Clase Política contra Sociedad Civil
Sí. México es ahora un país sinónimo de hartazgo, de indignación, de ruptura del tejido social y un largo etcétera que hasta en el extranjero le han perdido la confianza a nuestra clase política.
Ello socava nuestra capacidad de crecimiento económico, primero porque las políticas públicas mexicanas son monopólicas y no promueven el crecimiento del mercado interno y luego porque el modelo económico está volcado hacia la atracción de inversión extranjera.
Economía y política se vuelven un binomio que nuestra clase política no puede manejar. Todo ello se refleja en falta de gobernabilidad.
En lo económico hay falta de crecimiento y en lo político -y también lo social- muy poco hay que decir a favor del gobierno cuando hay regiones controladas por la delincuencia organizada, cuando los ciudadanos tienen que organizarse para evitar los robos a las casas-habitaciones y cuando casi la única opción de empleo es la economía informal.
La sociedad civil agrupada en diversas organizaciones y asociaciones empuja, sugiere y propone diversas opciones en diversos temas para que el país salga del oscurantismo político, económico y social en que lo tiene la clase política que nos gobierna.
Pero hay un problema.
Lo he comentado en varias ocasiones y lo repetiré hasta el cansancio; el problema político principal de México -del que emanan todos los demás- es que nuestras instituciones no están al servicio de la sociedad y más aún; son dominadas por una clase política que las usa en su beneficio.
Así aparecen la corrupción, la impunidad, el nepotismo. Y nadie de la clase política tiene miedo de ser atrapado penalmente, sencillamente porque las mismas instituciones los protegen.
Por ello el gran dilema mexicano es:
¿Cómo lograr las transformaciones sociales –necesarias y urgentes- si quienes dominan nuestras instituciones no quieren perder sus privilegios de clase política y continúan dominando nuestras instituciones?
Ejemplos son muchos:
Los organismos electorales federales y estatales no son ciudadanos. La Corte federal ha dado muestras de estar supeditada al poder innumerables veces. La Secretaría de la Función Pública y los organismos estatales que tienen la atribución de fiscalizar los recursos públicos, parecen la “policía china”:
Los diputados y senadores legislan en base a los intereses políticos de sus partidos y cuando se requieren leyes justas, las aprueban por presión social. Pero casi invariablemente obstruyen todo aquello que no conviene a la clase política. La Ley Tres de Tres es un claro ejemplo de ello.
Es decir, la “corrupción legal” es una práctica cotidiana de nuestra clase política.
Y hasta ahora la sociedad civil solo se anota “victorias morales” pero no efectivas. Es decir logra poner en evidencia el accionar corrupto de la clase política, pero nuestras instituciones no logran hacer efectivas medidas punitivas contra los políticos mexicanos.
Evidentemente esto es un avance, porque recordemos que no hace pocos años la ira popular se canalizaba poniéndole apodos a los líderes más visibles de la clase política.
Aquí en Chiapas, hace algunos años había un gobernador al que le achacaron múltiples apodos.
“El Bikini” porque “nadie sabe cómo se sostiene pero todos quieren que se caiga”.
“El Clutch”, porque “primero mete la pata y después hace los cambios”.
“El Sueldo”, porque “no sirve para nada”
En ese sentido, las instituciones mexicanas, entendidas estas como las estructuras o los mecanismos de orden social que norman el comportamiento de todos los individuos de una comunidad; deben de transformarse y deben de hacerse de la mano de los ciudadanos.
Otra definición de institución es “aquellas diversas organizaciones formales del gobierno y los servicios públicos”. Es decir están más allá de los individuos y deben de prevalecer generaciones.
De tal manera que hay que cuidarlas y lograr que se transformen acorde a las necesidades de la época.
El camino entonces es ciudadanizarlas.
El problema está en el proceso. Porque entonces se tendría que arrebatárselas a los políticos y estos no están dispuestos a ceder su control.
Así; si se pudiera sintetizar la situación política mexicana y a sus actores políticos, el asunto estaría más o menos así:
1. La clase política es solo una. Porque a pesar de los distintos colores partidistas, el fin último es el mismo: conservar el poder. Ya lo han demostrado en distintas ocasiones. Ejerciendo el poder o portándose como súbditos ante él; pero nunca en contra del poder.
2. La sociedad civil es grande, pero está fragmentada. Por tal motivo no hay una agenda nacional única. Aunque el diagnóstico es certero: la corrupción y la impunidad ahogan e indignan a los mexicanos. Pero hay organizaciones sociales que caminan por senderos distintos. Ejemplos hay muchos; en ese sentido actualmente hay gente que pide la despenalización de las drogas, pero hay otros que se oponen. Aun así, los dos grupos pueden catalogarse como sociedad civil.
Difícil el camino de la sociedad civil ante una clase y un sistema político que aprovecha su cohesión como grupo de interés y se aprovecha de la debilidad de la sociedad, que tiene muchos intereses encontrados y no logra todavía encauzar el malestar social más allá de marchas y la indignación en las redes sociales.
Claro está, puede aparecer un anti establishment que rompa la inercia de la clase política nacional. Pero este todavía no se avizora. No lo es Andrés Manuel López Obrador; primero porque es un político de carrera y luego porque también no reconoce sus errores.
La vía puede ser la candidatura ciudadana, pero ello se topa con dos grandes murallas: primero -volvemos al dilema principal- la ciudadanía no maneja los órganos electorales y por lo tanto, la tentación autoritaria del fraude electoral está latente. En segundo lugar porque si aparecen muchos candidatos independientes, estos lo único que harán será atomizar el voto. Es decir, serán útiles al sistema.
Parece un contrasentido, y tal vez lo sea. En la democracia el pluralismo es básico para vitalizarla. Pero en una democracia incompleta o solamente representativa como la nuestra; la pluralidad solo sostendrá -más tiempo- a nuestro sistema político.
La clase política es solo una y la sociedad civil no es una sola; es muchas sociedades civiles. Las dos se encuentran extrapoladas. A la clase política le conviene que siga así
Si México no encuentra la forma de ciudadanizar sus instituciones, -porque estas no son eco de las necesidades ciudadanas- lo que veremos más temprano que tarde será una violencia social generalizada, en diversas localidades, realizada por diversos sectores, sin líderes definidos; sencillamente porque todos los liderazgos sociales y políticos serán rebasados por la indignación social.
Entonces no habrá más que dos opciones:
La violencia generalizada provoca cambios políticos en forma de reformas políticas, constitucionales, de acceso al poder, etcétera y desaparecen ahora si los privilegios que el sistema otorga a los políticos.
O regresa la tentación autoritaria. Así de sencillo.
En lo personal, creo que ya estamos a punto de saber que ocurrirá primero.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
Totalmente equivocados, solo hasta que haga efectivo lo constitucional, donde esta explicito que el pueblo el patrón de los gobernantes, y ellos tiene el derecho de cambiar al sistema, para eso debe haber unión con un solo frente común, el bienestar del país, para las actuales y futuras generaciones, si no esto se pondrá mas difícil, y los que nos queda es la justicia efectiva, donde todo cae por su propio peso, sin ser irreversible.
Aplicable a toda nación.
REFLEXIÓN, por el bien de toda la humanidad, y un mundo mejor.