Vivir de las armas y criticar su uso
Vivir de las armas y criticar su uso
José Ramón Guillén
Se sabe que la manipulación de armas, de cualquier naturaleza y calibre, depende del lugar del globo terráqueo donde la persona que las quiere usar haya nacido o viva. Así que mientras los habitantes de Estados Unidos están amparados por la famosa Segunda Enmienda de su Constitución, que recoge el derecho de portar armas como posibilidad de defensa, hecho que procede del carácter colonizador del primer Estado moderno de América, otros países, como México, tienen estrictas restricciones a su tenencia y uso, hecho que por supuesto no impide ambas cosas, como se demuestra en la cotidianidad violenta del país.
Disimiles circunstancias que no ocultan el falaz discurso construido en torno al armamento y su uso, en especial en los últimos tiempos y relacionado con dos aspectos de indudable impacto en nuestro mundo, los ataques terroristas y la violencia organizada. El primero alejado de territorio mexicano y el segundo demasiado cercano. A pesar de su distancia hay un elemento que los une: las armas. Aspectos que se ensanchan en su problemática cuando el señalado hoy como principal instigador del terrorismo mundial, el Estado Islámico (ISIS), se caracteriza por estar perfectamente pertrechado de insumos para la guerra; algo nada ajeno a los grupos violentos que circulan en México.
Ninguna persona, cualquiera que sea su posición ideológica, desea estar involucrada en situaciones dramáticas como las vividas por los atentados más recientes en Europa, ni tampoco en las masacres y desapariciones suscitadas día tras día en México. Y mucho menos cuando los medios de comunicación del presente muestran las limpiezas étnicas y religiosas del Estado Islámico en Siria e Irak, o las viles formas de eliminación de personas en suelo mexicano. Ejemplos cercanos, que no los únicos por desgracia en las recientes décadas, que están en boca de políticos o en la opinión pública y que omiten, por no decir ocultan, el origen y la distribución del armamento utilizado para perpetrar tales atrocidades. Se habla de fuentes de financiamiento, de tráfico de armas, pero pocos son los que señalan los países productores de las mismas y, por ende, los que las distribuyen a compradores concretos, con factura en mano.
No resulta sorprendente que los principales proveedores de armamento mundial, con incrementos notables en sus ventas en el último año, según el informe elaborado por el Instituto Internacional de Investigación por la Paz de Estocolmo (SIPRI), sean muchos de los Estados involucrados en la llamada lucha contra el terrorismo. Estados Unidos, Rusia y China encabezan la lista, seguidos por Alemania y Francia. Destacando en el aumento de ventas Estados Unidos y China.
Industria rentable para varios países y que no ha tenido ningún cuestionamiento por parte de los gobiernos involucrados en su venta y en la “lucha contra el terrorismo”. Hipocresía, puesto que no tiene otro nombre, donde los que siempre resultan perjudicados son los inocentes de las guerras geopolíticas que no han inventado ni deseado. Los miles de refugiados en Europa así lo demuestran, y también los muertos, desaparecidos y violentados de cualquier forma en nuestro país.
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