¿En México basta solo con “chingarle”?
Como ya se sabe, hace días se desató la polémica nacional cuando una conductora de espectáculos intentó justificar el alza del dólar americano frente al peso, alegando que dicha alza no afectaría a la economía de los mexicanos.
Las redes sociales furibundas arremetieron contra la conductora y contra quien la acompañaba a cuadro.
Luego, dicha conductora al no soportar la crítica social reveló que no escribe -ni piensa- lo que dice porque todo es parte de un guión elaborado con antelación.
Días después el acompañante a cuadro atiza la polémica diciendo en una entrevista que los mexicanos “Que le chinguen más” para salir adelante.
El problema es que a los mexicanos nuestro gobierno no nos permite que “le chinguemos más” para salir adelante.
Esto porque nuestro sistema productivo es monolítico y no deja espacio para la cultura del emprendimiento y la innovación.
Tan claro como esto: el país no crece -ciertamente- por un entorno económico global adverso.
Pero para crecer es necesario voltear al mercado interno de la economía fomentando el ciclo expansivo.
La gran pregunta es ¿por qué no se fomenta el mercado interno mexicano?
¿Hay vías para crecer si el entorno económico global es adverso?
Si las hay. Lo que no hay es voluntad de las autoridades políticas y económicas mexicanas para fomentar la inversión interna.
No nos ayuda mucho “chingarle” si no se promueve el crecimiento del mercado interno.
En microeconomía, se conoce como “economías de densidad” cuando existe sinergia en u mercado económico y los proveedores y los consumidores se entienden a la perfección porque existen mecanismos para ello.
Precisamente esa sinergia es lo que no hay en México.
Lo que si habrá mientras tanto es una crisis económica en puerta porque las expectativas de crecimiento se ajustan a la baja y los precios aumentarán por el alza del dólar que probablemente se estacione por algún tiempo en 19 pesos.
¿A qué se debe el escenario tan oscuro para la economía mexicana?
Se debe básicamente a tres factores; la caída de los precios del petróleo, la subida de las tasas de intereses en Estados Unidos y la
decisión china de privilegiar el desarrollo de su mercado interno por sobre su expansión internacional.
El petróleo porque su venta al exterior representa el 30 por ciento del presupuesto de egresos federal, las tasas de intereses americanas porque hace más atractivas las inversiones en Estados Unidos y China porque deja de invertir y comprar materias primas a los países en vías de desarrollo.
Pronto el Banco de México aplicó dos medidas, subastar dólares e incrementar la tasa de intereses. Pero como siempre sucede en épocas de crisis; la incertidumbre domina los escenarios. Esa incertidumbre nos costó el gasto de 26 mil millones de dólares que se fueron del país para evitar la caída del dólar en prácticamente solo cuatro meses.
Si la base de la política es la percepción; la materia de la que se nutre una crisis económica para crecer es la incertidumbre.
Los propósitos de contener la caída del tipo de cambio peso-dólar y contener también la fuga de capitales sobre todo financieros -que buscan mejores rendimientos en economías más sólidas- no han detenido el deterioro de la economía nacional. Precisamente porque la incertidumbre es lo que permea en los mercados financieros al corto y mediano plazo.
Mientras bajan los precios internacionales del petróleo, existe un paulatino deterioro de las finanzas públicas nacionales porque caen los ingresos petroleros nacionales y con los ingresos caen también los niveles de recaudación. Con ello se limita la operatividad del gobierno federal y los estatales y no queda más que cuatro sopas:
1. Endeudarse más
2. Aumentar los impuestos
3. Apretarse el cinturón gastando menos
4. Una cuarta, es una probable combinación de todos los factores anteriores.
Lo primero no se puede, porque con un entorno internacional adverso, lo más probable es que México tarde o temprano se declara en insolvencia.
Aumentar los impuestos tampoco porque sería una medida antipopular. No porque la clase política tenga miedo de la ira popular. No lo hará al menos este año porque en nuestro país, este será un año de 12 elecciones locales por realizarse.
Queda apretarse el cinturón y descarte la cuarta opción.
De cualquier forma, el crecimiento económico nacional se dificulta. Por eso las expectativas de crecimiento nacionales son ajustadas a la baja mientras las expectativas del comportamiento de la economía mundial son pesimistas y no cambien.
En la medida que bajan los precios del petróleo, la percepción es de un mayor deterioro de las finanzas públicas, lo que limitará el margen de maniobra del gobierno federal y se observará un aumento de la deuda pública.
Entonces nuestras autoridades sacaron la tijera y recortaron el presupuesto. Lo hicieron con PEMEX con una cifra del orden de los 132 mil millones de pesos, pero además es el tercer recorte consecutivo anual que tiene la paraestatal.
También ajustaron el gasto en otras dependencias y en proyectos que se consideraban estratégicos.
Por otro lado, el alza en las tasas de intereses americanas -realizado para estimular su economía- provocará menor acceso al financiamiento nacional, las empresas invertirán menos y esto repercutirá en todos los sectores económicos; porque los inversionistas se irán de México a invertir en mercados en donde se les ofrezca mejores rendimientos.
Subirán también los intereses de las tarjetas de créditos y de tiendas departamentales.
Seguirá también la presión sobre el peso, porque los chinos abandonan -o desaceleran- su protagonismo económico internacional y ello fortalece al dólar y de manera lógica el peso y las demás monedas internacionales se debilitan.
Es cierto, no hay de otra; el mundo es competitivo y PEMEX y muchas otras empresas paraestatales y privadas de México y del mundo se deben de modernizar para competir.
No había de otra que el recorte presupuestal. Pero no es lo único que debe hacerse.
Hay que crear las condiciones para la “economía de sinergia”, hay que promover el crecimiento del mercado interno y las cadenas productivas locales.
Se tiene que fomentar el emprendimiento y el apoyo a la micro y pequeña empresa. Acabar con los monopolios nacionales, regionales y locales.
Nada costaría por ejemplo acabar con las regulaciones y requisitos que impiden en México abrir una empresa. En promedio a nivel mundial, abrir un negocio requiere cubrir siete procedimientos o requisitos y veinticinco días.
En México los días requeridos son seis, pero el entorno regulatorio es que el mata esa ventaja mundial en la apertura de un negocio.
¿Cómo se le da la vuelta al entorno regulatorio? Con la mordida y eso socava desde el inicio la capacidad de crecimiento de las pequeñas y medianas empresas nacionales.
Se entonces necesita un gobierno fuerte y promotor de las libertades económicas y que esté del lado de las mayorías. Eso es precisamente lo que falta en México.
Así sí podremos “chingarle” todos. No solo unos cuantos como ha sido siempre.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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