La luna es ese maullido al otro lado de la infancia
Casa de citas/ 283
La luna es ese maullido al otro lado de la infancia*
(Cuatro libros de Fernando Trejo)
Héctor Cortés Mandujano
1
Regalarme libros es como darle buena corriente a la almadía, calorcito a La Antártida, nuevos pecados a Satán. Eso hizo mi amigo Fernando Trejo al regalarme los cuatro más recientes de su producción (y una antología, que no será motivo de este texto).
Leí, entonces, en el orden que me lo sugirió, que es el orden de su escritura, primero bérsame (Coneculta-Chiapas, 2014), un breve volumen donde la mujer está puesta en puntos equidistantes: en el adiós y en la bienvenida. Así, el libro podría partirse por la mitad y una sería una especie de treno por la ausencia (toda ausencia es muerte) y la otra, en contraste, una orgía de campanas alegres por la cercana presencia.
Los versos están escritos con un ardor feliz donde (p. 24) la risa del viento[…]sigue inundando la memoria de hojas verdes; donde el amor es una predestinación sin aporías (p. 34): Cuando no la conozco voy a mirar los árboles, trepado hasta las ganas de morder estrellas; donde un hombre, una mujer, son más cielo que tierra (p. 44): Existen tardes donde la luna está apuntándome a los ojos; (p. 48) hazme tu obra más incauta […] para poder seguirte cada vez que el sol te aviente su mirada en luna llena.
2
El cine había traído consigo
las herramientas para saber costurar un corazón
Fernando Trejo
Travelling (Proyecto literal, 2011), título que alude directamente al movimiento de cámara de cine, que traducido al español sería desplazamiento, es al mismo tiempo diario familiar (aparecen el primo, la abuela, los padres, la hermana) y amoroso, que luego se desplaza a la historia informal de cómo llegó el cine a Tuxtla Gutiérrez. La idea y su resolución son muy originales, pues esta mezcla de poemas, narraciones, crónica y textos con lenguaje cinematográfico no lo había encontrado yo en ninguna parte. Esto es algo que debe subrayarse: Fernando busca nuevas formas y las encuentra en su necesidad de (p. 35) hablar, tener que decir algo.
La parte final, “Precoz. Guion original de un Hombre Solo”, hace valer mucho el libro porque aquí Trejo junta las formas escriturales del cine con las de la poesía en algo donde él, me parece, está caminando por una vía muy poco transitada. Sólo se me ocurren dos nombres conspicuos, que lo han hecho completamente: Pier Paolo Pasolini, con Teorema (1968) y Lars von Trier y Jorgen Leth, con Las cinco obstrucciones (2003), cuyos planteamientos son, simplifico, la reconversión de un texto poético en película. Fer ya dio el primer paso.
3
La lluvia, también, es una niña huérfana
Fernando Trejo
Solana (Tierra Adentro, 2014) es obvio que podría llamarse Umbría, porque, como dice en un famoso poema Miguel Hernández, Fernando Trejo ha escrito este libro “umbrío por la pena, casi bruno”. Solana pudo ser la vida de Carlos, pero es umbría su muerte: el nombre del primo, Carlos, aparece insistentemente en varios poemas que tratan de fijar instantes, recuerdos, memorias, mientras la nueva existencia, ya sin la persona amada, va volviendo fantasma el pasado, neblina, la línea que hace el poema como dibujo incompleto de aquella vida extinta.
Es visceral este libro, epidérmico, coloidal. Seguro no fue fácil escribirlo. Leerlo es como asomarse al impudor de ver el sufrimiento de otros, de notar (p. 18) “como el viento deshizo las paredes como arenas movedizas”; de pensar, equivocadamente, que estos son nada más poemas y no la vida que hacer latir el corazón de cada palabra.
4
Ante la invisibilidad de las hordas asesinas
te soy un ciervo
Fernando Trejo,
en “Richard Dadd”
Confieso mi encandilamiento ante la biografía de seres en cuyas venas palpitan los crímenes atroces o la santidad: Gary Gilmore, asesino (Norman Mailer cuenta su historia en La canción del verdugo), Daniel Paul Schreber, enemigo de Dios, se cuenta a sí mismo en Memorias de un enfermo nervioso, y Emanuel Swedenborg, nos informa de primera mano de sus conversaciones con los ángeles en El cielo y sus maravillas y el infierno de cosas oídas y vistas.
Mi lista es mucho mayor, claro, pero debo agregar en ella a los personajes de los que habla Fernando Trejo en Ciervos (Ediciones Atrasalante, 2015), un libro de pasta dura y bella resolución editorial: Richard Dadd, el pintor y asesino de los “seres sospechosos de ser agentes de Satán”; Johann ‘Jack’ Unterweger, poeta y un fracaso de la reinserción social, y José Luis Calva Zepeda, poeta y caníbal. Ya tenía noticias de este trío, pero Ciervos me hizo de nuevo gozar con el maravilloso arte pictórico de Dadd y leer más sobre los otros dos.
Este nuevo libro de Fernando es muy sólido, con una estructura equilibrada y una escritura de altos vuelos. Los tres apartados nos cuentan, en primera instancia, con otras voces y en resumen, las historias reales de los personajes y luego Fer cede su pluma para que cada uno de ellos puntualice ciertos hechos de su vida, algunos de sus pensamientos, varios de sus crímenes. Jack dice, por ejemplo (p. 23): “Mi madre era una puta legal. Yo soy un bastardo legal. Mi padre era un soldado norteamericano que atravesó con su rifle los cordones del infierno. Legal”.
Los fragmentos de prosa poética con que están construidas estas vidas tocan a veces la belleza, a veces la degradación, en un balance que nos hace pensar que Fernando Trejo es un poeta que ya tiene domado el ego (sólo habla a través de los otros), en lo que tal vez le ayudó el teatro, la interpretación, y sabe con suficiencia la técnica que hace a las palabras decir más con menos.
De los tres asesinos, dos son lejanos en geografías (inglés, Dadd; austriaco, Jack) y tiempos (uno nació y murió en el siglo diecinueve, y el otro se suicidó en 1994), pero el tercero nos queda muy cerca: es mexicano, nació en 1969 y murió en el 2007, y creía que (p. 57) “de sangre se yergue como un Cristo o una verga”.
Contar y cantar dicen que es la poesía. Hay en este libro cuentos y música. Me ha gustado mucho leer Ciervos y lo recomiendo ampliamente, sin reservas. Los va a deslumbrar. Muchas felicidades, querido Fer.
*Texto leído por el autor en la presentación de Ciervos, de Fernando Trejo (el título de esta columna es un verso suyo), en la Galería Rodolfo Disner, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 29 de julio de 2016.
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