La larga historia del conflicto en Chiapas
Por Daniel Villafuerte Solís *
Chiapas tiene una larga trayectoria conflictiva generada por un cúmulo de desigualdades sociales, agravios, transgresiones, despojos, odios raciales y étnicos.
En ciertos momentos de su historia se han producido rebeliones y levantamientos de grupos, de los cuales han surgido movimientos sociales, unos más coyunturales y otros de mayor duración.
Hoy de nuevo estamos en medio de una conflictividad donde se articulan problemas estructurales de vieja data con nuevo problema generados por demandas no resueltas por el Estado: Desempleo, subempleo, pobreza, marginación, exclusión social, otros más inmediatos como las demandas de luz eléctrica, caminos, escuelas, agua potable, mercados, clínicas de salud y acceso a diversos servicios, a los que se añaden los de carácter político-electoral.
La resolución de los conflictos implica negociación, toda negociación firme y duradera significa afectar intereses de las partes. La práctica más común de los gobiernos, cuyo expediente se ha ido agotando, ha sido la formación de “mesas de diálogo”, donde al final se llega a un “minuta de acuerdo”; sin embargo, la minuta por sí misma no resuelve el problema, se requiere de la voluntad política seria y de un seguimiento en el cumplimiento de los acuerdo con plazos establecidos.
Los momentos álgidos de conflictos no necesariamente han llevado a un cambio sociopolítico y económico. Con frecuencia los cambios que producen los conflictos son poco perceptibles por su profundidad y magnitud. La naturaleza de Chiapas, marcada por su particularidad histórica, ha hecho que muchos de los problemas, que son de carácter estructural, no se hayan podido resolver.
El levantamiento zapatista del 1 de enero de 1994, coincide con un cambio fundamental en el país que comenzó a prepararse por lo menos desde mediados de la década de los ochenta. Se trata de la instauración plena del régimen neoliberal en un sentido abarcativo, que cruza todos los ámbitos de la vida social, política, económica, cultural y ecológica. Este régimen es complejo y lleva un sello profundo de desprotección hacia los sectores más vulnerables de la sociedad. Los viejos valores centrados en la solidaridad, la ayuda, la cooperación, el amor al prójimo se desvanecen, y en su lugar se instaura como valor supremo el mercado, el dinero y el individualismo, para establecer la “competencia” que se mira como la llave del progreso y del desarrollo.
El pensamiento neoliberal cabalga en las universidades y centros de investigación, donde adquiere un renovado impulso. La teoría económica de la escuela de Viena, el monetarismo de la escuela de Chicago, la ciencia política impulsada desde recintos académicos de Estados Unidos, la sociología cuantitativa, y un conjunto de disciplinas de las ciencias sociales son penetradas por el pensamiento liberal que da como resultado la construcción de un pensamiento único y la falta de compromiso con la realidad social.
En este contexto, harto complejo, el fantasma del conflicto recorre de nuevo la geografía chiapaneca y, sin embargo el gobierno no ha sido capaz de formular un programa de coherente con la realidad que se vive, un proyecto de impacto que permita generar condiciones políticas y socioeconómicas favorables. Frente al deterioro sociopolítico no se ha planteado un “nuevo pacto social” que permita dar voz y acceso a los que menos tienen, incluyendo a los pequeños y medianos empresarios.
Por el contrario, la estrategia seguida es la misma que se ha ensayado en los últimos 30 años bajo el régimen neoliberal, otorgar dádivas a los más afectados por el modelo económico. Una estrategia que ha demostrado que no produce cambios y sí, por el contrario, genera efectos contrarios, es decir reproduce la pobreza, genera clientelismo y nuevas estructuras burocráticas. Los datos del CONEVAL sobre pobreza son contundentes.
En perspectiva, el panorama político en Chiapas acusa un deterioro sin precedentes. En su etapa reciente no se había pedido la destitución de un gobernador en las calles y desde las clases populares, normalmente los cambios –que eso si han sido frecuentes a los largo de la historia de la entidad–, han sido promovidos desde arriba. Es innegable que hoy en el ambiente chiapaneco priva un malestar frente a la postergación de la solución de los problemas más sentidos de la población.
En 24 días de protesta magisterial, el conflicto ha escalado de manera sorprendente, pese a la apuesta del gobierno por el cansancio: a las masivas marchas de protesta se han sumado diversos sectores de la población inconforme: organizaciones campesinas, padres de familia, sectores de la Iglesia católica y hasta el EZLN se ha pronunciado. Mientras Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública, repetía que la reforma educativa “no está a negociación bajo ninguna circunstancia” (La Jornada, 8 de junio de 2016), miles de maestros provenientes de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán llegaban a la Ciudad de México para reiterar su petición de diálogo con el gobierno federal. En Chiapas, el mismo día se llevó a cabo una multitudinaria marcha del Pueblo Creyente de Simojovel, estimada en poco más de 4 mil personas.
En el día 9 de junio de 2016, se llevó a cabo la marcha de los “Parachicos”, una manifestación político-cultural a favor de los profesores, donde pobladores de los municipios de Chiapa de Corzo, Tuxtla Gutiérrez, Suchiapa, Ocozocoautla, San Fernando, Cintalapa, entre otros, caminaron varios kilómetros para hacerse presentes en el plantón que mantienen los profesores en el centro de Tuxtla Gutiérrez. Fue una manifestación sui generis, poco usual donde miles de hombres, mujeres, jóvenes y personas de la tercera edad en silla de ruedas coreaban consignas como: “maestro, aguanta, el pueblo se levanta”. Muchos llevaban canastas con comida para dárselas a los profesores. Era el repudio a la represión, contra la reforma educativa y contra de los gobiernos de Peña Nieto y Velasco Coello. La danza, la poesía y el canto acompañaron el cierre de la manifestación.
Del otro lado, el mismo día arribaron más de 4 000 policías federales, que se alojaron en la emblemática “fábrica de moscas estériles”, que albergaba la comisión México-Americana para la Erradicación del Gusano Barrenador del Ganado. Una respuesta más que simbólica, una amenaza real de persistir el movimiento magisterial.
¿Qué sigue? Es deseable y urgente que la política se anteponga a la fuerza, que la política sea utilizada como instrumento para reestablecer los equilibrios, atenuar los conflictos y provocar cambios en beneficio de la sociedad toda. Está empíricamente demostrado que las mal llamadas reformas estructurales no beneficiarán a las grandes mayorías de la sociedad mexicana. Estamos en medio de una crisis de profundas raíces y sólo un cambio de visión puede llegar a resolver los problemas, antes de que se incendie la pradera. Es urgente un diálogo, los profesores lo han venido pidiendo, diversas organizaciones sociales y campesinas lo están reclamando, y los empresarios piden desesperadamente que las partes se sienten a dialogar.
*Dr. Daniel Villafuerte Solís, profesor investigador del Centro de Estudios Superiores México y Centroamérica-UNICACH. (Con autorización del autor).
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