El desprecio del gobierno a la generación de conocimiento

El desprecio del gobierno a la generación de conocimiento

Luis Fernando Bolaños Gordillo[1]

Dicen que cuando las cosas están mal podrían ponerse peor. El recorte presupuestal al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología describe el desinterés del Gobierno Federal por fomentar la formación de investigadores en diversos campos y desnuda su cinismo, falta de visión y sentido social con la generación de conocimientos.

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A dicha instancia le retiraron aproximadamente 900 millones de pesos, de los cuales la mitad corresponde a recursos de estudios de posgrado y con ello van de por medio programas de becas, apoyos a centros de investigación, recursos para posgrados de calidad, entre otros rubros que parecen no gozar de la atención gubernamental.

El Secretario de Hacienda intentó matizar esta situación argumentando que son varios sectores los afectados, pero lo que es una verdad a voces es que México está muy lejos de ser una sociedad del conocimiento, no podemos compararnos con otros modelos y ni siquiera se han podido superar muchos problemas históricos que afectan al nivel superior, los posgrados y la formación de investigadores.

Lo único relevante del asunto, si se le puede denominar así, es que legisladores integrantes de la Comisión de Ciencia y Tecnología acordaron solicitar a esa dependencia y al Ejecutivo Federal un informe preciso sobre los parámetros económicos que se usaron para tomar esa decisión.

El presidente de dicha Comisión José Bernardo Quezada Salas subrayó que esa medida quita la oportunidad a muchos jóvenes y limita su posibilidad de trascendencia profesional y personal. Su discurso, lejos de cuestionar al gobierno se limitó a susurrar que van a luchar que no se recorte un sólo peso a la educación, y que debe buscarse un mecanismo para que esto impacte en otros rubros.

Parece que a los involucrados en dicho recorte no les cae el veinte de que hay mucha demanda de becas, que hay jóvenes con proyectos doctorales de calidad en diversos campos que desafortunadamente no tendrán el apoyo para continuar con su formación.

Datos del propio CONACYT estiman que de los 112 millones de mexicanos sólo doce millones tienen una licenciatura y menos de un millón han estudiado un posgrado, es decir, sólo ingresa a programas de posgrado el veinte por ciento de los jóvenes que concluye una licenciatura, lo que influye significativamente en el volumen de investigación científica que se realiza.

Es evidente que al gobierno no le interesa la ciencia, la tecnología o la formación de científicos o investigadores, ya que es una instancia más identificada con la legitimación del entretenimiento, el espectáculo y una programación televisiva a modo y prueba de ello es que el recorte presupuestal al CONACYT no representó ser un tema digno de la atención de la opinión pública.

La Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados protestó tibiamente por dicho recorte, pero no lo hizo con un manifiesto o invitando a los becarios de dicha instancia a sumarse a esos reclamos. ¿Dónde quedó entonces la Ley de Ciencia y Tecnología? ¿Qué va a proponer el Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico? Vamos de mal en peor.

En este sexenio que desafortunadamente todavía va a la mitad, la ciencia y la tecnología sufrieron los recortes más drásticos en su historia. Si echamos un vistazo, nuestro país es el que menos invierte en los rubros de la ciencia y el conocimiento. Parece que estos datos solamente aparecen en antologías de posgrado en educación superior, donde siempre se toman referentes de evaluaciones hechas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y  pese a lo que se analiza y propone la situación empeora sexenio con sexenio.

Ninguno de los partidos políticos se ha echado en hombros la responsabilidad de la ciencia, del fomento a la investigación científica, de las relaciones internacionales entre universidades (salvo los tecnócratas que estudian en Harvard), y por el contrario cabildean cosas que a su juicio son más importantes como hacerle un homenaje a Tin Tán, por iniciativa de la brillante Carmelita Salinas.

No hay ningún político, salvo los académicos que tienen peso en la opinión pública como Juan Ramón de la Fuente, que defienda las capacidades de los científicos e investigadores mexicanos; ningún diputado o senador ha trabajado por presentar un proyecto legislativo que ponga al CONACYT en el lugar que le corresponde. Si las cosas están así en el 2016, imagínense cómo se pondrán para el próximo año.

A propósito del nivel legislativo del Congreso de la Unión, hay que resaltar que el pasado 23 de febrero, la diputada Carmelita Salinas, sacó a relucir el cobre de nueva cuenta y se burló de fea manera de los estudiantes que asisten a las universidades vinculadas al Partido Morena, a las que denominó “fábricas de huevones”.

¿Qué podemos esperar entonces de una instancia que en vez de defender a capa y espada la generación de conocimientos, se dedica a legitimar comentarios tan mezquinos? El Congreso en su conjunto y la Comisión de Ciencia y Tecnología en particular, dejan mucho que desear.

 

[1] Profesor e Investigador de Tiempo Completo de la Licenciatura en Comunicación Intercultural de la Universidad Intercultural de Chiapas; forma parte del Cuerpo Académico Lenguas y Discursos Culturales en la Frontera Sur y trabaja temas sobre culturas juveniles, diversidad cultural y contracultura; Doctor en Ciencias Sociales y Humanísticas por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.

 

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