La vanidad de ERA
“Vanity: definitely, my favorite sin”. (La vanidad. Definitivamente, mi pecado favorito).
Así lo describía el mismísimo demonio, encarnado en Al Pacino, en la película El Abogado del Diablo. La cual sigue siendo frontal en el comportamiento de aquéllos con poder. Y cuando éste es ilimitado, aquella, la vanidad, también lo es.
Con el semblante desarticulado e imposibilitado se ve a un Eduardo Ramírez Aguilar durante su captura, el pasado miércoles, por indígenas Tzotziles de Chenalhó. Lejos han quedado los recuerdos de las muestras de afectos fingidos que le hicieran hace unos meses durante su visita a este municipio durante la campaña electoral. Hoy la realidad es otra.
Los indígenas que lo capturaron hablan en Tzotzil entre ellos, se ríen, se mofan, y de pronto se ponen serios –vamos a quemarlos si trata de entrar la policía a rescatarlos- amenazan. En el parque se han reunido miles de ellos, mujeres y hombres que lo miran con cierto desprecio, lo acusan de la falta de dialogo que terminó en enfrentamiento con los policías en Tuxtla Gutiérrez, la respuesta en ese momento fue la represión.
En la plaza el murmullo es inteligible sube y baja, se convierte en un rezo monofónico, casi intraducible, sólo se entiende la voz del megáfono cuando menciona el nombre de los retenidos. Estos últimos no saben si los mencionan para liberarlos o su linchamiento es inminente.…
La vanidad y la frivolidad ha sido la principal característica de este gobierno verde. Su forma de gobernar y de mostrarle a la gente su cercanía ha sido a través de las redes sociales en donde publicitan su participación en carreras pedestres. El culto al cuerpo se ha vuelto indispensable para poder aspirar a un cargo público. -Cuentan que cuando se le acercan al Gobernador Velasco pidiéndole trabajo o a participar a un cargo de elección popular, este les contesta que necesitan hacer ejercicio, te veo muy pesado, estas muy gordo les señala, tocándoles el abdomen-.
Ahora le toca a Eduardo Ramírez pagar el costo del desdén que desde un principio han demostrado hacia sus representados. Cansados de esperar respuesta y sabedores de que en su territorio no va a ser fácil liberarlos, los indígenas se aprestan a retenerlos. Los Tzotziles han sido engañados durante 500 años, los argumentos los conocen de sobra, las promesas han sido el libreto sexenal que durante cientos de años han escuchado, saben cuando no les van a cumplir.
No les importa si les acude la razón o no, los entretelones los han hecho ser ahora los protagonistas, utilizan su oportunidad y dan el golpe certero, capturan al líder del Congreso y al hombre de todas las confianzas del Gobernador, al amigo de la infancia, a quien podría ser el delfín a sucederlo. Se saben que los subestimaron, que los diálogos no se dieron entre iguales, que siempre hubo un tono condescendiente, como modo de infligir una humillación sutil, hacía ellos.
Saben que ganaron, utilizaron las debilidades que pensaron que tenían a su favor, el costo de la subestimación fue la caída de la primera mujer presidenta de su municipio y la entronización de quien hasta unos días antes había sido el Síndico Municipal.
Al igual que el joven jurista de la película del Abogado del Diablo, el gobierno actual ve como antes de tiempo se derrumban los castillos en el aire, cimentados con la frivolidad y la vanidad propia que da el poder.
Frivolidad, vanidad, impunidad, ineptitud y cinismo (además de zánganos) características de los «verdes»