De la ciencia “lúgubre” a la economía “moral”
Todos los seres humanos, todos los días de nuestra vida tomamos decisiones. Y aunque parezcan cotidianas e incluso para darnos un placer que consideramos gratis; todas, absolutamente todas nuestras decisiones tienen un costo y por ello debemos tomar decisiones haciendo elecciones.
Imagina por ejemplo cumplir tu horario de trabajo completo; llegar a tu hogar y disfrutar el resto del día con la familia. Probablemente tus superiores no encuentren en ti la disposición y la institucionalidad necesaria para promoverte laboralmente; porque no estás dispuesto a laborar horas extras.
O imagina preferir irte de reventón todos los viernes y/o sábado luego de tu semana de actividades laborales. El impacto sobre los niveles de ahorro personal es evidente, también la vida familiar lo resentirá.
Sin entrar en polémica feminista, de acuerdo a mi experiencia personal; las mujeres son mejores trabajadores que el sexo opuesto. Son perfeccionistas, dedicadas y menos propensas a la “grilla laboral”. El problema comienza cuando deciden formar una familia. En ese momento todo pasa a segundo plano, porque claro está; los hijos son la prioridad, pero a cambio -muchas, no todas- cancelan oportunidades laborales.
Por eso, aunque no lo veamos; todos los días los seres humanos tomamos decisiones; y esas elecciones aunque creamos que no siempre tienen que ver con el dinero, -aunque en el fondo siempre tiene que ver- toda la vida las tomamos pensando qué ganaremos y nunca pensando en lo que podemos perder.
Inclusive, aunque parezcan serlo; muchas de nuestras decisiones no son racionales. O en su caso a pesar de ser racionales, a la larga solo benefician a una persona, pero afectan a las demás. También lo que es bueno para una persona, no necesariamente es bueno para todos.
En el mundo de la época decimonónica, el escoses Thomas Carlyle acuñó el término “Ciencia Lúgubre” para referirse a la economía y especialmente a las predicciones de Thomas Malthus sobre el crecimiento exponencial de la población, el cual superaría –según Malthus- el crecimiento lineal de suministro de alimentos del mundo y esto resultaría en una hambruna mundial.
Es cierto que tiempo demostró que Malthus no previó el desarrollo científico y tecnológico y hoy según datos de la FAO, se estima que alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1,300 millones de toneladas al año.
A pesar de la equivocación de Malthus, uno de los fundamentos básicos de la economía es el “Principio de escasez”; es decir, la idea de que nunca habrá suficiente satisfactores para todos.
Esa idea es una de las que hacen que a la economía se le tache de ciencia oscura.
En 1833 el inglés William Forster Lloyd publicó un folleto que en 1968 el biólogo y ecologista Garrett James Hardin retoma y publica como “La tragedia de los comunes”. En su texto Hardin decía:
Imagínese un pasto abierto a todos. Es de esperar que cada pastor intentará mantener el mayor número de ganado como sea posible en los comunes. Pero como ser racional cada pastor busca maximizar su ganancia. Explícita o implícitamente, más o menos conscientemente, se pregunta, «¿Cuál es la utilidad para mí de aumentar un animal más a mi rebaño?» Esta utilidad tiene un componente negativo y otro positivo.
1) El componente positivo es una función de incremento de un animal. Dado que el ganadero recibe todos los ingresos de la venta del animal adicional.
2) El componente negativo es una función de la sobrepastoreo adicional creado por un animal más.
Es decir, una decisión racional se convirtió en una decisión que arruinó los recursos naturales perfectamente distribuidos.
Decisiones, beneficios, escasez, incertidumbre y oportunidades. Todo ello forma parte de nuestra vida cotidiana y todo ello también es parte del estudio de la ciencia económica. Entender todo ello es un poco complicado, y más si se considera que la ciencia económica es un poco diferente a las demás ciencias.
En ese sentido, el método científico -esta es una definición que encontré en la internet- es un proceso destinado a explicar fenómenos, establecer relaciones entre los hechos y enunciar leyes que expliquen los fenómenos físicos del mundo y permitan obtener, con estos conocimientos, aplicaciones útiles al hombre.
Pero a pesar de que la economía tiene también como objetivo explicar los fenómenos que describimos líneas arriba, -y otros más- muchas veces su método no se ajusta al método científico que todos conocemos en la escuela.
Tan solo un ejemplo bastante claro, el capitalismo y el comunismo; los dos buscan el bienestar general, pero el camino para ello es diametralmente opuesto.
En economía no hay laboratorios en el sentido estricto de la palabra; y básicamente lo que tiene que hacerse es encontrar también un grupo de pensamiento afín, encontrar líderes que puedan implementar en sus gobiernos las teorías que los economistas proponen o en su caso; entrar como “bomberos” a arreglar con las teorías económicas lo que ya está descompuesto.
Famosa entre los economistas es la anécdota de la entrevista de Milton Friedman con Augusto Pinochet. En solo 45 minutos y una carta posterior de 8 puntos dirigida a Pinochet; Friedman sentó las bases de la economía de mercado en un país que lo hizo, por lo menos diez años antes que Estados Unidos e Inglaterra.
Fuerza y debilidad de la economía; esta abarca muchas áreas de la vida humana y sus efectos.
Hay de todo y en todos los campos con pensamiento diferente.
Por ejemplo estudiando el mercado de trabajo, puedes encontrarte quienes afirmen que los sindicatos distorsionan la productividad. Pero otros pueden decir que incluso con ellos se puede mejorar la productividad.
Unos son globalifóbicos y otros globalifílicos. Y es que la globalización en algunos casos ha reducido las desigualdades y en otros las ha ensanchado. Y podemos seguir citando y citando ejemplos.
No son pocos los economistas que piensan que en realidad su tarea es averiguar qué funciona mejor en un entorno particular. Es decir, es una ciencia que no tiene juicios ni contextos universales.
“Con dinero baila el perro” dice el refrán popular.
Es decir cuando se tiene dinero, o más concretamente solvencia económica; las personas pueden tomar las decisiones correctas que incidan sobre su vida presente y futura. También pueden corregir sus peores decisiones, reducen la incertidumbre, atajan mejor la escases y aprovechan mejor sus oportunidades.
Pero no todos pueden hacerlo.
Ya en el siglo XVIII los filósofos y estudiosos de la economía ingleses introdujeron el término de “economía moral”. Alexander Chayanov lo introdujo en Rusia iniciando el siglo pasado. Dichos estudios iniciaron con el análisis de la situación de los campesinos.
Utilizando la metáfora de que “los campesinos están en la orilla del agua y que hasta la ola más pequeña los puede ahogar”. Se pensaba que los campesinos generalmente viven tan cerca de la línea de subsistencia que se necesita poco para destruir sus medios de vida.
Así se pensó en precios justos y en principios de reciprocidad para terminar con los problemas de la escases.
El canadiense Joseph Heath puso al día estos términos con su obra, del 2001 “The Efficient Society”. Donde dice que la intervención del gobierno en la economía puede ayudar aliviando problemas de acción colectiva. Es decir cuando las medidas adoptadas conjuntamente por un grupo de personas tiene el objetivo es mejorar su situación y lograr un objetivo común y aun así se generan problemas.
En donde los problemas están ausentes, el estado simplemente no interviene. De esta manera, los factores económicos deben equilibrarse con las normas éticas en el nombre de la justicia social.
Los promotores de la economía moral argumentan que si queremos evitar un colapso sistémico de la economía basada en el crecimiento; en algún momento se superará la limitada capacidad de la Tierra para reciclar nuestros residuos, porque el inventario de materias primas de la Tierra se agota, en vista de la creciente población y el creciente poder adquisitivo dentro de esas poblaciones.
El mundo ha avanzado mucho en la búsqueda del bien común. Pero asuntos como la impunidad y la corrupción no abonan a los deseos de igualdad y de cierre de las brechas que causan la desigualdad.
Los beneficios de una vida plena deben de ser para todos, y si no los puede garantizar la familia, el estado es el que debe de proveer. Eso es lo moralmente aceptable.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
Me gusta demasiado está canción siempre me hace llorar 😭💔👌