El porno tsotsil y las nuevas apropiaciones de las tecnologías de la información
El porno tsotsil y las nuevas apropiaciones de las tecnologías de la información
Luis Fernando Bolaños Gordillo[1]
En las ciencias sociales, especialmente la antropología, hay ciertas corrientes que resaltan la relación entre territorio y cultura, presentando a los grupos sociales observados bajo una especie de encapsulamiento que propicia la descripción de una “esencia” producto de la tradición y no de factores exógenos.
Los medios masivos, las industrias culturales, internet y las nuevas tecnologías de la información, propician que esas áreas culturales reciban información e influencia de diferentes contextos y que los sujetos que están en ellas adquieran nuevas prácticas y estilos de vida que se contraponen a lo tradicional.
Quienes están acostumbrados en sus estudios a trazar ciertos rasgos culturales comunes dentro de una categoría geográfica-natural y cultural única, pueden tener dificultades al analizar temas como el rock tsotsil –al que no tuvieron más remedio que denominarle “etnorock”- o la influencia de los narcocorridos, la música de banda o el hip hop, que propician nuevas identidades y prácticas.
Un tema controversial que ha llegado a insertarse en ese espacio geográfico y cultural es el de la pornografía, pero no solamente como un asunto de consumo mediático sino como una práctica que se comparte al exterior bajo la bandera étnica.
El denominado porno tsotsil (quizá no falte quien le quiera nombrar etnoporno) dejó la etapa incipiente para apuntar a una de visibilidad social y muestra de ello son los materiales en formato DVD que pueden adquirirse en San Cristóbal de Las Casas, con vendedores ambulantes que llegan a los bares y cantinas, así como tiendas de videos piratas cercanos a Mercaltos, Merposur y el Mercado Municipal.
Estas nuevas prácticas se contraponen tanto al pensamiento católico tradicional y al protestante que predominan en la cultura tsotsil, al imprimir nuevos imaginarios de deseos, fantasías sexuales, erotismo, seducción, etc., vinculados al consumo pornográfico y que generan un negocio que está creciendo rápidamente.
Ciertos jóvenes de municipios como Chamula, Zinacantán o Chenalhó se están sintiendo atraídos no solamente por el consumo de esas producciones, sino también para protagonizarlas para que puedan ser vistos en otros contextos y dar cuenta de nuevas prácticas que no esperarían las sociedades que están acostumbradas a verlos encapsulados.
La pornografía como industria generalmente está asociada a imágenes vinculadas al placer, el poder y la visibilidad, y dados los nuevos patrones de consumo y de producción en el ámbito de la cultura tsotsil, es menester cuestionar cuáles son los imaginarios sociales que están alrededor de esta actividad.
Igualmente, es interesante cuestionar las representaciones asociadas a estas prácticas, cómo se relativiza su cultura original, qué nuevas visiones hay sobre la sexualidad, cómo se desdibujan las visiones tradicionales sobre la moral y la religión original, entre otros temas que rodean a la producción y consumo de estos materiales, donde prevalece la filmación a través del teléfono celular.
Algunos factores podrían estar asociados a la explotación sexual (hay bares y cantinas donde llegan mujeres tsotsiles a ofrecer servicios sexuales), la pobreza, la migración, el desempleo, la desintegración familiar, entre otros que impactan a los pueblos originarios de Chiapas.
Para Mariano N. el tema ya no es tan novedoso ya que comenzó a hacerse presente cuando los teléfonos celulares elevaron la calidad en la filmación y con las facilidades que hay para subirlos a internet.
Estas nuevas prácticas abrieron un intersticio entre la estructura del espacio cultural y las identidades generadas por el consumo pornográfico proveniente de otros contextos, lo que aparentemente está dejando ciertos ingresos.
En este sentido, la pornografía adquirió en el contexto de la región Altos Tsotsil-Tseltal, la característica de exhibir las prácticas sexuales pero con una etiqueta étnica que brinda un marcado sentido de proximidad que lo vuelve atractivo.
Para ciertos jóvenes tsotsiles, la pornografía hace del sexo una instancia que puede diferenciarlos de otros y esas imágenes dejan ver a su vez un asunto de prestigio, empoderamiento o de manifestarse distintos a quienes siguen los patrones tradicionales. El sentido de proximidad con las y los protagonistas de esos videos sería una de las razones para su consumo.
Juana N., una de las protagonistas de estos videos, comentó: “Esto no es algo perverso como dicen, es una manera de ser que queremos mostrar. ¿Acaso solo los gringos pueden hacer porno? Nosotros también podemos hacerlo”.
Este tipo de pornografía demasiado contextualizada, con el acto protagonizado en la soledad de un paraje, un río o una casa de madera, establece un atractivo para muchos mirones compren los productos. Así mismo, la desnudez o los atuendos que se quitan, representan la inscripción de los sujetos –protagonistas y consumidores- con la imagen regional.
Este tipo de pornografía que, en voz de sus actores, no tiene gran costo de producción, influye para la construcción de nuevos fetiches, ya que se están viendo a personas que están en un entorno muy cercano, lo que remarca la compulsión por verlo.
La pornografía tsotsil aparece en algunas páginas pornográficas y algunos canales de Youtube. En este último aparecen los videos titulados “Chamula Caliente”, “Lucy en Chamula” o “PornoXXXChenalhó”. Igualmente, estas producciones pueden ser buscadas en Google.
Este hecho también se está dando en otros países latinoamericanos y en la búsqueda salió una página del contexto del pueblo maya quiché de Guatemala.
Buena parte de la producción de estos materiales en el ámbito regional es atribuida al grupo “Chamula Power”, que comercializa a gran escala discos y películas pirata en diferentes mercados de San Cristóbal de Las Casas, y que ha visto en el porno una nueva veta que explotar.
De hecho Juana N., no solamente protagoniza ciertas producciones, sino que ella los vende en el interior de los bares, siendo la comunicación cara a cara una de sus estrategias para lograr la venta. Al cuestionársele sobre la maquinaria que hay detrás de estas producciones no quiso opinar al respecto.
Esa “esencia” regional
[1] Profesor e Investigador de Tiempo Completo de la Licenciatura en Comunicación Intercultural de la Universidad Intercultural de Chiapas; forma parte del Cuerpo Académico Lenguas y Discursos Culturales en la Frontera Sur y trabaja temas sobre culturas juveniles, diversidad cultural y contracultura; Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Pues sí, de acuerdo con el comentario anterior: una cosa es mostrar fuentes y otro es «hacer publicidad» a estos sitios de pornografía. Lo pernicioso de esto último es que no sabemos bajo qué condiciones aparecen las personas de las grabaciones, ante todo las mujeres, pues si hay una «máquinaria detrás de estas producciones» seguramente hay trata de mujeres, explotación sexual, privación de la libertad, y una complejo entramado social que constriñe a estas personas. Investigación con ética, por favor.
Ahora bien, el título de la entrada refiere a la «…apropiaciiones de las tecnologías de la información». Basta decir que la bibliografía en torno a este tema es extensa; un poco de debate sobre esta idea haría más interesante la reflexión. De lo contrario nos quedamos en el discurso social común, lo que creemos que es la apropiación tecnológica y lo que creemos que produce en las poblaciones. Las implicaciones que esto tiene en contextos «tradicionales» son todavía más profundas de analizar. Está bien que esta entrada sea una reflexión y ya, pero es un tema delicado que merece más seriedad. No sabía de esta situación, qué bien que lo expongan ¡saludos!
Excelente reportaje, Pero a mi forma de ver sobre los Links, es como hacer Publicidad, digo. Saludos.