Turquía, refugiados y la impasible Comunidad Europea
La vieja Europa está en crisis. Algo común en su historia, plagada de conflictos bélicos, hambrunas y recesiones económicas, o debates sobre cómo organizar las instituciones y el lugar de sus móviles fronteras.
La reciente salida de Inglaterra de la Comunidad Económica Europea es un síntoma de ese malestar generalizado que en otros tiempos se manifestaba en guerras o en revueltas y revoluciones en uno o más Estados. Así se construyó el continente en su geografía política, y de la misma manera lo sobrelleva hoy en día. Por estos y otros motivos se conformó la Unión Europea, con la finalidad de que los desencuentros constantes se subsumieran, además de que en épocas de derribos fronterizos en lo económico se pudiera competir con los gigantes existentes o en desarrollo, siguiendo el modelo del actual capitalismo: Estados Unidos, China, India, etc.
Si las dos guerras mundiales reflejaron las tensiones internas mencionadas, desde la caída del Imperio Romano de Oriente, Bizancio, la referencia del enemigo fueron los turcos, el Imperio Otomano. Simple y sencillamente porque estuvo, como el actual país de Turquía, en el Mediterráneo y logró en ciertos momentos expandirse por diversos territorios de Europa. En el presente, sin embargo, el antiguo enemigo se ha convertido en aliado e incluso miembro de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) desde 1952. Su papel es de cuña de dos peligros de tal organización militar y de la propia comunidad europea, entiéndase Rusia y los países de Oriente Medio hoy deshechos por la guerra muchos de ellos. Uno de los resultados de estas crisis bélicas ha sido la avalancha de refugiados que huyen de sus países para no perder la vida. El Mediterráneo es desde hace meses un desfiladero de personas que huyen en condiciones precarias y que ha provocado y lo sigue haciendo infinidad de muertos, huérfanos, en definitiva, un cúmulo de seres humanos que desean encontrar en Europa un lugar de vida, aunque sea temporal. La Comunidad Europea vive una grave crisis de credibilidad por el trato a estas personas, y su solución, en forma de Poncio Pilatos, ha sido negociar con Turquía para que se convirtiera en el vertedero, porque así han sido tratados, de estos exiliados de su tierra de origen a cambio de prebendas de todo tipo. Situación que se ha agravado cuando un supuesto intento golpe de estado se perpetró en días pasados en el país de la península de Anatolia.
El fracaso de ese intento golpista, sea o no un autogolpe como también se ha especulado, ha provocado la mayor cacería de brujas en suelo europeo desde la caída del muro de Berlín, sin tomar en cuenta, por supuesto, la guerra en los Balcanes. Asesinatos iniciales, detenciones masivas o despidos generalizados de supuestos implicados en el golpe han coincidido con la supresión de libertades básicas a través de la declaración de Estado de Excepción, hecho que puede agravarse si se aprueba la pena de muerte que está impulsando el Presidente Erdogan, un islamista denominado moderado pero que está propuesto a depurar a los elementos liberales del país, donde las Fuerzas Armadas jugaban un papel fundamental ya que de ahí salió el considerado padre de la patria turca: Mustafa Kemal Atatürk. Militar y fundador de la primera República turca con tintes occidentales y laicos. Algo que Erdogan no ha querido respetar y, como se indica, la purga en el ejército ansía eliminar esa perspectiva en la construcción de la nación.
La situación, un auténtico ataque a los derechos humanos de los considerados contrarios al régimen, sin que necesariamente lo sean, está pasando desapercibida, por encubierta, en los países de la Comunidad Europea o en Estados Unidos, la cabeza de la OTAN. Ocultar refugiados y sus inhumanas condiciones de vida por cerrar los ojos frente al avasallamiento de los supuestos ideales políticos de la Europa comunitaria.
Malos tiempos para la lírica, decía la canción del grupo Golpes Bajos, en símil se puede decir que también lo son para las libertades. Ojalá los políticos reaccionen, de lo contrario el panorama que se avecina no llama a ser optimistas en aquella región del globo, pero tampoco en muchas otras.
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