La revolución deberá ser no violenta o no será
Las protestas masivas o marchas, se han dado históricamente cuando un número relativamente importante de personas han sido afectadas por políticas o acciones de los gobiernos o instituciones. Aunque son un ejercicio democrático para visibilizar las causas de injusticia social, son estrategias poco exitosas en la resolución de conflictos hacia cambios fundamentales, por el principio básico de entender que las autoridades no realizarán modificaciones solo porque algunos lo piden de manera amable y menos cuando se solicita de manera violenta.
Cuando los derechos humanos de las personas son vulnerados y sus demandas de cambio no escuchadas, la sociedad busca desesperadamente implementar estrategias de resistencia que pueden incluso volverse violentas, solo porque en ella ven la última oportunidad del cambio.
Tras las 8 personas muertas recientemente en Nochixtlán, Oaxaca en el marco de disturbios contra la Reforma Educativa promulgada por el Gobierno Federal, es importante reflexionar aún más sobre las estrategias sociales de protesta, porque lejos de si los muertos eran o no maestros, si somos afines o no a la causa, el problema fundamental al que debemos centrarnos es la extraordinaria realidad de tener 8 personas muertas de forma violenta en una protesta social.
En tiempos como los actuales en donde la imaginación y la innovación se vuelven insumos fundamentales para la competitividad, y el internet y las redes sociales herramientas de comunicación y logística indispensables para casi cualquier proyecto, se torna vital que las protestas sociales se vuelvan creativas hacia la resolución de conflictos con estrategias que no inciten a la violencia, o estrategias para neutralizarlas cuando estas vengan en un sentido opresor.
El problema de usar a la llamada Reforma Educativa como bandera de lucha para otros sectores, es que se excluyen a quienes desconozcan el impacto de esta, a quienes estén a favor o a quienes tengan prioridades distintas. Sin embargo, nadie se negaría en apoyar causas sociales que afecten a la generalidad, como la corrupción, la represión o la indiferencia al diálogo.
El reto para el movimiento magisterial y quienes les apoyan, es encontrar y desarrollar un discurso que apele más a la empatía de la sociedad generalizada, y no de un sector; es implementar estrategias innovadoras de protesta no violentas que vayan más allá de las marchas y los posicionamientos escritos; es visibilizar la causa no afectando a comerciantes, sino usando propaganda alternativa; es derrotar al o los oponentes no destruyéndolos físicamente, sino identificando y debilitando los recursos que les dan poder; es desafiar la propaganda oficial, creando medios alternativos.
Para ser más efectivos hacia las transformaciones sociales y no sectoriales, es importante que la sociedad civil, académica y empresarial en vez de unirse a la protesta magisterial, generen plataformas de protesta en donde quepan todas las causas, incluída la magisterial. Pero por encima de todo, como sociedad tenemos una obligación de autodefendernos de esa extraordinaria realidad donde quienes protestan desaparecen o pierden la vida en hechos violentos no claros.
La violencia debe ser abandonada como medio de protesta y de represión, y es responsabiliad de todos los actores no solo condenarla sino hacerla obsoleta. En un mundo lleno de acciones violentas, es importante reconceptualizar nuestro concepto de protesta y revolución, porque solo pensando diferente, tendremos mejores oportunidades de encontrar resultados diferentes. La revolución social hacia una nueva realidad social y política deberá ser no violenta, o no habremos evolucionado lo necesario.
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