Definición de modesto
Es tan modesta la palabra que, en ocasiones, se esconde en la última página del diccionario. Hay palabras que parecieran haber nacido ex profeso. Ante la palabra soberbia, la palabra modesto parece como un trapo olvidado en una esquina.
Los conocedores del carácter humano dicen que existe algo que llaman falsa modestia; es decir, una actitud que refleja el espíritu del lobo que se cubre con una piel de oveja. Hay tantos de éstos. Se da, sobre todo, en personas que, por algún motivo (real o inventado), logran estar expuestos ante la luz de los reflectores y aparecen, de vez en vez, arriba de los escenarios donde son aplaudidos por las multitudes.
¿Cómo puede ser modesto alguien que se cree un semidiós, quien, como todo mundo sabe, de acuerdo con la mitología, es fruto del apareamiento de un dios con un mortal? Los expertos en el tema dicen que los hijos de un dios varón con una mujer son menos poderosos que los hijos de una diosa con un humano. ¿Por qué? ¡Vayan ustedes a saber! Tal vez las feministas tengan una explicación.
Cuentan que un famoso actor sólo tenía la modestia en su nombre original, porque se llamaba Modesto Enríquez, pero era tan falsa su modestia que su nombre artístico era Supremo Enríquez. Creo que era un autor nacido en un pueblo de Venezuela o de Costa Rica. No sé bien. Lo que sí sé bien es que entre los artistas de este país llamado México la modestia no es el pan de todos los días. En todo caso son integrantes de ese club ya mencionado donde visten trajes hechos con piel de oveja.
El concepto de falsa modestia ha hecho que la palabra modesto pierda su humildad. Ha sido tan perniciosa la idea de falsa modestia que se cree que, en realidad, es lo único que existe. La modestia se ha convertido en un objeto fabricado en China. Por eso, ahora es muy difícil hallar a una persona que sea modesta a carta cabal. Los modestos de ahora son como billetes falsos. Si uno vuelve la mirada hacia todos lados será imposible encontrar a un hombre realmente modesto, hallar a una mujer modesta al ciento por ciento.
Conozco a un escritor que cuando le preguntan acerca de su obra creativa dice: “Pues, sin falsa modestia, considero que soy el mejor poeta de Chiapas” (y afirmo que no fue Sabines quien lo dijo). Siempre que escucho tal declaración estoy a punto de preguntarle: “¿Y con falsa modestia en qué lugar se coloca?”, porque si existe una falsa modestia debe haber una verdadera modestia, ¿no? Pero parece que ésta, la verdadera modestia, ha perdido terreno ante la falsa modestia y ahora padecemos una plaga de falsos modestos. ¿Han escuchado los discursos de la mayoría de políticos? Dicha mayoría lleva las palabras “compromiso social” como bandera de su ideario. No hay un solo político que no diga que está comprometido con el desarrollo sostenido de las comunidades indígenas, cuando, a la hora que están en sus casas, tomando unos tragos con compadres, se refieren a los integrantes de dichas comunidades como pinches indios. Esto, más que un rasgo de racismo, es producto de su falsa modestia. Son modestos ante los reflectores, pero son soberbios en la intimidad. Por eso, la falsa modestia es como esos zapatos chinos que se hacen pedazos a la segunda puesta.
Los verdaderos modestos son integrantes de una raza en extinción. Mientras presenciamos su debacle, vemos la ascensión brutal de la falsa modestia.
Por eso, yo no busco lo modesto en las personas sino en los objetos. No me seducen los autos BMW, me sorprende el carretón que usan los niños cada vez que se desplazan desde lo más alto de la montaña de arena; no me seduce la computadora de última generación, me atrae el niño que realiza una operación matemática con un ábaco. Entre los objetos aún existen chunches modestos y esto es la prueba máxima de que el universo está en expansión.
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