Prohibido asomarse al interior
Casa de citas/ 279
Prohibido asomarse al interior
Héctor Cortés Mandujano
La realidad, sin la imaginación,
es la mitad de la realidad
Luis Buñuel
José de la Colina y Tomás Pérez Turrent, ambos con amplias trayectorias ligadas al cine, entrevistaron durante mucho tiempo (cuatro años señalan como el proceso de planear, entrevistar, redactar, etc.) a Luis Buñuel. El resultado es Luis Buñuel. Prohibido asomarse al interior (Joaquín Mortiz, 1986), una serie de charlas que recorren la niñez del gran cineasta, algunos aspectos profesionales de su vida, y análisis y comentarios de su primera película (Un perro andaluz, 1928-1929) hasta la última (Ese oscuro objeto del deseo, 1977).
El hombre era elusivo, irónico y muy inteligente, de modo que el diálogo se vuelve jugoso y las declaraciones, algunas, previsiblemente escandalosas. Le gustaba ver a los buitres, por eso (p. 20): “teniendo yo veintitantos años, maté un burro con un rifle, para esperar a los buitres”. Los animales lo atraían (p. 126): “Los gallos o las gallinas forman parte de muchas ‘visiones’ que tengo, a veces compulsivas. Es inexplicable, pero el gallo o la gallina son para mí seres de pesadilla”.
Como queda claro, especialmente en sus dos primeros cortos (p. 22): “Me apasiona la vida de los insectos. Allí está todo Shakespeare y Sade…”, y también desde entonces hace lo que no dejó de hacer (p. 36): “Trabajamos acogiendo las primeras imágenes que nos venían al pensamiento y en cambio rechazando sistemáticamente todo lo que viniera de la cultura o de la educación. […] O sea, que hacíamos surgir imágenes irracionales, sin ninguna explicación”; más adelante, insiste (p. 103): “Yo desconfío de la razón y la cultura. […] En todas mis películas, hasta en las más convencionales, hay esa tendencia a lo irracional, a una conducta que no se puede explicar lógicamente”.
Le preguntan de los muchos ciegos en sus películas. “¿Por qué esa obsesión?” Responde (p. 51): “De mis obsesiones no me preocupo. ¿Por qué crece la hierba en el jardín? Porque está abonado para eso”.
No le gustaban los críticos ni los productores ni el público (p. 163): “Hay críticos que si ven en una de mis películas un enano o un mendigo, se ponen a mencionar a Velázquez o a Goya. Lo mismo podrían decir que soy un cineasta ‘cubista’ si ven en un film mío una casa cuadrada. […] Es absurdo. Este psicologismo fácil llega a ser risible”.
Le piden que explique por qué relaciona algunas escenas eróticas con animales (p. 208): “Para mí, la fornicación tiene algo de terrible. La cópula, consideraba objetivamente, me parece risible y a la vez trágica. Es lo más parecido a la muerte: los ojos en blanco, los espasmos, la baba […] La araña viuda negra, y la mantis, devoran al esposo, después de las nupcias. Y el tortugo muere en el acto amoroso”
En sus cintas hay muchas alusiones religiosas (Nazarín y Simón del desierto, las más obvias); sobre ello hace dos comentarios (p. 271): “Recordé a una niña, hija de un amigo mío que es ateo. La niña comete una pequeña falta en la mesa y el padre la riñe y la envía a su cuarto. Al retirarse la niña grita: ‘¡Pues creo en Dios, creo en Dios y creo en Dios!’ Es una bonita venganza de niña”, y (p. 272): “En la película, Cristo le dice a San Juan: ‘Dame un puñado de tierra’, y el otro le pone la tierra en la mano. Hombre, Cristo podría haber tomado la tierra él mismo”.
Y una última idea (p. 300): “El género humano está en un lento suicidio. […] Produce desechos corporales, industriales, atómicos; envenena la tierra, el mar y el aire; destruye los medios ecológicos, que le dan el sustento. Siglos y siglos de civilización para llegar a esto: ¡qué maravilla es el hombre! Ningún animal sería tan imbécil. Las plagas de langosta son esporádicas, tienen un límite”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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