Chiapas: laboratorio político y económico
No tenemos identidad política. Ese es uno de los saldos de la transición política y la apertura democrática mexicana en Chiapas.
En 1988, mientras México vivía la crisis política de la imposición salinista, se decía que Chiapas era el granero de votos del PRI.
Al año siguiente, el ex presidente municipal de Ensenada, Baja California; Ernesto Ruffo Appel gana por primera vez en la historia mexicana, una gubernatura para un partido opositor al PRI.
Mientras tanto en Chiapas reinaba el PRI.
El gobernador era José Patrocinio González Blanco Garrido Canabal, como se le empezó a citar, para recordarnos su pasado de alcurnia.
Llega en 1993 Elmar Setzer Marseille, se va con la irrupción zapatista; sale al quite Javier López Moreno, luego lo releva el efímero Eduardo Robledo Rincón y completan el sexenio 1994-2000 Julio César Ruiz Ferro y Roberto Albores Guillén.
En esa época, Chiapas sufría crisis económica, crisis estructural -como siempre- pero el sistema político presidencial y príista era todavía hegemónico.
Pero el 2000, Pablo Salazar Mendiguchía se desgañitaba imitando el grito de guerra Foxista ¡¡¡Ya ganamoooos!!!; cuando sucede que gana la presidencia nacional precisamente Vicente Fox y la suma teórica de los votos de la alianza opositora superaba a los del PRI de Sammy David.
El día de las elecciones se consumaba la transición democrática y la alternancia en Chiapas. Triunfaba Salazar Mendiguchía y en la noche, en la avenida central, cerca del Parque de la Marimba, la multitud le gritaba: ¡¡no nos falles!!. Pero falló.
Falló porque dueño único de Chiapas impuso a Juan Sabines Guerrero, y desde ese día la transición democrática en Chiapas fue fallida por el accionar futuro del nuevo gobernador. El peor que se recuerde en la historia reciente de Chiapas.
Con Juan Sabines Guerrero llegó la alternancia, llegó también el terror político, la falta de identidad política y el desastre económico. Pero tres cosas quedaron en Chiapas: una clase política sabinista sin compromiso más que con ellos mismos que sigue incrustada en el aparato político administrativo estatal, el desastre económico y el -quizá- primer laboratorio político nacional.
De ese laboratorio político nace la falta de identidad partidista chiapaneca actual y el desastre económico que dicho laboratorio político generó.
El asunto inicia con la alternancia democrática, la clase política chiapaneca era priista, se volvió de mil colores con Pablo Salazar, se hizo perredista con Juan Sabines Guerrero y ahora es Verde Ecologista.
Pero el costo que ha pagado Chiapas por ese proceso en aras de instaurar la democracia ha sido altísimo.
Desde entonces el PRI en Chiapas compite contra sí mismo, el PRD se pierde en su propio laberinto, el PAN no crece, el PVEM se montó en la ola de la alternancia y hoy es dueño de casi todas las alcaldías chiapanecas.
Al momento en Chiapas, MORENA de Andrés Manuel López Obrador; es una incógnita que se despejará en el 2018.
Lo concreto es que la alianza a nivel nacional PRI-PVEM hizo posible la irrupción del Verde Ecologista en Chiapas. Y lo hizo con todo y contra todos; hasta contra su propio socio político; el PRI.
Incluso adelantándose al proceso nacional que hoy vemos; la clase política verde ecologista creó partidos políticos satélites que atomizaron el voto opositor.
En ese tenor, el PVEM -con la complacencia del PRI claro está- avasalló los municipios chiapanecos imponiendo alcaldes, muchos de ellos impopulares.
Pero lo hizo en un momento coyuntural en donde Chiapas venía del saqueo sabinista. Los recursos utilizados en las campañas electorales hicieron diferir la indignación social que en esos momentos se vivía por el saqueo sabinista.
Sin embargo esta indignación estatal estalló.
Un poco por la impopularidad de las reformas estructurales de la administración federal de Enrique Peña Nieto y mucho por las omisiones, las desatenciones, la frivolidad y la falta de una visión política de largo plazo de la clase política verde ecologista chiapaneca.
El desencanto vino primero por la falta de castigo y la impunidad sabinista, luego por la impopularidad de los alcaldes impuestos, después por los asuntos coyunturales de la falta de obra pública, más tarde por la falta de visión económica global para Chiapas del proyecto verde ecologista y así llegamos a la efervescencia magisterial.
Todo ahora es una especie de ruptura.
La ruptura con los de abajo.
Con los trabajadores de la educación del estado, que luchan contra la reforma educativa a la que califican de punitiva y lesiva contra los derechos laborales y las conquistas sindicales.
Bloquean carreteras, edificios públicos, la terminal aeroportuaria, toman medios de comunicación y descalifican con virulencia a quienes no están de acuerdo con sus demandas.
Y en esa protesta, han arrastrado al estado a un deterioro de sus actividades económicas. Las cuales no se reactivan, mucho menos se impulsan desde la época de Juan Sabines Guerrero.
La ruptura con la ciudadanía que ya no tiene esperanzas de cambio, pero que todavía cuenta con un instrumento que puede ser valioso: su voto y que probablemente –si no cambian las cosas; ¿es todavía posible que cambien?- lo ejercerá contra la clase política actual.
Y ahora la ruptura con los de arriba.
Ayer, el Consejo Coordinador Empresarial de Chiapas dio a conocer que a partir de la próxima semana, varias empresas iniciarán un paro técnico como medida de presión al gobierno federal y estatal para que resuelvan el conflicto magisterial porque como consecuencia de la movilización de los maestros, los empresarios chiapanecos tienen pérdidas millonarias.
Manifiestan que la situación es crítica y que por lo tanto, se van a un paro técnico general y lo harán de común acuerdo con los trabajadores de sus empresas.
El paro técnico es una medida de emergencia legal incluso a nivel mundial que se utiliza para evitar despidos masivos de trabajos. Pero legalmente en México -con datos al 2015- no la contempla la Ley Federal del Trabajo.
De manera obvia, lo que el empresariado y los comerciantes chiapanecos quieren decir; es que han resentido los efectos de los bloqueos magisteriales, pero también la falta de inversión productiva gubernamental.
Por ello, al estado le urge un programa de reactivación económica; pero en dos sentidos que pueden, uno significar un paliativo a la difícil situación económica que atraviesan las empresas chiapanecas, y otro un proyecto serio con visión a largo plazo.
No hay de otra, o se reactiva la economía chiapaneca o el estado caerá en una espiral de pobreza, marginación y atraso de la que no podrá salir ni en el corto, ni en el mediano ni en el largo plazo.
De ese tamaño es el reto.
¿Qué es entonces lo que Chiapas requiere en estos momentos para reactivar su economía?
Primero; atender la falta de liquidez de las empresas estatales. Traducción: que a los empresarios chiapanecos se les pague lo que el gobierno les debe.
Segundo; atajar la espiral de la caída de las actividades económicas. Es decir más y mejor inversión pública.
Tercero, atender la falta de liquidez familiar; lo que implica incrementar los niveles de inversión de los proyectos de empleo temporal.
A largo plazo, se requiere la transformación productiva estatal.
Una buena opción la representa la posibilidad de crear en el estado la Zona Económica Especial de Puerto Chiapas. El problema es que esta llega en un momento en que este esquema se ha puesto de moda en el mundo y por lo tanto tendrá competencia. Hasta Cuba proyecta ya su Zona Económica Especial en el Puerto de Mariel.
Eso sin considerar que este tipo de proyectos tardan en “madurar”.
El dilema económico es entonces: ¿Qué hacemos mientras tanto?
El asunto es resolver Cómo ¿Chiapas puede atraer inversión directa? Y además hacerlo de tal manera que esta inversión no pague salarios bajos.
Ya no paga alcanzar la productividad y las ganancias ofreciendo a las empresas mano de obra barata; porque de esta manera no se alienta ni siquiera el crecimiento del mercado interno, ya que los salarios que pagan las empresas son bajos. Ahora los productos necesitan ser generados con calidad porque compiten con otros similares, creados en todas partes del mundo.
El camino no es la “maquila”, el camino lograr primero la transformación industrial y luego la tecnológica.
Ese camino es largo; pero es necesario transitarlo. De 194 países que hay en el mundo, 130 de ellos tienen al menos una Zona Económica Especial.
Pero para ser no solo el laboratorio político mexicano, sino también el económico, se requiere resolver el problema de la ruptura chiapaneca de los de arriba y los de abajo.
Eso solo se podrá realizar con el diálogo y no la imposición. Y menos en materia económica.
En la construcción del futuro común chiapaneco tenemos que participar todos.
Se necesita saber que requieren y que piensan los ciudadanos de todas las regiones socioeconómicas del estado.
Se requiere construir un proyecto económico que escuche todas las voces. Que sea democrático y no impuesto.
Con las relaciones económicas deterioradas en Chiapas; de la ruptura de los de abajo y los de arriba con la clase política, del llamado empresarial, de la protesta magisterial, de la indignación ciudadana; algo nuevo debe nacer.
Las condiciones actuales nos convierten en un laboratorio económico nacional.
Comencemos a dialogar y a debatir todos los chiapanecos como salir del atolladero económico.
Tenemos todavía hasta el 2018 para castigar electoralmente a los culpables de la debacle y ser los ciudadanos los protagonistas principales del laboratorio político en que nos han convertido. No simples clientes electorales.
Recuperemos la identidad política y que esta sea ciudadana.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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