Cuando los maestros fuimos amados

 

© Don Noé Palacios Domínguez in memoriam (2011)

© Don Noé Palacios Domínguez in memoriam (2011)

 

A propósito de la combatividad que expresan los profesores miembros de la CNTE, en contra de las reformas constitucionales, invito a Usted, lector amigo, a descubrir de la mano de un maestro de Primaria, ejemplar, las peripecias del oficio durante los años treinta del siglo pasado. Se trata del profesor Noé Palacios Domínguez, pionero de la anticuaria chiapaneca, a quien entrevisté dos o tres veces durante los años noventa, a fin de escribir su biografía. Descansa en paz desde enero de 2013. Va en su memoria y a la de los profesores revolucionarios de su tiempo.

[En cuanto a] preparación y estudios y cursos, puees… para mejorar el oficio, la calidad de la enseñanza, la profesión… tuvimos participando en muchos seminarios. Antes de ello [incluso], recibimos cursos de industria, en [la ciudad de] México. Ahí tengo mis papeles… tengo ahí […] constancias, diplomas como maestro, cursos de industrias. Sobre cómo convertir la higuerilla en aceite [por ejemplo]; cursos para encuadernar libros y otras cositas… [Habilidades] que luego debíamos enseñar a los niños. Todas esas cosas.

Las escuelas rurales han de haber sido una gran experiencia… Mire usted, las escuelas de colonias [agrarias], de aldeas, eran precisamente de puros ejidatarios. Ahí dábamos clase. Era un ambiente en el que el maestro dependía de lo que él quisiera, [por si deseaba] desarrollar labor social, agraria, patriótica, todo. Yo por ejemplo, en las escuelas que estuve, siempre tuve el ánimo [de exaltar] las ferias de los pueblos: celebrar con mucho auge y con algo de pompa la feria patronal.

La fiesta del Cinco de Mayo y [la del] 16 de Septiembre, eran dos ferias grandes que yo hacía —y lo mejor que se pudiera—, y poníamos a los ejidatarios alegres, contentos, desarrollando programas y competencias deportivas y toda la cosa. La emoción es que se luciera bonito. Mataban reses los dueños deee… los ejidatarios. La mejor carne, las mejores presas, el mejor caldo [era] para el profesor. Éra[mos] muy bien atendidos. Sí señor. El maestro se hacía compadre [de todos]. Por la gente… por los campesinos e inditos [es que] yo tengo compadres.

¡Compadres, comadres y jolgorio!… ¡Jeee! ¡Era una fiesta!… nos regalaban frutas. [Primero] nos daban algo y después de todo: pan, queso, lo que fuera. Nos querían a nosotros los ejidatarios. Pero nosotros [ahí] vivíamos. Era una verdadera escuela revolucionaria, sobre todo cuando entró el General Lázaro Cárdenas [como presidente de la República]. Entonces teníamos más apoyo [para las] escuelas. Era la escuela de acción, escuela revolucionaria le decíamos nosotros.

El maestro podía portar su pistola. Nosotros [portábamos] nuestra credencial de inspector federal del trabajo… los profesores de aquella época. Me paseaba yo en los trenes [de la Costa] con mi escuadra aquí, [al cinto]. Ningún soldado nos decía ¿Y usted qué? y el que nos decía algo… ¡Ah! muy bien, dispense. ¡De ese pelo! Con Cárdenas tuvimos un gran apoyo, más que [con] ningún gobernante hasta la fecha; ninguno lo igualó a don Lázaro Cárdenas. Fue el padre [de las instituciones nacionales], el padre de todo lo mejor. Apoyó al agrarista, apoyó al campesino, apoyó al maestro… como no tiene usted una idea.

 

¡Ah! En las escuelas de los ejidos, [en] las escuelas de [las] colonias agrícolas, era una cosa de mayor trabajo. Mayor labor se desarrollaba porque el medio lo permitía. Las [escuelas] de las fincas eran más cerradas.

He oído hablar de las escuelas en las fincas cafetaleras… Las escuelas primarias de las fincas eran las [Escuelas] Artículo 123. Sí señor. Y eran más cerradas porquee… pero en primer lugar, no podía hacer una labor social el maestro porque puees… lo interpretaba mal el dueño de la finca o algo así ¿verdad? Los capataces y toda la cosa… era muy diferente. Eso sí, vivían mejor… Cómodamente [vivía] el maestro de finca [en comparación con] el de colonia, porque el de colonia vivía con su camita… con dos… con un palo aquí y otro allá, con estaca y atravesado otro aquí así, y otro en medio, y esa era su cama de varillas. En la finca no.

En la finca le daba el patrón… le daba su cama y le daba su casa y le daba su casa diferente… de cemento [concreto]. No tenía colchón, digamos, pero eraa… el ambiente era diferente. El roce [social] era diferente, porque en la finca había gente diferente; un poquito más lavadita, [mientras que] en el campo no. La gente era más humilde, eran campesinos, macheteros ¿no? Así que había una gran diferencia […], enorme entre las Escuelas Artículo 123 y las escuelas de colonias […], de aldea. Las dos eran escuelas rurales, porque en el medio en que estaban [era] rural, todo eso [era] rural ¿verdad? Pero [una era] escuela rural de finca y [otra] escuela rural de colonia.

[Así que] mire, en las fincas, en las colonias, [en] casi todas las colonias que yo anduve, [las escuelas] siempre eran de un solo maestro, aunque una que otraa… mi esposa de aquel tiempo era muy dedicada a organizar bailables. Y una vez que llegó el inspector Neftalí, de aquí… de aquí de [Ocozocoautla aunque] estaba en Tapachula, vio el entusiasmo de mi esposa y que le dice:

—La vamo a nombrar a usted como ayudante de aquí de la escuela, paraa estee… cuestión de labor doméstica, se dice ¿no? Trabajos manuales para el día de los bailables y todo.

—Bueno sí, sí. Puees muchísimas gracias profesor —le dijo ella.

 

Y entoncees estee… que le asigna cincuenta centavos diarios, quince pesos al mes… Como si caído del cielo ¿no? Y mientras, yo ganaba en ese entonces sesenta pesos, así que [ella era] la única que me servía como ayudante en varias escuelas; tanto ahí donde yo estuve estee… digamos [risas] en la colonia que le cambié el nombre… Se llamaba La Concordia. Entonces La Concordia se llamaba. Ahora no se llama La Concordia, se llama La Victoria ¿sí? Por una lucha agraria que tuvimos. Bueno estee… de ahí [nos fuimos] a Echegaray. También ahí [la] nombró agente de trabajos manuales, con cincuenta centavos diarios, quince pesos al mes [risas]. Aunque eran pocos, eran muy buenos. Ya yo ganaba 72 pesos.

En seguida estuve ahí en Echegaray, de 1943 hasta el [año] 55. En 1956 tomé posesión ya como director en la [escuela de] Estación de Mapastepec; ahí ya habían tres maestros. Cuando yo salí […], dejé la organización completa con siete maestros, unos municipales y otros del Estado. Y ahí me cabe la satisfacción de quee… a iniciativa de la escuela, como una labor social [impulsada] y en colaboración con toda la fuerza de los padres de familia… por los miembros del Comité de Educación, que así le [decían] todo por acá —a los comités de padres les [decían] Comités de Educación por todo aquel rumbo—, con ellos llegamos a fundar el parque que [luego tuvo] la Estación de Mapastepec.

Platíqueme algo más sobre las escuelas de las fincas… [En cuanto a las escuelas] primarias Artículo 123, le explico: estaba la finca y dentro de la finca estaba la escuela y, según sé, los finqueros no era de su total agrado la existencia de las escuelas… [Seguramente] porque [ellos la] pagaban. Ahí pagaban y… [entonces] ahí había cierta rencilla, cierta inconformidad. Era como que a la fuerza ¿sí? En primer lugar, las fincas pagaban el salario del maestro y lo depositaban el dinero en Hacienda, y allá recogía el sueldo el maestro de finca, pero la finca pagaba el sueldo del maestro.

Eso era una. La otra: había maestros inquietos que empezaron a [asesorar] a los trabajadores por alguna cosa de [derechos y] ampliaciones de tierra, [afectaciones], y ahí es donde caían mal y había choque entre’l maestro, el patrón y el jefe de finca, es cierto, pero eran pocos los maestros que se aventaban. La mayoría se mezclaba con el patrón y ahí se acababa todo [carcajadas].

De ahí precisamente, al iniciarme como maestro municipal, tomé parte en las famosas Misiones Culturales, como alumno. Ahí los maestros [experimentados] tenían que dar clases, porque las zonas escolares organizaban “centros [o reuniones] de cooperación pedagógica”, [a las] que tenían que concurrir todos los maestros de la zona; a determinado lugar. Lugares en donde al llegar [los maestros] se convertían en fiesta, [pues]… eran recibidos por los vecinos con mucho cariño. Los maestros éramos queridos por la gente y se organizaban festivales y encuentros deportivos…

¡Usted lo hubiera visto!… ¡Qué bonito!… Los maestros [durante esos días] nos dedicábamos a barrer las calles, a limpiar el parque… ¡Claro! para enseñarles la limpieza, el orden, la higiene que debían guardar en sus casas, [en los] lugares públicos, en las calles…

En esos festivales se desarrollaban comedias, pequeñas zarzuelas, cantos, encuentros deportivos… Entonces era [una verdadera] fiesta lo que se celebraba [en las] comunidades. Y ahí me tocó a mí dar una clasecita sencilla… ya con instrucciones de los mismos maestros, como debía ser… y comencé a dar mis clases, [comencé] a perder el miedo. Y ahí [fue que] empecé a formar parte de todo esto.

Fueron famosos esos Centros de Cooperación Pedagógica. Ahí fue donde aprendí a ser maestro; tomé [los] conocimientos [de los] profesores que daban clases, [pues] uno veía cómo hablaban, cómo enseñaban. Se daba uno idea de cómo los maestros se plantaban, cómo introducían sus temas, cómo aprendían los niños. Y ya, más o menos copiábamos [y nos] relacionábamos con ellos. Yo me consideraba el maestro más muchachito de todos, el peor de todos… aunque [debo] decirle quee… aunque habían algunos maestros titulados, la mayoría [éramos] maestros empíricos, maestros que carecía[mos] de título. Pero sí, [esos maestros] tenían mucho empuje, mucha entrega para enseñar, entusiasmo y sobretodo, vocación.

Veía usted maestros de primer año… excelentes muchachos dando sus clases. Maestros de segundo, de tercer año, lo mismo. Muy buenos. Porque ni crea que en las comunidades había más… cuando mucho hasta tercer año había, y eso ya es decir mucho. La mayoría eran escuelas unitarias; con dos o tres grupos [pero con] un solo maestro… Era raro que en algún lugar hubiera cuarto año. Así quee… todo eso lo aprendimos con los profesores más avanzados, en los Centros de Cooperación Pedagógica… Y de ahí asistimos también [a] algunos cursos en la Preparatoria de Tapachula. Ahí estuvimos en algunos Encuentros de Cooperación Pedagógica, verdaderas escuelas para nosotros, [pues ahí] aprendíamos de [los] maestros viejos, los más avezados.

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