El aparato informacional estatal y la invisibilización de la sociedad
El aparato informacional estatal y la invisibilización de la sociedad
Luis Fernando Bolaños Gordillo[1]
A quienes asesoran el quehacer comunicacional de Manuel Velasco Coello no les ha caído el veinte en las diferencias entre lo que son comunicación social y el aparato informacional del Estado, siendo este último el enfoque que prevalece en su superficial y frívola tarea que se enfoca en posicionar la ya desgastada imagen del mandatario.
En un sentido ético, la comunicación social permite la retroalimentación entre el gobierno y los diversos sectores sociales, pero la unilateralidad que prevalece en la manera de trabajar de la actual administración propicia que estos últimos sean invisibilizados en cuanto a sus problemas, demandas o necesidades, y se posicione en diferentes medios y espacios un Chiapas ideal.
Con base en lo anterior, cuestiono sobre cuáles son las formas, mecanismos o estrategias para que el gobierno, como su desgastado lema sostiene, escuche y atienda las demandas de los diversos sociales, cuyas condiciones son desventajosas ante los procesos informacionales que la instancia estatal despliega para legitimarse a sí misma y borrar de la opinión pública todo aquello que pretenda desmentirlo.
La percepción que la sociedad puede tener de su gobierno está condicionada por la información que recibe, pero lamentablemente no es partícipe de este proceso, ya que sus percepciones pueden abrir paso a condiciones muy distintas de lo que el primero pretende. La estrategia es invisibilizar a los sectores “indeseables”, callar a los “políticamente incorrectos” y recrear un mundo donde lo que es visible obedece a patrones triunfalistas, pero carentes de cimientos.
Dicha invisibilidad no es fácil de lograr y se requiere la participación de diversas instancias como los medios informativos, líderes de opinión a modo, paleros, acarreados y todo aquello que contribuya a presentar ese mundo ideal de tal forma que la interpretación social no cuestione dónde están las otras voces que por lo general ocupan espacios alternativos que no son del conocimiento general.
Los enfoques que prevalecen en el aparato informacional estatal son frívolos, pueriles e incluso cursis y la cereza en el pastel la constituyó un simpático mensaje que se compartió ayer en el perfil de Facebook de Manuel Velasco:
Amigas y amigos muy buenos días, muchas gracias a todos por sus comentarios, opiniones, puntos de vista, ideas, saludos, propuestas, expresiones, críticas, palabras, recomendaciones, reportes, avisos, rectificaciones, desacuerdos, felicitaciones, dichos, rumores, cifras, buenos deseos, malas vibras, bendiciones, confesiones y ¿qué otra cosa desean agregar? Dios me los bendiga mucho. ¡Hasta la próxima publicación!
Por un lado, es preocupante que no se establezcan canales reales de retroalimentación entre sociedad y gobierno, encaminados a elaborar una agenda de gobierno plural e incluyente; y por otro, es aún más preocupante que dicha retroalimentación sea sustituida por la unilateralidad y un sentido enfermizo de la felicidad, como si en la entidad todo estuviese en orden.
Y si creen que exagero en mis apreciaciones, lean el post compartido anteayer que pareciera escrito por Carlos Cuauhtémoc Sánchez o Paulo Coelho:
Amigas y amigos buenos días. Todos tus sueños son posibles si te decides a ir por ellos. Ánimo. Les deseo un feliz martes y hasta la próxima publicación!
¿Se atrevería el gobierno de Manuel Velasco, por ejemplo, a establecer mecanismos de retroalimentación encaminados a visibilizar los problemas o demandas de los sectores sociales inconformes con su situación y hacerlos del conocimiento de la sociedad en general?
Seguramente no faltará quién podría argumentar que la comunicación social tiene como objetivo construir una imagen positiva del gobierno en turno y que visibilizar los problemas sociales es tarea del periodismo de opinión o de investigación, pero a mi entender este ejercicio social también debe abrir el paso a la autocrítica, al reconocimiento de los límites e influir en la toma de una conciencia social.
¿Cómo puede hablarse de logros si quienes deberían de tener voz por su calidad moral, conocimientos o experiencia están invisibilizados o peor aún, minimizados o convertidos en enemigos de la sociedad? Pareciera que cada meta cumplida es producto de la inteligencia, gestión, disposición y honradez del gobernador y de su equipo de trabajo más no de la sociedad en general.
La invisibilización en el contexto informacional tiene como distintivo ocultar ante la opinión pública la presencia y demandas de determinados sectores sociales, y destacar la imagen del gobierno. En este sentido, aparte de la explotación, la dominación o la decadencia de las instituciones, la sociedad tiene que lidiar con la invisibilidad de ciertas partes que la componen, lo que no es muy plural que digamos.
La invisibilidad de los sujetos y grupos descontentos con el gobierno pone de manifiesto infinidad de formas de alterar ciertos hechos y traducirlos en un rostro amable que excluye a todo aquel que se asume como un individuo autónomo y enmancipado que tiene la capacidad de mostrar lo que la gran mayoría ignora. Lamentablemente todos estos datos quedan en “rumores” o “trascendidos” que pocos se atreven a investigar.
Imaginen que en las redes sociales del titular del Ejecutivo o de los responsables de las principales dependencias, hubiese mecanismos de retroalimentación públicos cuya información fuese sustancial para construir una agenda distinta a la que se instituye tradicionalmente.
La lista de sectores inconformes seguramente es larga y ahí figuran los empresarios, el magisterio, los productores agrícolas, el sector salud, así como lo que la gente piensa de sus representantes populares. La invisibilización conlleva a que cuando la gente lee los diarios, escucha los noticieros radiofónicos o ve los televisivos, tenga como principal referencia al gobierno y no a las otras instancias que pudieran mostrarle un Chiapas distinto.
Pero cuando estas instancias inconformes se hacen visibles a través del periodismo de opinión o de investigación, la información es objeto de la censura, la represión o bien convertida en una especie de representación general de la sociedad que no da margen a la crítica, el análisis o el derecho de réplica.
Si ser visible representa formar parte de una imagen construida a modo, el no existir conlleva a una instancia donde el periodismo independiente, la contrapropaganda o las redes sociales irreverentes pueden dar paso a la formación de una opinión pública distinta.
Cuando el gobierno y sus pregoneros hablan del asunto de pobreza lo hacen desde el mundo de las buenas intenciones o de los supuestos beneficios de los programas asistenciales, más no tomando en cuenta las referencias de organismos no gubernamentales y otras instancias que llevan años realizando estudios que muestran que no hemos superado positivamente esos índices.
La teoría marxista de la comunicación sostiene que una de las principales metas del sistema es legitimar su actuación y negar sus contradicciones, empleando para tal efecto la propaganda, el fomento del consumo y de otras estrategias que contribuyen a configurar su hegemonía.
En esos imaginarios sociales, insisto, se elabora un sentido pueril de la felicidad que contrasta con la realidad del pueblo en diversos ámbitos.
[1] Profesor e Investigador de Tiempo Completo de la Licenciatura en Comunicación Intercultural de la Universidad Intercultural de Chiapas; forma parte del Cuerpo Académico Lenguas y Discursos Culturales en la Frontera Sur y trabaja temas sobre culturas juveniles, diversidad cultural y contracultura; Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
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