La crisis del enfoque intercultural en el nivel superior en México
La crisis del enfoque intercultural en el nivel superior en México
Luis Fernando Bolaños Gordillo[1]
Lamentablemente la interculturalidad sigue siendo en México un campo no valorado que no forma parte de las prioridades de las políticas públicas en educación superior y esto se manifiesta en un estancamiento de la oferta educativa intercultural, el poco fomento a la investigación, carencia de infraestructura y otros problemas que afectan la formación profesional de miles de jóvenes.
Es cuestionable la pertinencia cultural y lingüística del enfoque intercultural desde lo institucional, dada la contaminación académica provocada por el denominado sistema de competencias que impone sutilmente un pensamiento meritocrático vinculado a las teorías del capital humano, que soslaya la integración de saberes y la riqueza de la diversidad cultural.
La Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe de la SEP tiene bastantes retos en cuanto a cómo abordar pedagógicamente la definición de México como un país pluricultural y a poco más de diez años del surgimiento de las universidades interculturales, son escasos los avances en cuanto a la consolidación del sistema intercultural que sigue actuando como una entidad indigenista.
Al gobierno federal no le queda clara la diferencia entre lo que es una universidad intercultural y una indigenista, y esto influye para que haya desinterés y poca inversión en este importante rubro que se desdibuja paulatinamente poniendo en entredicho el discurso de desarrollo con identidad. El actuar pedagógico es etnocentrista y el dinamismo cultural, si es que se le puede decir así, se distingue por su integracionismo.
No existe en la práctica una visión de culturas vivas, dinámicas y promotoras de su propio desarrollo; el pluralismo promovido está lleno de asimetrías, prejuicios, estigmas y exclusión. La unilateralidad con la que se trabaja propicia que las voces de diversos actores sociales no sean escuchadas y mucho menos atendidas en planes y programas de estudios acordes a necesidades comunitarias.
Mucho se ha discutido desde 2005 sobre las relaciones entre el Estado mexicano y la sociedad nacional, y hay mucha diferencia en cuanto las actitudes y el apoyo de los gobiernos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa para la creación y desarrollo de las universidades interculturales, y el del actual gobierno federal que parece que su objetivo es acabar con este enfoque o al menos tenerlo controlado.
Todas las universidades interculturales han tenido problemas desde que comenzó la actual administración federal en cuanto a inversión, infraestructura, apoyo a la investigación, creación de más plazas de tiempo completo, seguimiento de proyectos, entre otros, que dejan al sistema intercultural como un tema secundario que tampoco ha sido objeto de defensa desde el Poder Legislativo.
El enfoque intercultural fue secuestrado e invisibilizado por la imposición de un sistema de competencias que es más característico de universidades privadas e institutos tecnológicos; esa cuestión cualitativa, etnográfica, lingüística y diversa culturalmente, fue cambiada por enfoques pedagógicos encaminados a cuadrar ciertas habilidades que en la mayoría de las ocasiones no tienen nada que ver con las culturas que hay en el contexto donde se está trabajando.
Las voces de las comunidades se diluyen paulatinamente debido a esquemas muy cuadrados denominados Proyectos Integradores, que resultan ser una especie de recetas de cocina que hay que seguir para elaborar la descripción de una comunidad; se soslaya el valor de las guías de observación, las guías de entrevista o del diario de campo para hacer investigaciones, y esto genera trabajos que no aportan nada al desarrollo de las comunidades.
Entonces, la meta de construir conocimientos pertinentes para el desarrollo de los pueblos y comunidades indígenas mediante los enfoques colaborativo y participativo queda en trabajos escolares que no tienen la capacidad de resaltar la diversidad cultural y que no abordan los temas que sí son importantes para las comunidades.
Parece que al Estado ni le va ni le viene el desarrollo académico y estructural de las universidades interculturales y que poco le importa los aportes de investigadores, lingüistas o activistas para construir políticas interculturales que realmente incidan en el empoderamiento étnico a través de la formación de profesionistas comprometidos con sus comunidades.
Ni al Ejecutivo ni al titular de la SEP les ha caído el veinte del fracaso del asistencialismo en el que ha caído el sistema intercultural y pareciera –espero equivocarme- que solo propician políticas indigenistas para el control corporativo y el debilitamiento paulatino de las universidades interculturales.
El sistema intercultural no ha respondido a su vez a los enfoques integracionistas y asimilacionistas que permean sus planes y programas de estudios y ciertos avances que se han tenido en la redefinición en la enseñanza de lenguas originarias o vinculación comunitaria promovido por nuevas generaciones de docentes bilingües, han quedado en el tintero.
El enfoque intercultural, lejos de incidir en el etnodesarrollo que proclamó desde su aparición el fin del indigenismo, se ha diluido en telarañas burocráticas y su actuar es más institucional que social. Lo intercultural aglutinó a los intelectuales indígenas y los insertó en un marco de hibridación cultural que poco o nada deja para el desarrollo comunitario.
Lo lingüístico, por ejemplo, se está orientando más a cuestiones de traducción o interpretación, más no en el empoderamiento de las lenguas indígenas como idiomas nacionales. Inclusive a pesar de ser de carácter obligatorio, los jóvenes mestizos que egresan de las universidades interculturales no salen con un dominio básico o intermedio de algún idioma indígena.
El debate actual sobre este modelo está lleno de ocurrencias folkloristas y post indigenistas que no abonan a la construcción de estrategias que realmente fortalezcan la formación profesional de los jóvenes. Hay ciertas tendencias que hacen énfasis en el constructivismo o el relativismo cultural pero que se difuminan al chocar con el homogénico sistema de competencias mencionado anteriormente.
El placebo para mantenerse en pie es el apego a discursos relacionados con las identidades étnicas, la reivindicación de las diferencias, el empoderamiento lingüístico, la igualdad de género, ofrecer educación superior a miles de jóvenes indígenas, autonomía regional, entre otros que no tributan en la práctica a una oferta académica pertinente.
En este sentido, se siguen ofreciendo licenciaturas tradicionales a las que se les agrega el “toque” intercultural: derecho intercultural, medicina con enfoque intercultural, comunicación intercultural, entre otras más que son fábricas de desempleados y subempleados. La supuesta calidad de egreso no corresponde ni con las necesidades de los estudiantes y mucho menos de las comunidades.
Las voces críticas han sido calladas y han tenido más eco en organizaciones no gubernamentales que tienen más idea de cómo trabajar el enfoque intercultural. No basta fomentar el reconocimiento de la diversidad cultural desde lo institucional, los problemas son casi los mismos, siguen vigentes y la pobreza, el principal de ellos, sigue reflejándose en los indicadores.
Las supuestas políticas exitosas de autodesarrollo y autogestión no se reflejan en el mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades, por lo que es urgente analizar de forma crítica no solamente el concepto de interculturalidad, multiculturalidad, vinculación comunitaria, entre otros, sino la eficacia que está teniendo el enfoque conforme a la visión y misión promovida institucionalmente.
De no ser así, no se podrá reorientar las políticas públicas interculturales y considero que en esta tarea deben de ser tomados en cuenta actores de organizaciones no gubernamentales que, insisto, tienen más herramientas metodológicas y discusión teórica que las propias universidades interculturales.
No veo por el momento un futuro promisorio en cuanto al desarrollo de las universidades interculturales porque no hay fomento a la generación de conocimientos y tampoco actitudes que valoren la diversidad cultural que sigue siendo vista como peligrosa para el pensamiento hegemónico.
[1] Profesor e Investigador de Tiempo Completo de la Licenciatura en Comunicación Intercultural de la Universidad Intercultural de Chiapas; forma parte del Cuerpo Académico Lenguas y Discursos Culturales en la Frontera Sur y trabaja temas sobre culturas juveniles, diversidad cultural y contracultura; Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
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