Crónica de un secuestro negado

El momento en que suben a los diputados Carlos Penagos Vargas y Eduardo Ramírez Aguilar a una camioneta de redilas rumbo a Chenalhó.

Seguramente que Eduardo Ramírez Aguilar (ERA) quisiera olvidar la pesadilla que vivió en Chenalhó, y que todo Chiapas lo olvidara, para poder continuar su campaña política abruptamente interrumpida. Aunque no quisiera contribuir a su revictimización, el hecho sucedido a personas públicas, y el trato político y jurídico al caso, obliga a la reflexión y el análisis.

Las imágenes no mienten, tampoco el testimonio de Gonzalo Ituarte, la  detención fue violenta, hubo golpes, jaloneos, sangre y detención arbitraria. El traslado no pudo haber sido amable, y el destino era incierto hasta llegar a Chenalhó. Las primeras horas también fueron tensas. A las dos de la mañana Eduardo Ramírez estaba visiblemente enojado, tenso, a pesar de que intentaba tranquilizar a su familia, aparentar que había calma, no lo logró. Por supuesto, el atuendo tampoco le hacía sentir cómodo. El rostro de ERA a las dos de la mañana del jueves era el de la impotencia, del odio contenido, mezclado con la incredulidad de estar viviendo lo que vivía, tan lejos del confort, de sus múltiples aduladores, de sus viajes en jet privado, de su distancia con los indígenas.

Vestirlo con ropa de mujer, en el contexto de nuestra sociedad, representó un acto degradante, vergonzoso, que atenta contra la dignidad humana. Hubo burla y escarnio, hasta obligarlo a bailar con la vestimenta de mujer. Claro acto de humillación para un personaje con el poder político que ERA ostenta-ba.

En menos de diez horas un diálogo de negociación fue interrumpido, el Presidente del Congreso local fue secuestrado, la presidenta constitucional de Chenalhó “pidió licencia” o la hicieron renunciar, se olvidaron de la paridad de género, el Congreso sesionó, un nuevo presidente municipal fue impuesto, y ERA clausuró su pesadilla con otro baile, esta vez voluntario.

Pero la degradación y humillación trascendió a ERA, alcanzó al gobierno del estado, al gobernador, y acabo con el de por sí cuestionado Estado de Derecho.

El gobernador, como suele suceder, no dio la cara. Tal vez porque no sabría qué hacer, no sabría cómo explicar el insólito caso. Salió al paso el Secretario de Gobierno, simulando y pretendiendo hacer creer que no había problema alguno, que el Presidente del Congreso voluntariamente se encontraba en Chenalhó para resolver un conflicto postelectoral. Se lavaba las manos pues, y no porque quisiera hacerlo, sino porque aceptar la realidad representaba aceptar la incapacidad del gobierno para resolver una situación, que además tenía en riesgo al Presidente del Congreso.

La realidad de Chenalhó puso en jaque al gobierno del Estado. Ocupado como estaba, encarcelando profesores que se manifestaban contra las reformas que les afectan, no alcanzó a reaccionar, y en cambio, terminó por aceptar que la pesadilla de ERA fue la pesadilla del presidente del Congreso, de un candidato adelantado, y es la pesadilla de un gobernador cada vez más innecesario, que también teme que Chenalhó se multiplique y se lo lleven al baile.

Dado que el secuestro ha sido negado, y terminó siendo consentido, la receta se encuentra disponible para otros municipios que, como San Cristóbal de Las Casas, viven las razones políticas que esgrimieron en Chenalhó, y que no han logrado conseguir que el alcalde también pida licencia.