Magisterio: razones para seguir
Han pasado más de tres meses desde que el magisterio inició su lucha por la abrogación de la erróneamente llamada reforma educativa. En el contexto de esa lucha varios maestros fueron aprehendidos, a muchos les fueron suspendidos sus pagos, otros tantos fueron suspendidos de sus empleos, y les fueron congeladas las cuentas bancarias, incluso aquellas que representan los ahorros de los maestros.
Después de varias semanas de manifestaciones, por fin el gobierno federal se abrió al dialogo de las reivindicaciones magisteriales y se instalaron mesas de negociación para atenderlas. En esas mesas no solo se ha discutido la necesaria abrogación de la reforma educativa sino también la solución a los asuntos generados a partir del inicio de las manifestaciones. Hasta hoy los avances que ha arrojado la negociación han sido solo con relación a estos últimos, es decir, las consecuencias de la lucha, y tampoco representan respuestas reales.
Los maestros que han sido liberados lo consiguieron mediante una fianza, es decir, se encuentran todavía sujetos a proceso, además aún se encuentra pendiente de revisar todas aquellas carpetas de investigación iniciadas en contra de los manifestantes desde el 15 de mayo a la fecha; los pagos suspendidos han comenzado a devolverse pero no se han pagado en su totalidad, la restitución de empleos a quienes fueron suspendidos tampoco ha concluido; y las cuentas bancarias fueron descongeladas pero no han recibido los depósitos que las autoridades de educación tienen que realizar quincenalmente.
En cuanto a la reforma educativa y la posibilidad de su abrogación no existe avance sustancial; la propuesta es que se suspendería su aplicación; sin embargo, lógico resulta pensar que la suspensión no otorga ninguna garantía de que en algún momento se aplicará.
Por lo tanto, el gobierno federal realmente no ha cedido en la solución de la reivindicación principal que originó las movilizaciones, y por tanto el magisterio no encuentra razones para suspender su lucha política. Tampoco parece muy justo pedirle al magisterio que suspenda sus movilizaciones y regrese a clases, cuando ha ocupado noventa y cinco días en paro laboral y realizando marchas, plantones y manifestaciones en los lugares que se supondría resultan sensibles para el gobierno. Pedirles o sugerir que lo hagan es pedir que abandonen su lucha sin lograr el cumplimiento de su demanda principal, que ésta sí que representa afectación en los derechos laborales y humanos de maestros y maestras.
Ante el advenimiento del inicio de clases, el gobierno federal nuevamente amaga con la represión, para nuevamente generar materia de negociación en las mesas de dialogo, y nuevamente se volvería a presentar como concesiones del gobierno la liberación de presos, la restitución de empleos, etcétera. Es decir, se utilizaría la misma lógica de atención a un conflicto social: atender las consecuencias del conflicto, sin atender la demanda de fondo.
Por suerte, frente a las voces empresariales, religiosas o simplemente miopes, el movimiento magisterial cuenta con el apoyo de las asociaciones de padres de familia, y éstas, junto al de las organizaciones sociales, constituyen el principal sustento moral de un movimiento amplio, inquebrantable y, por mucho que se cuestione, legítimamente justo.
Es cierto que todas y todos resultamos afectados por las acciones magisteriales y la cerrazón del gobierno; sin embargo, ante un reclamo legítimo y justo de sus derechos, no podemos más que condenar la insensibilidad del gobierno para abrogar una ley a todas luces violatoria de los derechos humanos. No encuentro razones ni justificación moral para pedirles a los maestros y maestras que desistan y regresen a sus aulas, yo mismo en su lugar no lo haría. Lo que sí sugeriría es que las acciones se dirigieran a puntos que incidan en el gobierno y lesionen menos a la ciudadanía. Por eso reitero lo que suelo compartirles cuando me encuentro con una manifestación que retrasa mis actividades diarias: Si ustedes no se rinden, yo aguanto.
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