A propósito de mirreyes y Porkys

A propósito de mirreyes y Porkys

Juan Pablo Zebadúa Carbonell

A partir de la aparición de los tristemente célebres Porkys de Veracruz, el debate en torno a ese bizarro estilo de vida, pero no por ello menos trascedente, denominado “mirreyes”, ha sido intenso desde el punto de vista mediático.

Con los Porkys, casi en ningún otro tiempo un estereotipo de joven había sido tan hablado y puesto en boca de todo el país, a raíz de su dramático perfomance que los ha llevado a ser parte de los impresionantes niveles de escándalo judicial en los que se han metido. Los llamados Porkys son tan solo una muestra. Aquí lo importante es saber que son parte de esa mal llamada “tribu juvenil”, los mirreyes, y ser ahora toda una generación involucrada en el contexto de la realidad nacional, jóvenes pudientes que presuntamente violan a una chica creyendo que no pasaría nada.

Chiapas Verde.

Chiapas Verde.

Los mirreyes aparecen de lleno en la escena social con el peñato, como su ejemplo a seguir en el escalafón social. Antes, el cantante Luis Miguel y el actor Roberto Palazuelos eran los gurús, ahora se transformaron, según periodistas como John M. Ackerman y otros, pero sobre todo Ricardo Raphael, con su obra Mirreynato. La otra desigualdad, cuando dan cuenta de este tipo de joven que ahora campea en todos los ámbitos de la vida pública nacional.

La mutación del “fresa” al “mirrey” tiene sus propias características. Hace algunas décadas el/la “fresita” era, en general, un joven conservador, ensimismado, estudioso, religioso, sin ningún atisbo de vicio alguno. Después, este estilo cambió a un formato que hizo legendario el personaje de Luis de Alba, el “Pirrurris”: banal, inculto, ostentoso, clasista a más no poder y bastante protagonista de su forma de vida. Pero era muy territorial, tenía un exclusivo mapeo urbano para donde ir y estar con sus amigos. La mezcla urbana no era de ellos, había solo selectas zonas para irse de reventón. Y las universidades, las privadas, fueron el campo simbólico del poder: solo los que podían pagarlas estaban dentro. Estar en la universidad no era por gusto, sino por tener en que ocuparse mientras llegaba el tiempo de dirigir los negocios de “papi”.

 

El mirrey es todo esto, pero con dos elementos que los distinguen de sus antecesores: ahora están en el poder y la flagrante impunidad con que se mueven. No dudo de que haya mirreyes en otros partidos políticos, pero es en el PRI donde se aposentan y se gestan. Atrás quedaron los “cachorros de la Revolución”. Hoy gobiernan el país y algunos estados, son asesores, dirigen sectores del partido en el poder. Ya no son parte de las zonas preferenciales de la ciudad, sino que deambulan por todos los espacios y por todos lados. Envaselinados y elegantes, tecnócratas analfabetos, disponen de los recursos públicos para sus fines. Al estar en la política el mundo, por fin, está donde debería estar: a sus pies.

Hablan de los Tigres del Norte como si de verdad les gustara; el rock de Maná les parece muy desabrido y siempre necesitan dosis más fuertes, según ellos, de la “dureza” roquera que más se asemeja a Alejandra Guzmán y a Panda y lo exhiben sin menoscabo alguno. Incultos hasta la saciedad, no tienen la menor idea de la historia del país. Por eso PEMEX es una empresa más, un OXXO del cual se puede dispendiar todo; de las luchas sociales, ni hablar, cosa de nacos de la UNAM. Las fechas patrias son un excelente puente para irse de shopping a Estados Unidos, el país referente de su diminuta cultura general. Por eso la Primera Dama, orgullosa, mostró en la revista Hola! su mansión regalada por un empresario que a su marido favoreció ilegalmente. Para eso gobernamos, para vivir como lo que somos. El enfado contra Aristegui fue porque exhibieron a los mirreyes del gobierno como torpes para enfrentar una situación de escándalo político, pero no por ser impunes y ser técnicamente delincuentes.

Existe en MTV un programa internacional de reallity show con la denominación shores. En México, es Acapulco Shore. Jóvenes clase media que viven al día en la fiesta total, beben, disfrutan, tiene sexo, pasean. Sin problema. Lo que evidencia es que los insultos de “no seas indio”, “pareces una criada”, “eres feo, prieto y vives en una vecindad”, es lo que prevalece como el ideal del joven que el país debe imaginar cómo prototipo; el joven despreocupado, rico, acrítico, sin más motivo de vida que pasársela bien. El que vive una realidad de ficción, la única que debiera ser, según su visión.

Los Porkys son tan solo una muestra de que creen que el país es de ellos, y de nadie más. Clase privilegiada que nacieron con el sello de impunidad y prepotencia. Los mirreyes están en el poder y no dejarán el botín por el que con solo ser hijos de políticos priistas les ha bastado. No por nada la hija de Peña llamó “nacos” y “plebe” a quienes criticaban a su padre, el Presidente de una nación de 120 millones de personas.

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