Definición de barroco

BARROCO

¿Cuál es ahora el término de moda para el antónimo de barroco: minimalista? Minimalista es lo mínimo, lo austero; al contrario, barroco es la profusión, el desborde, el agua que no puede contenerse e inunda todas las orillas. El barroco, cuando está, por ejemplo, trepado en un retablo de templo colonial, se le viene encima al espectador, como si fuese una ola que se eleva como una montaña o como un Lucifer que es expulsado del cielo.

Y la palabra barroca es más todavía. Si barroco suena a barraco, barroca suena a lo que suena: roca. Y es que la roca, a diferencia de la piedra de río, la piedra bolita, la de los bordes lisos y suaves, es barroca por todos los lados, llena de grietas, de entremetidos y salientes. Si alguien se acerca a la roca y pone su mano sobre un fragmento de ella y cierra los ojos, tendrá la misma sensación que tendría si colocara sus manos sobre un retablo cubierto de hoja de oro. El juego consiste en adivinar, como si viese el cielo, las formas que tienen las salientes. ¿Eso que toca tiene acaso la forma de un dinosaurio, de una vaca? El juego consiste es hacerse ciego y tratar, a través del tacto, de hallar las mil figuras que constituyen una roca. Una roca está constituida por cientos de formas que, condensadas, como si fuesen partículas divinas, constituyen un todo que es copia de la forma infinita del universo.

Las mujeres barrocas son aquéllas que se desbordan, que tienen tanto para dar que no les basta un solo horizonte, un solo mar.

El mundo de ahora tiende a lo simplista, a lo minimalista. Se ha olvidado lo barroco, ahora todo el pensamiento ya no juega con el desborde, ahora todo es como un pensamiento tuitero, con apenas catorce caracteres.

¿Cuál es ahora el término de moda para el antónimo de barroco: minimalista? Minimalista es lo mínimo, lo austero; al contrario, barroco es la profusión, el desborde, el agua que no puede contenerse e inunda todas las orillas. El barroco, cuando está, por ejemplo, trepado en un retablo de templo colonial, se le viene encima al espectador, como si fuese una ola que se eleva como una montaña o como un Lucifer que es expulsado del cielo.

Y la palabra barroca es más todavía. Si barroco suena a barraco, barroca suena a lo que suena: roca. Y es que la roca, a diferencia de la piedra de río, la piedra bolita, la de los bordes lisos y suaves, es barroca por todos los lados, llena de grietas, de entremetidos y salientes. Si alguien se acerca a la roca y pone su mano sobre un fragmento de ella y cierra los ojos, tendrá la misma sensación que tendría si colocara sus manos sobre un retablo cubierto de hoja de oro. El juego consiste en adivinar, como si viese el cielo, las formas que tienen las salientes. ¿Eso que toca tiene acaso la forma de un dinosaurio, de una vaca? El juego consiste es hacerse ciego y tratar, a través del tacto, de hallar las mil figuras que constituyen una roca. Una roca está constituida por cientos de formas que, condensadas, como si fuesen partículas divinas, constituyen un todo que es copia de la forma infinita del universo.

Las mujeres barrocas son aquéllas que se desbordan, que tienen tanto para dar que no les basta un solo horizonte, un solo mar.

El mundo de ahora tiende a lo simplista, a lo minimalista. Se ha olvidado lo barroco, ahora todo el pensamiento ya no juega con el desborde, ahora todo es como un pensamiento tuitero, con apenas catorce caracteres.

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