Desconocidos lejanos que se vuelven tribu entrañable
Casa de citas/ 287
Festol 2016
Desconocidos lejanos que se vuelven tribu entrañable
Héctor Cortés Mandujano
Tres apuntes básicos. La séptima edición de Festival Internacional Otra Latitud (Festol), que organiza año con año el grupo Confines Teatro y La Puerta Abierta, ha demostrado ahora más palpablemente tres cosas admirables:
1). Desde la independencia, este colectivo puede realizar un encuentro donde confluyan países (México, Colombia, España, Brasil y Ecuador, en esta edición) y propuestas importantes, once distintas, sólo con el auxilio de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, la iniciativa privada y la sociedad civil, donde el gobierno y sus instituciones, como en todos los demás ámbitos, brillan por su ausencia;
2). El público de Tuxtla se ha vuelto numeroso y entusiasta para expresiones que están fuera del círculo de Televisa (es decir, para todo lo programado por el Teatro de la Ciudad, organismo del gobierno): las funciones en el auditorio de la Universidad, con boleto pagado, casi llenaron todas las funciones y en La Puerta Abierta estuvieron a reventar (quedó mucha gente fuera, siempre);
y 3). Las personas que se ofrecen como voluntarios para ayudar a los organizadores son cada vez más. No sé qué repercusión tenga esto en los diarios y las redes sociales, pero es muy evidente, porque lo vi, en las funciones en que estuve (fueron 24 en total), que el Festol es, en todos los sentidos, un festival que concentra juventud, experiencia y diversidad dentro y fuera del escenario, y que, como en otras ediciones, tuvo funciones gratuitas al aire libre, actividades paralelas (exposición fotográfica, clase magistral y taller intensivo) y se extendió por primera vez a dos centros culturales independientes: Casa Forito, en Tuxtla Gutiérrez, y El árbol de la vida, en Ocozocuautla. Qué maravilla.
Vi todas las propuestas y sobre ellas hago un breve comentario-reseña, a continuación:
Urikubu, de Raúl Ángeles, con la Compañía La Gaviota Teatro, de Querétaro: Su puesta en escena es rica en lenguajes: música en vivo, intenso trabajo corporal, máscaras y muñecos que sirven para contar la historia de un mundo particular, legendario, donde se enfrentan el bien y el mal, para el que inventaron una lengua. (Me contó Raúl Ángeles, el autor, que primero escribió la historia en español y luego, en un taller con los actores, fueron creando el lenguaje que les ha servido para ésta y dos más que conforman una trilogía sobre este mundo, esa raza). En el silencio del público, uno de los personajes entrega a otro un muñeco que representa a un niño recién nacido y surge de la boca de un bebé real, en el auditorio, la palabra que explica la escena: “¡Papá!” Eso resumió la claridad del eficiente discurso teatral.
Cointa Galindo Jorge Smythe, Humberto Nieves, Raúl Rentería y el propio Raúl Ángeles, bajo la dirección de Edwin Salas Acosta, lograron romper la barrera del idioma y emocionaron al auditorio.
Alaska, de Gibrán Portela, con la Compañía Tabasco al Teatro: Tres actores jóvenes (Laura Vidal, Javier García e Iván Iduarte, bajo la dirección de Iankarla Castillo y Javier García) bastaron para lograr la magia de crear una historia sórdida donde confluyen los abusos de la amistad y la posibilidad de redención a través del amor.
Me sorprendió este trabajo de personajes complejos e interpretación con distintas capas: excelente dicción, movimientos precisos, credibilidad actoral, profesionalismo. Qué sorpresa hallar un ejercicio de tanta calidad en nuestro vecino estado (lo que muestra nuestra ignorancia acerca de lo que pasa frente a nuestras narices). El texto de Gibrán Portela (también guionista de cine, autor de los guiones multipremiados de dos películas exitosas: La jaula de oro y Güeros) tuvo una materialización cuidada, agradecible.
La vida es juego, de Mauricio Durán, con la Compañía Ensamblerías de la Ciudad de México: Mauricio Durán, actor y músico en este unipersonal, con la intermitente compañía de Miguel Estrada y bajo la dirección de Jesús Díaz, es un viejo conocido y querido en el Festol.
En ésta, su tercera participación, optó por un espectáculo que mezcla música, clown, fonomímica, interpretación de canciones, juegos varios y participación del público. Lo presentó en el auditorio y al aire libre. Mauricio es en el trato directo una persona cálida, amistosa, y eso trasmina en su trabajo en escena: logra muy fácilmente la empatía, la participación y la complicidad de los espectadores y para eso no necesita parafernalias complejas. Basta su experiencia y su talento. Lo que hacen él y Miguel con “Las aguas de marzo” (Ellis Regina y Antonio Carlos Jobim suenan en su interpretación inmarcesible) a mí me hizo casi morirme de risa. Hacer humor, como dicen ellos, es una cosa seria.
Entre tierras, de Enrique Vargas y Genny Cuervo, con la Compañía Laboractores laboratorio creativo, de Colombia, dirigida por Genny Cuervo, borra las fronteras entre los actores y el público. Para un cupo máximo de 12 personas esta propuesta abandona los diálogos aprendidos y vuelve al espectador un actor participante. La primera escena, de alguna forma hay que llamarla, sucede en una cantina.
Los doce esperamos, algunos piden una cerveza, hasta que llega uno de los actores y nos propone jugar dos partidas de dominó, mientras nos cuenta de su familia y provoca algunas confidencias. Y allí comienza el viaje que nos hace salir varias veces a la calle (un ciclista nos encuentra siempre y nos da información y regalos, y nos acompaña), escribir una carta, rehacer un pueblo desecho, tener una larga charla personal con una actriz que usa una bata de su abuelita y nos invita a abrir cofres, ver fotografías, oír una canción…
Sería muy largo explicar con minuciosidad lo que hicimos y sentimos en este viaje que termina con una celebración de cumpleaños (mañanitas, pastel, piñata y regalos incluidos), pero lo esencial, me parece, es la dulce humanidad de los actores colombianos: sonrientes, amables, cariñosos. A uno le queda dando vueltas un sentimiento de agradecimiento, el pensamiento de que nuestra tierra es una y todos somos hermanos.
Gato Negro, con la Compañía Teatral Oops!… de Brasil, es un monólogo basado en la obra homónima de Édgar Allan Poe, adaptada y dirigida por Joao Bosco Amaral, con la actuación de la joven y bella Solanita Silveira, actriz de oficio impecable.
La puesta en escena es una cuidada producción de vestuario, música, efectos sonoros y animación artística que, sobre la pared de fondo, cuenta también la historia loca y trágica que escribió Poe hace tanto que parece hoy mismo. Es la segunda vez que Joao y Solanita vienen al Festol (lo hicieron hace dos ediciones), y una de las sorpresas fue encontrarnos de nuevo con este alto, joven y talentoso autor-actor-director (escribió y dirigió dos espectáculos para este festival) y su memoria amistosa.
En la presentación en el auditorio citó con soltura los nombres de todos Los Puerta, el mío, el de Diego, como si tuviera sólo un rato de no vernos. En la presentación de La Puerta Abierta dijo algo que engrandece su humanidad: “Venimos de Brasil pero para mí venir a Chiapas es venir a visitar a mi familia: mi papá Jorge, mi mamá Maru y mi hermano Héctor”. Enorme, Joao.
De tripas corazón, de Karl Valentín, con la Compañía Camerata con Sazón, del Estado de México, es un espectáculo de breves diálogos y monólogos que muestran la solvencia artística de sus integrantes: Jatnaely Ruiz, Jesús Angulo, Raymundo González y Cristian J. Mejía, bajo la dirección de Jesús Díaz.
Karl Valentín fue un dramaturgo alemán, muerto en 1948, que evidentemente aquí fue traducido, tropicalizado y actualizado. La calidad profesional del montaje arranca constantes carcajadas, aunque una de las escenas es dura, profunda, terrible: un padre plancha la ropa del hijo que le hace muchas preguntas sobre la guerra. Cada prenda planchada se la va poniendo el hijo que, detrás del burro de planchar, en un principio, está en calzoncillos y camiseta. Cuando el hijo está completamente vestido nos damos cuenta de que es un soldado. Toma su rifle y abraza intensamente a su padre. Se dicen adiós.
Por fortuna el músico, también actor con oficio, y el elenco todo nos sacan de ese pozo y nos hacen reír de nuevo; la risa, aun así, ya tiene el telón negro de aquel hecho que, desgraciadamente, es de eterna actualidad.
Miniaturas escénicas, de Julia Sigliano, Paola Quintana y Miguel Estrada, de la Compañía Tres son Pocos de la Ciudad de México, es un ejercicio dirigido y actuado por Julia Sigliano, montado al aire libre, que luce la simpatía y encanto de esta actriz que representa a una especie de hechicera que, aparte de vender menjunjes curativos, saca de una caja proteica y mágica un pueblo completo, unos muñecos hermosos (a los que manipula y da voz con la facilidad que da el conocimiento y la experiencia) que son compañía y vehículo para contar historias en cuyo desarrollo encontramos apuntes que, sin caer en el didactismo, sirven para poner en la mente de los espectadores mensajes de amor y fraternidad.
La interacción de Julia con el público hizo que al final de la representación muchos niños quisieran abrazar al niño-muñeco, como si éste fuera de veras un ser humano. Cuando esto se da, en ese instante, me parece, el teatro ha logrado que la fantasía se vuelva una realidad no representada, sino sentida, emocional, viva.
Clownferencia, de los propios actores, con la Compañía Popular del Ecuador, aprovecha un planteamiento sencillo (una conferencista y su ayudante, clown y flautista) para hablar de la geografía del Ecuador y de algunas de sus historias. Sol Barragán, Julia Mayorga y Antonio Barragán (en la vida real padre, madre e hija) son experimentados en conectar con el público y lo hacen con naturalidad. Sol, de 17 años, de enorme intuición y simpatía, y sus padres, pudieron involucrar a los jóvenes que rieron y aplaudieron el montaje de humor fresco, blanco.
Vi la función en el auditorio de la Unicach, pero también se presentaron en El árbol de la vida de Ocozocuatla y, me dicen, la gente se les entregó completamente.
O príncipe, adaptación de Joao Bosco Amaral del Hamlet de Shakespeare, con la compañía Indelicada Teatral, de Brasil, es un bocado espléndido que nos permite disfrutar con la actuación de dos enormes artistas de la interpretación: Evandro Costa Neto y Ricardo Fiúza, bajo la dirección de Joao Bosco. Los dos son magníficos en el manejo del cuerpo, la gestualidad, la actuación, y bastan los dos para dar vida a varios personajes y contarnos la historia desde un punto de vista inusual: volver farsa la tragedia, hacer cómico el sufrimiento.
Los actores no saben español, pero lo suyo está tan bien hecho, son tan entretenidos, tan llamativos, que la vista y la atención del auditorio nunca se les despegó. El aplauso final fue cerrado, unánime. Gran montaje.
Dulcinea toma la palabra, de Valle Hidalgo, con Birlibirloque Producciones, de España, es un monologo que da voz a uno de los personajes mudos más famosos de la historia de la literatura: Dulcinea del Toboso, que en la interpretación perfecta de la propia Valle Hidalgo, quien se dirige con la ayuda de Greivin Valverde, se desdobla en varios personajes más: Aldonza Lorenzo, la zagala Marcela, Sancho, el propio Quijote y una Dulcinea que, ahora mismo, recibe mensajes de amor en su celular.
Valle fue, sin duda, la persona con quien más conviví en este festival y me dio mucho gusto encontrarme y volverme amigo de una mujer con su talento y experiencia, su sencillez y su inteligencia al servicio del teatro, del arte, que no volvió su trabajo sobre Dulcinea, como seguramente alguien sin su capacidad y su claridad mental hubiera hecho, uno de los pastiches al uso sobre el feminismo.
Su monólogo ha visitado muchos países y ha ganado muchos premios. Su escritura es, al tiempo, una creación que conoce al detalle su materia, su fuente (El Quijote) y una recreación que parte del 1600 y llega hasta este 2016. Espléndida.
Loa y entremés dedicado a Nuestra Señora de la Purísima Concepción en su día, de Francisco de Cárcamo, con la compañía Confines Teatro, comenzó en la calle con marimba, baile, triques y mistela para todos. El grupo anfitrión, dirigido por Jorge Zárate, hizo de esta pieza del siglo XVIII una verdadera fiesta. El elenco conformado por María Eugenia Meza, Ixchel Lacroix, Saúl Gohé, Alejandro León y Alfredo Espinoza ya tienen la experiencia de haberse presentado en distintos festivales internacionales con otras obras y aquí, en su casa, se les ve como peces en el agua.
El viejo lenguaje versificado ni siquiera es un obstáculo para que el auditorio no sólo entienda sino disfrute las pequeñas y distintas historias que supone el entremés. El montaje fue recompensado con atención, risas constantes y un largo aplauso, que sirvió de cierre a esta reunión de tanta gente con una misión de varias puntas generosas: entretener, interesar, comunicar, hacer pensar, divertir, acompañar, volverse uno con el otro, con los otros…
Epílogo. Generalmente me quedo a la cena final, después de la última función del Festol. Es tal vez el espectáculo a puerta cerrada de los artistas participantes el más emotivo, el que más recordamos todos los participantes. Aquí hay sólo risas, conversaciones, canto, baile, abrazos, promesas de volvernos a ver aquí o en cualquier otro lado. Toca el corazón saberse elemento fraterno de estos que eran, antes de llegar, desconocidos lejanos y, cuando se van, ya son parte de la familia, tribu entrañable…
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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