Definición de costa
Esta palabra es más cercana a la persona que vive al lado del mar. Es una palabra que tiene un aroma de sal y, en los pies, siempre tiene rastros de agua.
Si buscamos un diccionario hallamos que costa proviene de costilla o lado. Así, la costa es el lado de la orilla del mar o de la playa. En realidad, la costa se refiere al segmento de tierra, porque es imposible que la costa sea esa sustancia móvil, llena de viento y de peces vela, que se llama mar. El mar no tiene límite, es la tierra la que es como el vaso que lo contiene. El mar, se sabe, es juguetón y si por él fuera se desbordaría en todos lados. Cuando ocurre un tsunami no es más que el mar jugando a brincar la cuerda. Por eso, el concepto de costa es importante, es como el papá del mar que le dice hasta dónde puede jugar, es quien le coloca los límites; la costa es como la línea de gis que pinta el merolico a la hora que grita: “Detrás de la raya que estoy trabajando”. La costa dice: “¡Mar!, detrás de la raya, porque estoy descansando”, pero ya sabemos que el mar es travieso y ahí anda tirando palapas y azotando los cocoteros desde la parte más alta.
Si hacemos caso a la definición de diccionario y aceptamos que costa proviene de costilla bien podemos asegurar que la mujer (de acuerdo a la sentencia bíblica) no es más que una persona hecha de la costa del hombre. Ella, entonces, es el mar y el hombre es el merolico que trata de marcar su territorio para poder vender su mercancía, una mercancía magra, en honor a la verdad.
Quienes habitan las grandes ciudades en el centro de los países, alejados de las costas no tienen bien a bien aprehendido el concepto. Los habitantes de las grandes ciudades tienen como sustancia pegajosa el concepto de esquina, por ejemplo. El mar está distante, a veces los citadinos suben a los montes y desde la cima tratan de ver el horizonte; en ocasiones, les es concedido el milagro de ver una raya, como de espejo, y dicen que eso es el mar y que la línea que la distingue es la costa. La costa, entonces, es la línea divisoria, sólo una franja que puede contener algunos metros o pocos kilómetros, porque de pronto, sólo como un prodigio geográfico, la costa se convierte en la falda de la montaña y ahí termina su vocación.
¿Puede imaginar el lector un lugar donde la costa fuese infinita, casi casi como si fuese el patio de una casa donde el sirviente echa agua para lavar el piso? El mar no se contendría, inundaría todos los espacios y los niños no tendrían más diversión que correr siempre hacia donde los adultos les enseñaran que ahí estaban las partes más altas. Miles de niños morirían ahogados y el mar, siempre, a la hora que bajara la marea dejaría cuerpos hincados sobre las arenas de la playa. Hasta ahí llegarían las gaviotas y éstas, en lugar de apoderarse de los despojos, organizarían brigadas para alzar los cuerpos de los niños y llevarlos a las cimas de las montañas lejanísimas, sólo para cumplirles sus sueños, sólo para decirles que el juego había terminado y ya era hora de colocarse detrás de la raya, porque estamos soñando.
Costa viene de costilla, viene de lado.
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