De gasolinazos y errores energéticos
Se inició el mes de agosto con la noticia del aumento de la gasolina, el conocido como gasolinazo en otras ocasiones y que ahora es consecuencia de la reforma energética aprobada por los legisladores, hecho que le permite al ejecutivo jugar con una banda de aumento del precio que oscila entre el 3% de subida y el mismo porcentaje de bajada. Forma recaudatoria de impuestos indirectos para el gobierno federal y que pagamos todos los ciudadanos.
En un momento en el que México supura descomposición social este tipo de noticias no otorgan optimismo, y mucho menos apoyan las economías familiares castigadas por una recesión internacional y que recientemente sufrieron, con el pretexto del “Brexit” como ya dije en estas páginas, un recorte del presupuesto anual del país, con lo que ello significa para la desaceleración de la economía y la escasez de circulante.
México necesita reformas de todo tipo, y la energética era urgente desde hace años. El pasado otorga anclajes identitarios, y más cuando se está construyendo la nación como la pensamos en la actualidad, como ocurría en el momento en que se nacionalizó el petróleo con el consabido discurso nacionalista del entonces presidente de la República, Lázaro Cárdenas. Sin embargo, no siempre esos hechos históricos son eternos, y deben ser aplaudidos sin la menor crítica.
En su momento el petróleo significó para el país posibilidades de crecimiento, hasta con tintes surrealistas por los gastos desmesurados y estrambóticos que se realizaron, pero en muy pocas ocasiones se pensó en el futuro y en la inversión necesaria para que esa industria extractiva nacional fuera una fuente segura y duradera de recursos. Las consecuencias se pagan hoy, pero lo más lamentable es que no son las únicas observables, y es ahí donde deseo ahondar.
La nacionalización y dependencia del oro negro destruyó, puesto que no se puede decir de otra forma, el proyecto ferroviario. Medio de comunicación de mercancías y personas fundamental en la Revolución mexicana y que en todos los países con expectativas de crecimiento económico y movilidad social sigue siendo imprescindible y continúa desarrollándose. En México no se pensó en el futuro y los trenes se han convertido en reliquias de museo e iniciar ahora ese medio de comunicación en el país representaría gastos de una envergadura impensable. Pero ello no es lo peor, hoy se sigue actuando con irresponsabilidad de futuro. La reforma energética hizo hincapié en hidrocarburos pero dónde quedan las energías de futuro? Un país como México, con posibilidades de este tipo de alternativas energéticas, entiéndase las eólicas, marítimas o solares, por solo citar las más conocidas, sigue dormido cuando en su suelo las oportunidades de desarrollo son inmejorables, menos contaminantes y, por encima de todo, dichas nuevas energías facilitarían superar carencias mexicanas en este rubro, y que se incrementarán en los próximos años.
Se puede errar y los humanos somos especialistas en ello, aunque también contamos con mecanismos para componer y enmendar nuestras equivocaciones. Tal vez sea demasiado pedir, aunque en algún momento en México habrá que pensar en el futuro de sus próximas generaciones. Si lo vivido con el petróleo en el país no es suficiente aprendizaje, cuántas piedras necesitan los caminos para que tropecemos más veces?
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