Cuotas feministas
Nuestra contribución a la democracia paritaria
Por Inés Castro Apreza
El pasado lunes se realizó en Tuxtla Gutiérrez el Foro Democracia Paritaria, organizado por el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC). Frente a un documento base elaborado magistralmente por Flavia Freidenberg, investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que llevó por título “Los retos institucionales y políticos para impulsar la democracia paritaria en Chiapas”, cuatro panelistas hicimos nuestras aportaciones respectivas. El objetivo de éste y otros foros que siguen en el programa previsto por el IEPC es fortalecer el marco constitucional y legal del Proceso Electoral en Chiapas 2017- 2018. Éste artículo es la argumentación central de mi intervención, la primera de la misma.
Con el reconocimiento de la relevancia que tiene esta oportunidad de crear nuevos diseños institucionales tanto en la Constitución Política del Estado de Chiapas como en el Código de Elecciones y Participación Ciudadana del Estado de Chiapas, insistiré ante todo en una hipótesis, que busca ser programa político. Junto a nuevos diseños institucionales, las mujeres necesitamos hacer política, seguir haciendo política en el sentido originario de la palabra, pero renovada. Amplia participación, debate plural (el pluralismo político en una condición de la democracia), grandes asambleas y movilizaciones en la calle, en donde el punto nodal de la política feminista sea traducir estas grandes movilizaciones y asambleas en votos constantes y sonantes.
En este trabajo ofrezco una perspectiva histórica de la Democracia Paritaria desde la teoría y la filosofía política, como parte de ese diagnóstico necesario que debemos tener en cuenta para impulsar las reformas que la hagan posible. Se trata de un panorama filosófico-político muy sumario que sustente esta Democracia Paritaria y que nos ayude a mirar de otra manera. Es decir, tenemos que seguir insistiendo en la transformación de la cultura cívica y la cultura política y este tipo de reflexiones –considero yo- ayudan mucho a afinar la perspectiva. Hemos aprendido a naturalizar desigualdades históricas y nos corresponde ahora emprender/continuar una tarea de desnaturalización de las mismas, desde los orígenes, desde los cimientos de la democracia occidental que es, hasta ahora, nuestro parámetro.
A pesar de toda la fuerza que en América Latina tiene, hoy por hoy, el pensamiento decolonial, es indispensable pensar y repensar este momento histórico que es la cuna de Occidente y la democracia occidental: la democracia en Atenas.
Con la convicción y evidencia de que el principio de paridad en las candidaturas ha tenido un impacto positivo en el aumento del número de mujeres, lo que fortalece la Democracia Paritaria, varias personas estamos convencidas de que necesitamos otra serie de medidas como parte de nuevos diseños institucionales. Entre tales medidas destaca, sin lugar a dudas, la tipificación de la violencia política contra las mujeres, identificado –como hemos hecho- como uno de los fenómenos y las vías más fuertes para inhibir la participación política de las mujeres.
Me ocuparé, no obstante, de la política necesaria de nosotras, las mujeres organizadas, las mujeres de la sociedad civil, las mujeres de la vida cotidiana. Para ello retomo el siguiente recuento histórico que ilumina varias de las problemáticas que están en el origen de la exclusión de las mujeres de la vida pública, y, al mismo tiempo, ofrece importantes enseñanzas que pueden configurar la política feminista actual.
Cuotas Feministas. Construir la Democracia Paritaria repensando los orígenes de la Democracia
La Democracia en Atenas refiere el sistema de democracia directa que rigió en Atenas desde mediados del siglo V al 322 antes de nuestra era. La democracia ateniense es el modelo de democracia participativa por excelencia; ésta era su característica esencial. Se calcula que alrededor de 35 mil ciudadanos conformaban el Demos. Etimológicamente, el significado de democracia es precisamente éste:
Demos: pueblo; Cratos: poder
El poder del pueblo: la Asamblea o Ecclesia reunía periódicamente a miles de ciudadanos. R.K. Sinclair (1988 [1999]), en el estudio más sistemático sobre la democracia y la participación en Atenas, señala que “el concepto de participación… es fundamental en el pensamiento y en los textos griegos que tratan sobre la ciudadanía y la vida política”. Cita a Pericles:
Nosotros creemos posible que la misma gente atienda los asuntos públicos y los privados, y a pesar de estar ocupados en nuestros diversos negocios particulares estamos igualmente informados de los del común. Nosotros somos los únicos que consideramos al hombre que se desentiende totalmente de los asuntos públicos, no un hombre que piensa en sus propios negocios, sino un inútil.
La Demokratia, la democracia, el gobierno o poder del Demo, se consideró durante mucho tiempo una forma aceptable de gobierno, y, en su noción básica, significaba que el Demo ejerce su poder soberano mediante el voto, acepción acuñada hacia el año 463 antes de nuestra era. La triada entonces era ésta:
Participación- Debate- Voto
Hoy por hoy que ha cobrado fuerte relevancia el lenguaje inclusivo que, por un lado, visibilice a las mujeres y, por otro, no discrimine a mujeres y grupos en situación de vulnerabilidad, podríamos subrayar que la palabra “hombre” en el discurso de Pericles no era sinónimo de “humanidad” o de “hombres y mujeres” –como erróneamente todavía se pretende que lo sea-.
En efecto, por masiva que fuese esa participación en Atenas, la ciudadanía era restrictiva. Ciudadanos eran los hombres adultos. Quedaban fuera de la ciudadanía los esclavos, los extranjeros y las mujeres.
Antes de continuar por esta ruta de la ciudadanía restrictiva, quisiera recuperar lo que Hannah Arendt llama el original concepto griego de la política. Original por estar en el origen y original por ser especial. En La Condición Humana (2009 [1958]), Arendt afirma:
De todas las actividades necesarias y presentes en las comunidades humanas, sólo dos se consideraron políticas y aptas para constituir lo que Aristóteles llamó bios politikos: la acción (praxis) y el discurso (lexis)
Y Hannah Arendt añade:
Discurso y acción se consideraban coexistentes e iguales, del mismo rango y de la misma clase, lo que originalmente significó no sólo que la mayor parte de la acción política, hasta donde permanece al margen de la violencia, es realizada con palabras, sino algo más fundamental, o sea, que encontrar las palabras oportunas, en el momento oportuno es acción
Si discurso y acción se consideraban coexistentes, entonces las mujeres estaban privadas de ambos. Por ello reconozco la poderosa metáfora política de las mujeres indígenas de Chiapas, jóvenes y adultas, cuando hablan del derecho a hablar y del derecho a decir la palabra. Metáfora política que nos recuerda estos orígenes restrictivos de la ciudadanía, y que hoy por hoy refiere toda una concepción nueva de la vida.
En Atenas, la Polis se oponía al Oikos, la esfera pública a la esfera privada, la “buena vida” y la “gran vida” a la vida doméstica, el ámbito de “los iguales” al ámbito de “la más estricta desigualdad”. Observemos con atención las fuertes y definitivas oposiciones –inmutables, incuestionables por siglos- del modelo más participativo de las democracias. Observemos las presencias. ¿Quiénes eran parte del ámbito de la igualdad? Los ciudadanos varones atenienses adultos. ¿Quiénes estaban en el oikos? Esclavos y mujeres.
David Held (1992 [1988]), con una contundencia que no encontramos en ningún otro teórico político, ni clásico ni contemporáneo, sostiene que entre las condiciones generales que hicieron posible ese primer modelo, la Democracia Clásica, estaba el trabajo doméstico de las mujeres y el trabajo esclavo que dejaban el tiempo libre para la política, para el ejercicio de la libertad por oposición a la necesidad. Y no sólo en ese primer modelo, ya que David Held coloca el trabajo doméstico de las mujeres en cada uno de los otros modelos de democracia propuestos.
Por ello hablamos desde hace tiempo de la importancia de compartir las responsabilidades familiares entre mujeres y hombres, como una condición necesaria para el pleno desarrollo y la participación de las mujeres. Así lo hemos mostrado en diversas investigaciones realizadas sobre la participación política de las mujeres en México. En este espectro de estudios, además de concentrarnos, en toda una primera fase, en las cifras de hombres y mujeres en la esfera pública –aspecto que no ha perdido relevancia en la actualidad dada la persistencia de desigualdades-, nos ocupamos de analizar la vida de las mujeres en cargos de elección popular y toma de decisiones. Así fue como encontramos que, con independencia del partido político, ellas enfrentan serias dificultades para conciliar vida familiar y política, vida familiar y trabajo. Sigue pesando sobre nuestros hombros las mayores responsabilidades.
De manera que no podemos, no debemos, dejar de mencionar este problema en un Foro como éste.
La teórica política inglesa Anne Phillips lo señaló desde fines de los años ochenta del siglo XX, mientras que Iris Marion Young, en un popular trabajo de 1994, habló de la ciudadanía diferenciada. Este concepto, central en los análisis críticos de la “ciudadanía universal” que durante mucho tiempo correspondió a hombres blancos, con propiedades privadas y occidentales, enfrentó cuestionamientos diversos por el amplio espectro de grupos que–a juicio de la autora- merecían representación política en función de intereses específicos determinados. Unos años más tarde, en 1995, en el mismo año de la Conferencia Internacional de Beijing que marcó un hito en la vida de las mujeres, Anne Phillips (1999 [1995]) habló de la política de la presencia para argumentar a favor de la representación de mujeres y grupos étnicos en la esfera pública.
Debemos volver a las agudas lecturas de la teórica política, Anne Phillips, cada vez que nos asaltan las dudas sobre la no relevancia de reformar la representación política o, más recientemente, frente a la supuesta “evidencia empírica” de que más mujeres pueden no hacer la diferencia en el diseño de políticas públicas a favor de las propias mujeres. En el espectro de investigaciones sobre la participación política de las mujeres en México, pasamos a otro momento relevante que fue realizar estudios para analizar el desempeño de las legisladoras: asistencia, voz/silencio, número de iniciativas presentadas, cabildeo, presidencias de comisiones, iniciativas todas. El riesgo de estos estudios –a mi juicio- es que podrían revelar que las mujeres no hacen, efectivamente, una diferencia en los parlamentos, podrían ser usados incluso como evidencia empírica para sostener que lo importante son los programas políticos y no quiénes los impulsen. Otros análisis, sin embargo, revelan que las diputadas suelen interesarse por temas determinados, de los cuales poco se ocupan los diputados.
Más allá de ello, la representación descriptiva es importante per se, hablando de grupos humanos históricamente excluidos y dominados y con mayor razón lo es si nos referimos a la mitad de la humanidad. Dice Phillips:
Hay algo claramente extraño en una democracia que acepta la responsabilidad de acabar con una situación injusta pero no considera nunca que las víctimas de ella sean la gente adecuada para hacerlo.
Más allá de si se interesen o no las mujeres que han ocupado cargos de elección popular por temas de género, de mujeres y grupos en situación de vulnerabilidad, no sólo tenemos que profundizar en el conocimiento de la política y lo político –con mayor razón en entidades como la nuestra- para constatar que pueden tomarse decisiones alejadas de los intereses de las mayorías, alejadas de los grupos de la sociedad civil organizada, entre ellos los de mujeres.
Tenemos que reconocer, además, el lugar del pluralismo político en las democracias. No todas las mujeres pensamos igual; nos definen otras identidades simultáneas: nuestras concepciones del mundo, filiaciones político-partidarias, ideológicas, incluso creencias religiosas, todo lo cual contribuye a dividir las opiniones respecto de temas centrales en la vida de muchas personas. Menciono dos de los más polémicos que polarizan las opiniones en la sociedad: el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, el derecho al aborto en particular, y el matrimonio igualitario, entre muchos otros. No podemos cerrarnos, no debemos hacerlo, frente a esta pluralidad de posiciones, a favor y en contra, no al menos si somos consecuentes con la defensa del pluralismo político. Por mi parte, defendería el derecho de las mujeres a ocupar cargos de elección popular y toma de decisiones, aún si que no piensan como yo pienso.
De manera que la divisa central de la Democracia Paritaria es ésta: más mujeres en los parlamentos y en todos los ámbitos públicos, con independencia de su programa político, es importante per se. Es el punto de partida, es la base.
Sin embargo, por la misma razón de que no todas las mujeres representan todos los intereses de los diversos grupos de mujeres, particularmente de quienes nos organizamos en torno a temas de género y feministas, no debemos seguir pensando en cualquier mujer. Más mujeres, sí; pero también más mujeres con trayectorias significativas en trabajo con perspectiva de género y más mujeres feministas.
Por ello hablaba de seguir haciendo política. Por ello sostengo que debemos impulsar cuotas feministas. No hablo de cuotas feministas en el diseño institucional, aunque no me molestaría hacerlo ni creo que sea un tema irrelevante.
Necesitamos grandes asambleas femeninas, con masiva participación y debate, así como movilizaciones para que más mujeres con este tipo de trayectoria ocupen cargos de elección popular y toma de decisiones. Y hablo no de una, sino de varias asambleas, atendiendo al pluralismo político y a trayectorias que a veces no pueden coincidir; hablo de que junto al respeto irrestricto de las buenas leyes que salgan de estos Foros impulsados por el IEPC –confiamos en un diseño institucional adecuado, a la altura de las circunstancias-, las mujeres podamos negociar respecto de la autenticidad de la representación política en clave de género y en clave feminista.
Negociaciones y pactos políticos no sólo ni principalmente sobre programas de género en el papel, sobre lo que ya tenemos amplia experiencia en Chiapas con nulos y penosos resultados.
Negociaciones y pactos políticos de cuotas feministas: éste es el siguiente paso para fortalecer la Democracia Paritaria. Necesitamos cuotas feministas negociadas con los partidos políticos, a través de pactos políticos explícitos en el momento de confeccionar las listas de las candidaturas en el próximo Proceso Electoral Federal y Proceso Electoral de Chiapas 2017- 2018.
Sobrado tiempo tenemos para empezar a organizarnos, o para redoblar los esfuerzos ya realizados por décadas.
Bibliografía
Held, David 1992 [1988 ], Modelos de Democracia, col. Ensayo, Alianza, Madrid.
Hannah, Arendt 2009 [1958], La Condición Humana, Paidós, Buenos Aires.
Marion Iris, Young 1996 [1994], “Vida política y diferencia de grupo: una crítica a la ciudadanía universal”, en Carme Castells (comp.) Perspectivas Feministas en Teoría Política, Paidós, Buenos Aires.
Phillips, Anne 1999 (1995), “La política de la presencia: la reforma de la representación política”, en Soledad García y Steven Lukes, Ciudadanía: justicia social, identidad y participación, Col. Sociología y política, Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid, pp 235- 256.
Sinclair, R. K. 1999 [1988], Democracia y Participación en Atenas, Alianza, Madrid.
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