Sujeto a cambios
Casa de citas/ 259
Sujeto a cambios
Héctor Cortés Mandujano
El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio;
si puedes simular eso, lo has conseguido
Groucho Marx
Una de las cuestiones que recurrentemente problematiza vivir en sociedad es la persecución de lo diferente. Así, se vuelve un gueto (voluntario o involuntario, pero excluyente, como todos los guetos) ser macho o feminista, católico o protestante, gay o heterosexual; ser fan de Ricky Martin o de Nirvana; usar gorras o ponerse colitas.
El asunto es que si no entras al círculo, la pasarás mal fuera de él. Ponte la etiqueta colectiva que quieras, pero ponte una; el individualismo nunca ha tenido buena prensa. Se volvía un enemigo de clase, en los tiempos de esclavitud, el hombre que daba trato especial a sus sirvientes y era mal vista, en cierta etapa histórica, la mujer que no quería casarse ni tener hijos.
Las relaciones sexuales han sido las más perseguidas: la soltera que se lía con un casado, la casada que tiene un amante y, lo más complicado, la mujer que está enamorada de otra mujer, el hombre que prefiere a los hombres. Sobre esto último trata Sujeto a cambios, la primera obra de teatro que escribe y actúa Alejandro León, en compañía de Saúl Gohé e Ixchel Lacroix, con coreografía de Marihana Zárate, y dirigidos por Jorge Zárate, que se ha presentado con mucho éxito en La Puerta Abierta durante varias semanas.
La historia es la de un joven que quiere seguir, casi a fuerzas, la ruta que han diseñado sus padres, en especial su padre: casarse con una mujer, tener hijitos, etcétera, enfrentado a lo que verdaderamente desea: ser la pareja de otro hombre. Lo que viene a continuación es, por supuesto, el auto castigo, la certeza de que los demás tienen razón y que la decisión individual no cuenta, no importa; que tenemos que ser el borrego en que nos quieren convertir las escuelas, las iglesias, los partidos, las facciones: si no dices “todos y todas” eres macho, si no te alegras porque viene el papa eres protestante, si criticas a López Obrador eres de derecha, etcétera.
Alejandro actúa como el joven que intenta tener sexo con una mujer hasta declararse vencido; Saúl representa al amante, al padre y al diablo, que a veces parecen ser lo mismo, y es a la vez atractivo y repulsivo para el muchacho que aún “no puede definirse” (como a veces llaman a los homosexuales, como si la única definición fuera la canónica) e Ixchel es lo mismo la prostituta que la mujer (en la puesta encarna a ambas), es decir, el enemigo, la otra orilla, la que tiene entre las piernas la fuerza que atraerá a los hombres, la que se sabe superior al joven que quiere ser su competencia.
La obra, me parece, nos muestra a un nuevo dramaturgo con la valentía suficiente como para encararse consigo mismo en público y mostrar su punto de vista sobre un tema que no siempre deja cómodo a los espectadores (la desnudez aún no parece natural, aunque sepamos que la ropa es el artificio que nos cubre).
Sujeto a cambios es, en su solución escénica, una muestra de los jóvenes valores teatrales con que cuenta nuestro estado. Ojalá lector, lectora, hayas ido a verla (terminó temporada el 13 de febrero), sin que tenga ningún importancia a qué iglesia, qué sector, qué partido pertenezcas. Es tiempo, siempre ha sido, que fuera de las etiquetas busquemos convivir entre la igualdad básica que siempre debemos respetar: el ser humano.
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