Guerra en la Unicach
La crisis que viven las instituciones en Chiapas también ha traspasado las puertas de las universidades públicas. Se manifiesta de diversas formas y una de ellas es la erosión de la gobernabilidad de las instancias que toman las decisiones.
La sucesión en la Rectoría de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, que dejó vacante Roberto Domínguez Castellanos para irse como Secretario de Educación estatal, ha corrido el velo que ocultaba cómo se da el juego de poder para controlar esa institución educativa que imparte más de 30 licenciaturas a cerca de 10 mil alumnos. Desde que Domínguez optó por una segunda reelección en enero pasado, ya habían surgido señales del agotamiento del consenso interno para que una misma persona rigiera los destinos de la Unicach por un tercer periodo consecutivo.
La oposición en los círculos académicos, sindicales y directivos no brotó porque la administración del rector hubiera sido deficiente, sino porque su segunda postulación –además de exigir una forzada interpretación de la Ley Orgánica– rompía con los tiempos de relevo en los que normalmente se mueven las expectativas de la élite o de la burocracia universitaria. Esa decisión de extender el rectorado, que fue percibida como un intento de cacicazgo, desestabilizó el equilibrio interno y generó resistencias e incluso quebrantó lealtades. Propició también la exposición de desacuerdos de un sector universitario con las formas verticales y poco transparentes en el proceso de selección.
Quizá una vez reparadas las alianzas internas, la vida universitaria hubiera continuado con normalidad hasta el nuevo cambio de rector en el 2019. Sin embargo, el llamado de Domínguez al gabinete de Manuel Velasco, desestabilizó nuevamente la gobernabilidad de la Unicach. Al quedar fuera de las estructuras formales de la universidad el factor de control, la multiplicidad de intereses y grupos volvieron a manifestarse, a grado tal que se postularon hasta 12 candidatos, una muestra palpable de dispersión política y de falta de liderazgos sólidos.
Eran pocos los que tenían posibilidades reales de ser electos, y en un primer filtro institucional, la mitad de los aspirantes fue descalificada. Quedaron en la recta final José Rodolfo Calvo Fonseca (rector encargado del despacho), Sandra Urania Moreno Andrade, Herminio Chanona Pérez, Pascual Ramos García, José Adriano Anaya, José Luis Martínez González y Adolfo Antonio Guerra Pérez.
Sin embargo, el proceso de decisión dentro de la Junta Directiva de la Unicach no se dio en un entorno autónomo y transparente. De hecho, el voto definitivo lo tiene el gobernador del estado, previa valoración de las sugerencias de sus colaboradores. En este sentido, las influencias externas jugaron un papel determinante. El exrector Domínguez cabildeó hasta el último momento en los primeros círculos del poder para dejar en la Rectoría a uno de sus más allegados.
No quedó Pascual Ramos García, director de Planeación de la universidad o Herminio Chanona, exsecretario de Educación y exdirector del Cocytech, pero el nombramiento recayó en Guerra Pérez, un notario público de 67 años al que se le señala de ser ajeno a la vida académica de la Unicach, además de ser padre del abogado general de la institución, Adolfo Guerra Talayero.
El mensaje que se manda a la sociedad, desafortunadamente, es que en la conducción de la vida universitaria sigue privando el interés político sobre el académico, y en ese sentido, las decisiones trascendentales que se tomen siempre estarán contaminadas por ese factor que tiene gran peso en la conformación de los cuerpos directivos y en el destino de los recursos económicos que no pocas veces son orientados con fines partidistas.
Y como cuando esto ocurre, suele pasar que quienes tienen las riendas del poder dentro y fuera de la Universidad caminan con frecuencia en el los límites de la legalidad, como lo dio a conocer el doctor José Adriano, uno de los aspirantes a la Rectoría y férreo crítico del proceso de selección.
De momento, la Unicach tiene rector pero no sería improbable que el asunto terminara dirimiéndose en los tribunales debido a que la Junta Directiva, quien lo eligió, pudo estar conformada de manera irregular. Mientras tanto, Adolfo Guerra Pérez intentará legitimarse en el puesto a través de los métodos tradicionales, aunque esto no resuelve el problema de fondo.
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