio de cuentas, un problema técnico, consciente para el poeta”.

Ilustración: Juventino Sánchez

Ilustración: Juventino Sánchez

Cuenta que un sacerdote, el padre Víctor Rodríguez, al saber que era virgen, lo invitó a que viera cómo tenía relaciones sexuales con una mujer, para que luego, después de que aquél concluyera el acto, Carballo repitiera lo visto. Lo intentó dos veces. No pudo (p. 268): “Me despedí de ellos abatido, desesperado y con la conciencia de que el amor físico no era una urgencia biológica sino algo más en el que intervenía el espíritu”. Ah, los sacerdotes.

 

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No me interesa salvar a nadie

Me interesa perderme

Rubén Rivera,

en Fulgor del regreso

 

No deja optimismo en el cuerpo leer Campo de guerra (Anagrama, 2014), Premio Anagrama de Ensayo, de Sergio González Rodríguez.

Luego de analizar la violencia que ejercen contra la población civil en México los grupos institucionales (el ejército, la policía) y delincuenciales, casi todos ligados al narcotráfico, González Rodríguez cruza las fronteras y documenta lo que también pasa en países de América Latina, EUA y Europa. Ni pa’ dónde hacerse. Una de sus conclusiones es (p. 131): “La humanidad nunca supo tanto como ahora sobre la naturaleza y la composición del cosmos, y jamás estuvo tan lejos de las estrellas que en el presente. Por fortuna, persiste el misterio ante el porvenir”.

Aprendo dos nuevos conceptos: la anamorfosis (p. 65), que es “la alteración de la estabilidad cotidiana de las personas por un hecho violento” y la escopofilia (p. 80), “la contemplación compulsiva y placentera de algo que se percibe como siniestro”. Palabras de guerra.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

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